Las opiniones de Cuauhtémoc Cárdenas sobre las Afore desataron una desaforada reacción de las cúpulas corporativas de banqueros y empresarios. Cárdenas no atacó a la banca; reiteró los argumentos vertidas por el PRD durante la discusión parlamentaria de la reforma a la Ley del Seguro Social y se solidarizó con muchos sindicatos, inclusive corporativizados al PRI-gobierno, que ven con justificada reserva la privatización de su ahorro para jubilación y el sometimiento del monto de ésta a la lógica de la rentabilidad en el mercado. Cuando la situación de millones de jubilados raya en la miseria, este nuevo sistema preocupa con razón a los trabajadores. Cárdenas criticó también el escandaloso despilfarro de recursos en publicidad de las Afore que saldrán de los fondos depositados en ellas y sus ganancias. Habló como político y ciudadano, en el marco estricto de la ley, incluida la que creó a las Afore; la reacción de la dirigencia empresarial y bancaria tiene visos de autoritarismo, de visión unilateral y excluyente de la economía y la sociedad.
Recordemos algunos hechos que justifican la preocupación de los trabajadores y los comentarios de Cárdenas. En la crisis de 1982, la banca privada, convertida en canal de drenaje de capitales hacia el exterior y en quiebra, fue estatizada por López Portillo, y sus propietarios indemnizados como si se tratara de empresas florecientes. Poco después, cuando el gobierno con recursos de los contribuyentes había saneado la banca, De la Madrid inició su reprivatización, que concluyó Salinas en ventajosas condiciones para sus nuevos propietarios.
Las fallas de la política de Salinas-Zedillo en 1994 llevaron a una nueva crisis financiera. Fue necesario usar cerca de 30 mil millones de dólares del ``apoyo'' extraordinario de Clinton y la banca multinacional para evitar la quiebra generalizada de la banca, nuevamente convertida en drenaje profundo de capitales especulativos. El Fobaproa es la imagen de una banca que sigue siendo privada aunque deba al Estado sumas cercanas al monto de su capital. En esa crisis, varios millones de mexicanos se convirtieron en deudores insolventes y perdieron su patrimonio; no son delincuentes ni estafadores como tratan de hacerlos ver los banqueros. Para apoyar a la banca, el gobierno puso en sus manos los fondos multimillonarios del mal llamado Programa de Apoyo a Deudores, que no ha resuelto el conflicto de las ``carteras vencidas''.
Aún así, varios bancos debieron ceder al capital extranjero parte importante del control de su capital, para sobrevivir. La historia verdadera de la banca es de crisis y debilidad estructural; los temores de los asalariados son fundados.
Las Afore sirven para poner en manos del capital financiero nacional y extranjero asociado (la banca mexicana se alió con la extranjera para montar el negocio) una masa multimillonaria de ahorro acumulado y futuro de los trabajadores; los banqueros no lo pueden ocultar. Pero para los trabajadores, el futuro, si así puede llamarse a las raquíticas jubilaciones, estará a merced de las buenas o malas manipulaciones de banqueros y aforeros. La jubilación no será en adelante un derecho solidario garantizado por el Estado, sino una apuesta en la ruleta del mercado del dinero. Estará expuesta a las crisis financieras recurrentes, que ni los espejismos mágicos del Pronafide o los conjuros gubernamentales podrán suprimir, porque son estructurales.
Cárdenas no atacó a los empresarios en general ni a la economía de mercado; defendió los intereses de decenas de millones de trabajadores y deudores. Una minoría de banqueros y empresarios, beneficiarios privilegiados de la política de Salinas-Zedillo, temerosos de perder esos privilegios obtenidos gracias a su subordinación corporativa al PRI-gobierno y, en el caso de los gremios empresariales, a espaldas de la mayoría de sus representados (hay encuestas que muestran que la mayor parte votarán por la oposición, incluyendo al PRD), se unen a la campaña de desprestigio contra Cárdenas adelantada por el binomio PRI- PAN. Usan el autoritarismo del dinero, la amenaza de vaciar al país de capitales, crean una psicosis de crisis económica similar a la que utilizaron en las elecciones de 1994.
¿Será que, como entonces, la crisis está ya en marcha y se trata de hacerla recaer desde ahora sobre los hombros del muy probable jefe de gobierno del Distrito Federal, aunque no tenga en sus manos la definición de la política económica ni, mucho menos, el manejo concentrado del gran capital? Este desaforo de los banqueros, totalmente desproporcionado, que coacciona a los votantes mediante el miedo irracional, no puede ser aceptado por los ciudadanos capitalinos y mexicanos, porque es contrario a la democracia. Esa minoría de grandes capitalistas tiene derecho a decir lo que quiera, pero Cárdenas y millones de ciudadanos tenemos también el derecho de no creer en sus promesas, ni en sus amenazas.