El delirio del gobierno llega hoy al extremo de pretender presentar la (previsible) pérdida del Distrito Federal en las próximas elecciones como ``la transición democrática''.
1. Las barbaridades que se dicen no tienen límite: el consejero electoral Emilio Zebadúa afirmó hace unas semanas que el 6 de julio se producirá ``la transición''; Enrique Krauze le dijo a Proceso que el 7 de julio nos despertaremos en la alegría de ``la transición'' e incluso Andrés Manuel López Obrador (presidente del PRD) declaró nada menos que Zedillo será, aún sin quererlo, ``el Presidente de la transición'' (11 de junio). No es de extrañar por eso la confusión de los mexicanos y urge hacer algunas precisiones.
2. Cuauhtémoc Cárdenas podrá llegar a la jefatura de la capital el próximo 6 de julio, pero sus atribuciones reales serán muy limitadas (ya que el nuevo marco legal es ambigüo y deja amplias facultades al Ejecutivo) y su margen de acción será mínimo (frente al gobierno federal y al aparato del PRI) de no contar con un amplio respaldo popular: tendrá el gobierno, pero no el poder.
3. De reconocérsele el triunfo, Cárdenas deberá hacer frente al desafío más importante que haya tenido político alguno de oposición: a) deberá no sólo gobernar para todos, sino que tendrá al mismo tiempo que b) impulsar el desmantelamiento del ``sistema'' apoyando un proceso de cambio democrático, y para esto no tendrá más que una salida: c) abrir un proceso de discusión ciudadana y hacer la convocatoria a un Congreso Constituyente que erija a la capital como una entidad autónoma dotada de un gobierno con facultades plenas, y d) asumirse, él sí, como un jefe del Distrito Federal de transición.
4. La transición habría podido recibir un fuerte impulso con la llegada de gobernadores de oposición de haber mediado una condición: que se lo propusieran. Un programa de transición a nivel estatal supondría para un gobernador democrático desmantelar al partido de Estado y a sus aparatos, terminar con las redes de complicidades económicas, replantear las relaciones de la entidad con la Federación, crear un Poder Judicial autónomo, aplicar la ley a los ex funcionarios, promover una nueva legislación y garantizar elecciones democráticas: establecer, en suma, nuevas formas de relación con la sociedad. No fue este el caso, sin embargo, de los gobernadores del PAN: los acuerdos de Diego con Los Pinos se lo impidieron, y tuvieron que contentarse con ser funcionales al viejo ``sistema''.
5. Carlos Salinas y sus amigos entendieron muy bien desde 1988 que los aparatos de control del ``sistema'' no podrían servirles más que por poco tiempo al capital trasnacional (y a ellos en lo particular) de no refuncionalizarse, y eso es lo que han estado tratando de hacer con el PRI, con el aparato corporativo sindical, con la prensa de Estado y desde luego con el PAN, donde gracias a Diego y a Castillo Peraza, que son sus incondicionales, siguen mandando, y todo con una lógica: la de que la fuerza del ``sistema'' --y de los salinistas-- está más allá del escenario de las elecciones.
6. Las elecciones de 1997 están a punto de convertirse por lo mismo en el mayor éxito del dúo Salinas-Zedillo y de los tecnócratas, a pesar de que el PRI no sea ya la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y pierda la capital, porque ellos tienen asegurado conservar el gobierno --y el poder-- y salir además ``legitimados'' como supuestos ``demócratas'', gracias a la campaña propagandística que llevan a cabo el IFE, la prensa y algunos intelectuales.
7. La paradoja del 6 de julio es muy evidente: el PRI saldrá derrotado de las elecciones (a pesar de la impunidad con la que actúa su maquinaria de fraude), y sin embargo el salinismo (y Ernesto Zedillo con él) emergerá victorioso. El pueblo votará contra el PRI y contra Salinas y éste y sus amigos no tendrán obstáculos para continuar disfrutando de las riquezas con las que saquearon a México y seguir controlando al gabinete y a las principales empresas.
8. El salinismo está en el poder y pretende seguir en éste, de ahí el tupé del salinista Carlos Castillo Peraza que en vez de denunciar los crímenes de su amigo Carlos Salinas se dedica a calumniar a Cárdenas; y de ahí también la prepotencia del narco-aventurero galo Joseph-Marie Córdoba al declarar en el juzgado que nunca mandó en México (9 de junio) o del propio Salinas al exigir que se le tome declaración en el DF (10 de junio): los patos tirándole a las escopetas. Quienes han sido acusados de ser los mayores criminales de la historia reciente continúan riéndose de los mexicanos con la anuencia de Zedillo porque saben que seguirán siendo dueños del país, a pesar de las elecciones.
9. La lectura democrática de los resultados del 6 de julio debería conducir a Zedillo a romper con Salinas destituyendo al gabinete y poniendo a su predecesor ante un juez para que responda por sus crímenes, pero éste no va a ser el caso, y todo hace ver que los salinistas pretenden seguir mandando en la segunda mitad del sexenio.
10. La transición a un Estado de Derecho es también un proceso que está más allá del escenario electoral.