La Jornada miércoles 11 de junio de 1997

Bernardo Bátiz V.
Pierre Nodoyuna

Había en la televisión una serie de caricaturas en la que la trama era una carrera de automóviles y en ella, el villano, que era un francés llamado Pierre Nodoyuna, se la pasaba urdiendo formas de detener o al menos estorbar al automovilista que iba a la delantera en la carrera.

Esa trama se parece a la que estamos viendo en estos días en el panorama político mexicano; muchos quisieran detener a Cuauhtémoc Cárdenas o al menos estorbarle y mancharle su triunfo ya inminente en la carrera por el gobierno de la ciudad más grande y hermosa del mundo; se trata en este juego de poner en tela de juicio si declara o si no declara, si debate o si no debate, y hasta si se ríe o nada más sonríe, o si anda adusto y serio. Como decía, si no recuerdo mal, Don Manuel Navarrete, poeta del virreinato: ``cuando con los linces juegas a ensartarla, si la ensartas pierdes y si no... ¡perdiste!''.

Un ejemplo de esta actitud lo encontramos en la forma en la que no pocos comentaristas y conductores de programas han enfocado la audiencia de desahogo de pruebas, que tuvo lugar el lunes pasado en el juicio que sigue el señor Córdoba Montoya en contra del ingeniero Cárdenas y otros compañeros del PRD, diputados federales.

El candidato al gobierno de la ciudad se vio obligado a detener transitoriamente su campaña para dedicar unas buenas diez horas a desahogar las pruebas en un juicio en el cual fue demandado; contestó preguntas, y a su vez las hizo a su contraparte y, como cualquier ciudadano debe hacer, se sometió al juez que lo requirio; pero aún faltando pruebas por desahogar y con el proceso todavía en trámite, ya se le está señalando como el perdidoso, porque se dice que no aportó pruebas que relacionen a Córdoba Montoya con el crimen de Lomas Taurinas.

El planteamiento está mal hecho. Quienes deben aportar pruebas en relación con ese crimen, son los ya numerosos procuradores y fiscales especiales que han estado a cargo de la investigación, no un ciudadano que no cuenta con todo el aparato de policías judiciales, peritos, investigadores, agentes y demás que están al mando de la Procuraduría General de la República.

En el juicio civil, al que tanta importancia dio la prensa de ayer, el que debe probar que se le causó un daño moral es el que demanda el ``actor'' --se dice en el lenguaje de los tribunales-- y ese ``actor'' es Córdoba Montoya, quien reclama dinero por el daño que dice le causaron las declaraciones de los demandados.

Lo que tiene que probar es que todo el descrédito que lo persigue como una sombra, que toda la mala fama que tiene, según una encuesta mandada a hacer por él mismo, se debe a las declaraciones de sus demandados, quienes, por cierto, no son los únicos que han señalado que algunas líneas de investigación del caso Colosio van en la dirección de Córdoba y que las autoridades deberían de investigar por ese rumbo.

Con la misma actitud del personaje de la serie de caricaturas, muchos quisieran detener la carrera de quien va adelante y todo lo quieren presentar como negativo y como signo o motivo de una baja en las preferencias de los votantes, pero parece que a Cuauhtémoc los ataques no le hacen mella; en el caso de Córdoba, el candidato dijo lo que muchos mexicanos quisieran poder decir; de algún modo fue la voz de todos y coincidió con lo que otros muchos, perodistas, partidos políticos, políticos independientes, familiares de Colosio, politólogos y simples comentaristas han afirmado.

Habría que hacer las preguntas que en un programa de radio hizo el candidato a diputado federal, Demetrio Sodi, ¿Por qué sólo demandó a Cárdenas? ¿A quién le sirve esta demanda?

De las respuestas a estas preguntas quizás pudiéramos encontrar, sin riesgo de que nos demanden, quien es el Pieg Nodoyuna de este juego.