El BM, tras la ``sospechosa semejanza'' de planes educativos en AL: SNTE
Rosa Elvira Vargas Ť A finales del siglo XX la educación de los países de América Latina ha alcanzado avances importantes en cobertura (matrícula) que, sin embargo, no han tenido el mismo ritmo en materia de financiamiento. Además, el analfabetismo en la región se mantiene elevado --cerca de 15 por ciento--y la deserción, reprobación y gran cantidad de alumnos que repiten grados afecta la posibilidad de completar el ciclo obligatorio de enseñanza básica.
En los últimos años prácticamente todos los países han adoptado reformas a sus sistemas educativos que, al ser impulsadas por el Banco Mundial, resultan ``sospechosamente'' semejantes en todos, y a través de las cuales se busca: incrementar la escolaridad a nueve o diez años; descentralizar la gestión de los sistemas educativos; diversificar las fuentes de financiamiento; priorizar el gasto público para la educación básica y generalizar el pago de colegiaturas en los otros niveles, así como incorporar medidas de privatización, ``desregulación'' y ``flexibilización'' de los sistemas escolares.
Los modelos buscan impulsar la participación de todos los sectores sociales en las decisiones educativas; evaluar los sistemas en función de las competencias logradas por los estudiantes y establecer sistemas continuos de rendimiento de cuentas ante la sociedad.
Pero en realidad, acota la Fundación SNTE para la Cultura del Maestro en un análisis, ``son pocas las políticas destinadas al mejoramiento del profesorado y a la construcción colectiva de las transformaciones'' de los sistemas de enseñanza. Afirma que en el Continente Americano coexisten pequeños grupos con una escolaridad muy elevada con amplios sectores sin la mínima obligatoria o que ni siquiera están alfabetizados.
Lo anterior, establece, no puede aceptarse como hechos inevitables propios de los países de menor desarrollo, sino como consecuencia de políticas educativas aplicadas y de la falta de continuidad, tanto en el tiempo como en el espacio, de las que se hubiesen requerido para lograr mejores resultados. E insiste: ``El dinero público nunca ha sido suficiente en América Latina, pero no sólo se trata de falta de recursos, sino de políticas fiscales insuficientes, injustas o evadidas de manera injustificable, de corrupción pública y privada y de cuantiosas e inexplicables riquezas de unos cuantos''.
Y aunque admite que algunas estrategias han funcionado para sostener el crecimiento de la escolaridad a pesar de los escasos recursos, hay elementos contundentes para explicar la precariedad y falta de calidad de la escolaridad en la región: bajos salarios de maestros; reclutamiento de personal no preparado para la docencia; deteriorada infraestructura escolar y de las condiciones cotidianas de trabajo, así como descuido ``a niveles dramáticos'' de la investigación educativa, la inovación curricular, la elaboración de materiales y la evaluación del sistema.
Destaca además que la distribución de la escolaridad pública por regiones y niveles del sistema escolar se dio conforme a las pautas de la desigualdad socioeconómica y a la capacidad de presión de los sectores sociales.
A su vez, señala, la escuela privada crece o decrece en función de las condiciones económicas de los países y de los grupos de población, y su cobertura varía según los niveles: en promedio, la educación particular atiende a 13 por ciento de la primaria, 26 de prescolar y 20 por ciento de la educación media superior y superior, al tiempo que constituye ``un servicio muy selectivo y de calidad sólo en casos puntuales''.