El proceso electoral que hoy vivimos los habitantes del Distrito Federal reviste especial importancia para todos nosotros y para el país en su conjunto. Su cristalización es el resultado de esfuerzos y reclamos populares por cuando menos dos décadas, entre los que se inscribe el Plebiscito Ciudadano del 21 de marzo de 1993, que convocado por un grupo plural de asambleístas tuvo la respuesta de 330 mil ciudadanos y ciudadanas, quienes de manera inequívoca plantearon el acuerdo y la exigencia de elegir democráticamente a sus autoridades, tener un congreso local propio y convertirse en un estado de la República.
El sentir popular tenía y tiene sentido, habla de la sabiduría popular y del valor intrínseco de la democracia que muchos se niegan a entender y a aceptar hasta este día.
La ciudad de México, y muy concretamente el Distrito Federal, constituyó a lo largo de varias décadas una especia de Meca para los mexicanos, o por lo menos un lugar de refugio para los rechazados de las zonas rurales.
Al Distrito Federal llegaban cada año entre 300 y 400 mil hombres y mujeres en busca de oportunidades de empleo, de mejores ingresos, de mejor educación, de mayores niveles de vida para sus familias. La ciudad de México era la ciudad mágica de todos los que atraía con sus encantos y promesas.
El sueño terminó en la década de los 80, con la adopción de un sistema económico que ha venido golpeando a todo el país, pero muy especialmente a nuestra ciudad.
Así, cuando se instrumentó la política de adelgazar al gobierno federal para hacerlo más eficiente, más de 600 mil empleos fueron eliminados. La política fue buena y sana para el gobierno, que efectivamente ganó en eficiencia y disminuyó en burocracia, pero muy mala para quienes fueron despedidos sin más; sin que hubiese un programa alternativo que les permitiera producir y mantener una vida decorosa. En cifras redondas, más de medio millón de desempleados, de los cuales dos terceras partes radicaban en la ciudad de México.
En el sector industrial las cosas no han sido distintas, y si la ciudad de México concentra el 27 por ciento de la capacidad industrial, también el 27 por ciento de los empleos perdidos en el sector se ubicó en la ciudad de México.
En los últimos 15 meses se ha hablado de la creación de empleos; se habla de un millón para el próximo año, aunque no se dice con certeza a partir de cuándo. Lo que se omite deliberadamente es que en los tres primeros años del gobierno de Zedillo, la fuerza de trabajo ha crecido necesariamente alrededor de 3.5 millones de personas, lo cual arroja un déficit que en el mejor de los casos será de 2 millones de nuevos desempleados, de los cuales seguramente entre 400 y 500 mil corresponderán a la ciudad de México. También se omite que los nuevos empleos poco tendrán en común con los que se han perdido, en cuanto a orientación e ingreso.
La estimación muy aproximada que tenemos de la balanza migratoria en estos años es negativa y de unos 50 mil habitantes por año. Es decir, son más los que se van que los que llegan, y también distintos, pues los inmigrantes son personas muy humildes, en condiciones de pobreza extrema, que se incorporan a la actividad informal y a la mendicidad, mientras que los que emigran son más bien jóvenes con educación superior.
La ciudad de México ha dejado de ser la Meca de los mexicanos; hoy ocupa el 7o. lugar en ingreso medio (precedido por Baja California, Quintana Roo, Chihuahua, Sonora, Nuevo León, Jalisco y Querétaro), no obstante que sigamos siendo la entidad con mayor nivel educativo (unos diez años de educación en promedio), y que los trabajadores del Distrito Federal sean los más productivos de todo el país (no necesariamente por ser mejores, sino porque sus trabajos están respaldados por los mayores niveles de inversión).
Dos comentarios se hacen necesarios: Tradicionalmente en México a mayor educación, los grupos sociales tienden a tener mayor ingreso. En el caso del DF este equilibrio, hoy roto, tenderá a restablecerse, con un incremento en el ingreso o con un decremento en la educación (como está sucediendo), con los graves problemas sociales que ello implica.
El segundo comentario tiene que ver con el incumplimiento de los supuestos pactos sociales, que ofrecían mayores ingresos a mayores niveles de productividad, que en el caso del DF, al no cumplirse, están modificando la estructura de la economía, por la cantidad de trabajadores que están moviéndose del sector formal al informal en busca de mejores remuneraciones.