Aun frente a signos de nuevos tiempos, los candidatos del Partido Revolucionario Institucional presentan un discurso autoritario y antiguo que desentona con el interés que han despertado las elecciones del próximo 6 de julio. Es poco usual en nuestro país que unos comicios intermedios para renovar al Congreso merezcan la atención del público y de los medios, como ocurre en esta ocasión.
Tanto así que el domingo pasado por la mañana, en el programa de Nexos se presentaron los candidatos a diputados Francisco José Paoli del PAN, Arturo Núñez del PRI y Porfirio Muñoz Ledo del PRD. Por la noche, en programa especial, debatieron los candidatos a senadores del PRI Esteban Moctezuma, y del PAN Ricardo García Cervantes, también por televisión y en cadena nacional.
En ambos debates se tocaron dos temas de gran importancia para todos los mexicanos: la gobernabilidad y la corrupción.
Curiosamente, en ambos casos se identifican en lo fundamental los puntos de vista de los candidatos panistas y perredistas, en contraposición con la opinión de los candidatos del tricolor. Mientras que los primeros consideran que una creciente representación de diversos partidos servirá para fortalecer la autonomía del Congreso, reivindicar sus funciones en el diseño constitucional, combatir la corrupción y fortalecer el estado de derecho, los priístas no cesan de invocar la catástrofe que ocurrirá el día en que pierdan la mayoría en el Congreso. Y es que abandonar el poder después de 70 años puede provocar pánico cuando se han tejido infinidad de intereses y negocios a la sombra del poder, y temor por la incapacidad propia de negociar y convencer cuando se ha estado acostumbrado a imponer decisiones siempre por mayoría.
Los ejemplos sobran; así ocurrió con las leyes electorales vigentes en este momento, las cuales fueron aprobadas sólo por el PRI apenas el año pasado.
No hay que olvidar que hace once años se consideraba un problema de seguridad nacional que una entidad de la República fuera gobernada por un partido opositor. Ahora hay cuatro entidades gobernadas por el PAN y un gran número de municipios donde no gobierna el PRI, varios estados donde el poder ejecutivo es de un partido y la mayoría en el Congreso pertenece a otro, sin que se haya producido el caos. En cambio, las situaciones de verdadera ingobernabilidad se han presentado con mayor frecuencia en aquellas entidades donde las estructuras de poder han sido más sordas a los conflictos sociales y no se les ha encontrado un cauce institucional, como Chiapas, Guerrero y Tabasco.
En México, hoy, no solamente es posible sino también urgente que el partido que tiene la Presidencia de la República ceda su mayoría en el Congreso, porque el deterioro de la legitimidad de las instituciones en gran medida se debe a la corrupción generalizada e incontrolable que invade casi todas las esferas de gobierno. Esteban Moctezuma ofrece crear un fideicomiso para vigilar sus finanzas familiares... cuando en realidad la Contaduría Mayor de Hacienda de la Cámara de Diputados debería supervisar no las finanzas familiares, pero sí las finanzas públicas en todas sus modalidades. Sólo que esas instituciones no funcionan debido al predominio del PRI sobre el Congreso, el cual ha imposibilitado todo intento serio de fiscalización, aún tratándose de problemas de corrupción que se generaron en sexenios anteriores, tan escandalosos como el de la Conasupo. La Comisión de la Cámara encargada de esa investigación fue disuelta el año pasado con el voto de la mayoría priísta, contra la voluntad de todos los demás partidos.
No nos dejemos engañar, el futuro más seguro está en fortalecer la legitimidad democrática del gobierno y de las instituciones republicanas, no en perpetuar un presidencialismo autoritario y un partido clientelar donde los privilegios se negocian a cambio de la sumisión incondicional.