Enrique Semo, en reciente artículo en Proceso, alude a la necesidad de reinventar una izquierda que enfrente con inteligencia los desafíos de una sociedad que se transformó radicalmente, que desbarató los dogmas del ``socialismo tradicional'' y que también ha sufrido la aplicación fundamentalista de los dogmas de la nueva economía ultraliberal, que tan innumerables destrozos sociales ha causado y que comienza a entrar en su ocaso.
No lo dice, pero seguramente tiene presente el reciente ascenso de algunas izquierdas en el mundo: permítaseme incluir, aun cuando sean tan distantes, al laborismo de Blair en Gran Bretaña, y desde luego el triunfo del Partido Socialista en Francia y el ascenso del PRD en México.
Es verdad: el rechazo social al neoliberalismo llegó primero que la elaboración teórica de la nueva situación. El colapso del ``socialismo realmente existente'' y la mundialización de la economía de mercado fulminaron un buen número de las tradiciones ``constitutivas'' de la teoría y la política de la izquierda. Una de ellas, fundamental, se refiere a la consideración mercado o planificación como categorías centrales de la economía. La planificación (y menos la centralizada y antidemocrática) parece hoy absolutamente irrecuperable. En cambio, hay consenso en el sentido de que no hay economía dinámica sin la aceptación del mercado.
Norberto Bobbio --nos recuerda Semo-- sostiene que la principal distinción histórica entre derechas e izquierdas alude a una diferentísima actitud ante la igualdad. Tiene razón. Pero precisaría --lo cual está implícito en el estudioso italiano-- que hoy la distancia se centre en un contraste radical de las prioridades económicas y sociales: mientras la derecha privilegia la acción del mercado sobre cualquiera otra consideración, la izquierda considera que el mercado ha de encontrar límites sociales, y acciones compensatorias por parte del Estado.
Muy pocos discuten hoy el hecho abrumador de que el mercado abandonado a su soberana lógica de rentabilidad inmediata es incapaz de atender las necesidades sociales de educación, salud, vivienda y, en general, del desarrollo humano que menciona la ONU. Más bien se confirma que el abandono del Estado de sus responsabilidades sociales y su transferencia a manos privadas, así como el endiosamiento del mercado, son aspectos dramáticamente negativos de las nuevas tendencias económicas, del neoliberalismo.
Se ratifica más bien que es efecto del mercado ``salvaje'' la miseria de extensos grupos sociales e inclusive de países enteros, la degradación del medio ambiente, el hacinamiento infrahumano en zonas urbanas y rurales. La fragmentación social y la pérdida de un mínimo sentido de solidaridad ha desencadenado violencia genocida y la intensificación de lacras como el narcotráfico y el tráfico de armas, que es un negocio billonario menos mencionado porque frecuentemente incluye agencias gubernamentales.
No, desde la izquierda nadie pensaría hoy en un Estado ``abultado'' con empresas de toda índole (pero sí en el mantenimiento de empresas estratégicas esenciales para el desarrollo, y en una política industrial que estimule y proteja a ciertos sectores económicos). Que nadie se asombre: los Estados ``clásicos'' del mercado --empezando por Estados Unidos-- son proteccionistas y desde luego ``planificadores'' respecto a determinadas ramas industriales, cuando se consideran convenientes para sus intereses a corto y largo plazo. La insistencia en la ``apertura'' y en la ``desregulación'' es primero una arma para la competencia económica, y muy ad hoc para abrir economías --como la nuestra-- que faciliten sus inversiones.
La derecha en un país como el nuestro ha privilegiado el desarrollo ``hacia afuera'' a partir de ``gigantes'' empresariales internos y externos, con los desastrosos efectos de concentración de riqueza y empobrecimiento que conocemos. La izquierda en cambio ha de privilegiar la formación de un mercado interno que permita la expansión de las pequeñas y medianas industrias y que impulse la creación de empleos, y de una manera especial el desarrollo educativo, profesional, cultural. La ``visión social'' del desarrollo ha de sustituir un crecimiento entendido exclusivamente como beneficio privado con base en el mercado.
Por supuesto, estas notas apenas son indicativas de ciertos puntos programáticos de una izquierda renovada. Me parece que en conjunto el PRD los ha asumido, al igual que los temas más urgentes de una reforma política que continúe profundizándose. Por eso, porque comienza a encarnarlos en lo básico, ha logrado el ascenso electoral que conocemos. Por esa razón comienza a representar una esperanza mexicana que parecía aniquilada. La violencia de los ataques y los infundios en contra del PRD y de su líder Cuauhtémoc Cárdenas toman ya, en algunos casos, un claro perfil de defensa de los intereses que han medrado en el país.
La justa electoral muestra también su cara de lucha ideológica: ¡No podía ser de otra manera!. Por eso mismo resulta imperiosa, más allá de las coincidencias en favor de la democracia, la definición de los términos de una nueva ``visión'' social e histórica de la izquierda mexicana hoy. Como una urgente necesidad, además, de construir una nueva legitimidad democrática del poder político.