ASTILLERO Ť Julio Hernández López
Acusado de robar y asesinar a un estadunidense, Irineo Tristán Montoya deberá ser muerto dentro de una semana para cumplir una sentencia en cuyo proceso se violaron garantías constitucionales y convenciones internacionales al juzgarle sin dar aviso a la red consular mexicana, sin traductor y con otros vicios procesales graves.
En noviembre de 1985, cuando apenas tenía 18 años, Tristán Montoya y otro mexicano pedían un aventón en una carretera de Texas. Se detuvo John Kilheffer, a quien robaron 80 dólares y joyería. Irineo, nacido en Tampico, Tamaulipas, fue acusado de asesinar al estadunidense.
Once años después, y a diferencia de Ricardo Aldape, cuya salvación fue tan buscada que, al lograrla, su popularidad le llevó a convertirse fugazmente en estrella de telenovela, Tristán Montoya parecería no tener quién le ayude.
Agotados los recursos legales disponibles, sólo queda esperar que la Junta de Perdones de Texas se compadezca del mexicano y cancele la fecha fatal. Desde México, legisladores, partidos políticos y defensores de derechos humanos han solicitado que se anule la ejecución debido a las diversas violaciones cometidas en contra del sentenciado. En Estados Unidos, abogados defensores de condenados a muerte han hecho denuncias y peticiones similares.
La parte oficial, es decir, la Secretaría de Relaciones Exteriores, ha realizado tareas de rutina, entre otras presentar notas diplomáticas y fijar la posición formal en materia jurídica, pero todas las expectativas son aciagas, incluida la negativa del gobernador texano, George W. Bush, a interceder por Tristán Montoya.
El episodio se inscribe, por desgracia, en el sostenido declive de tesis y actitudes del cuerpo diplomático mexicano, conducido cada vez más hacia un pragmatismo que, en el caso de la relación con Estados Unidos, lleva a una situación de cuidadoso cumplimiento de rituales ejecutados para consumo propagandístico interno, pero no para una defensa genuina y comprometida de los intereses nacionales.
Un ejemplo claro de ese juego de palabras y de complacencia en los hechos se pudo observar en el caso de la nueva ley de inmigración de Estados Unidos. La parte mexicana ciertamente envió el primero de octubre de 1996 una nota diplomática al Departamento de Estado de aquel país, y el secretario José Angel Gurría envió misivas a la comisionada del Servicio de Inmigración y Naturalización, Doris Meissner, tanto en inglés como en español, y se realizaron varias reuniones de trabajo entre representantes de ambos países, pero... en los hechos, se mantuvo la posición estadunidense y la parte mexicana generó una polvareda de declaraciones, tanto institucionales como de personajes partidistas, que en el fondo no sirvieron de gran cosa.
Pareciera, en casos como los mencionados, que se aplican oportunamente dosis de demagogia nacionalista para conseguir apariencias internas de activismo y enjundia, pero a sabiendas de que los procesos específicos de cada asunto han entrado ya en tramos irreversibles. Así, se puede mostrar hacia dentro una postura combativa aunque en el exterior sepan bien que tales jaloneos forman simplemente parte de una coreografía acordada.
El caso de Irineo Tristán Montoya debió merecer a tiempo, meses y años atrás, una actitud más enérgica y comprometida de las autoridades mexicanas, no por razones de sensiblería fácil, sino porque en su juicio se produjeron evidentes vicios y fallas que llevan a pensar que la sentencia pudo haber sido otra.
Crónica de sociales
Ya está a la venta el más reciente número de la revista ¡Hola!, en el que se da cuenta de la fiesta de Viviana Corcuera Dellavedova y Agustín Rodríguez Legorreta con motivo de su boda. Consignada en la parte superior de la portada, la célebre publicación hispana ``del corazón'' asegura que ``toda la alta sociedad mexicana asistió a la celebración''.
Seis páginas de fotografías se acompañan de un breve texto en el que se explica que la novia es hija de Enrique Corcuera y García Pimentel, importante empresario del azúcar y la hotelería. Don Enrique, ya retirado --detalla la revista--, fue el creador del paddle, ``deporte que posteriormente su buen amigo, el príncipe Alfonso de Hohenhole, que residió en México algunos años, introdujo en España''. El novio ``es hijo de Agustín Rodríguez Rocha y Dómini Legorreta de Wainwright y nieto de Tintino Legorreta, fundador del Banco Nacional de México''.
La boda se realizó en Acapulco, pero días después se ofreció un coctel-buffet en el museo Casa de la Bola, en la ciudad de México, donde se reunieron las principales familias mexicanas. Entre los invitados, ¡Hola! menciona a Emilio Azcárraga Jean, presidente de Televisa; Miguel Alemán Magnani, Ana Gaby Peralta de Alemán, Victoria Petetiako y Mauricio Balcarse. Desde España llegó Mónica Sánchez Navarro, gran amiga de la desposada.
Mario de la Reguera, autor de la columna ``De pipa y guante'', de Novedades, se quejó de que la gran celebración hubiera estado vedada para la prensa nacional y reservada para la revista ¡Hola! Profundo conocedor del tejido de esa franja social, De la Reguera apunta que la crónica de la boda viene ``precedida de un reportaje del príncipe de Asturias, Felipe, al cual se le involucró sentimentalmente con la bellísima novia''. El mismo cronista agrega en el diario --cuyo presidente y director general es Rómulo O'Farril junior-- que llamó la atención que Azcárraga Jean ``no guardara el riguroso mes de luto''. Otro cronista, Juan José Origel, en la columna ``Portada'' de El Sol de México, comenta también que ``le quedaron chicos los periódicos capitalinos a la familia Corcuera''. Por cierto, Origel acaba de dejar el programa Ventaneando, de Televisión Azteca, donde acompañaba a Pati Chapoy, y ahora tendrá su propio programa en Televisa.
Astillas:
Como diputado federal, José Rafael Castelazo fue del grupo de los duros, y en esa condición enfrentó abiertamente las iniciativas de la Cocopa y del Grupo Exhorto. En los pasillos de San Lázaro hubo quienes creyeron que Castelazo era punta de lanza del grupo hankista para poner piedras en el camino de San Andrés... Y como posdata de la sección de sociales, reproduzcamos los comentarios del citado Mario de la Reguera en Novedades respecto a Cuauhtémoc Cárdenas: ``Parece mentira, pero entre más lo golpean a él y a su partido, sus seguidores se multiplican. Por otro lado, la supuesta cantidad que manejaba en su cuenta de Bital resulta irrisoria si la comparamos con los ochenta y tantos millones de dólares que Paulina Castañón trató de retirar de un banco suizo. Pero más chistoso aún es ese panfleto que leímos ayer asegurando que si vota uno por el ingeniero es como si lo hiciéramos por Fidel Castro, y si lo hiciera uno por el PRD sería como imponer el comunismo. A lo mejor hace dos décadas dichas aseveraciones podrían amedrentar a nuestros votantes, pero en la actualidad no sorprenden ni al más recalcitrante capitalista...'' La Red Nacional Mujeres y Punto organiza una campaña pacífica nacional por la seguridad que, entre otras cosas, pide a los ciudadanos deseosos de combatir los robos, secuestros y asesinatos de gente inocente que se coloquen un listón verde todos los miércoles a partir de hoy y hasta el primero de octubre, y además, que envíen faxes a los gobernadores de los estados y al Presidente de la República (522 41 17) denunciando la creciente y feroz delincuencia organizada. La campaña es organizada a nivel nacional por Gabriela Olmos y en el Distrito Federal por María Elena Carrera.
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