El PRI ha empezado a hacer campaña como partido de oposición. Esto es lo imperceptible y desconcertante en las declaraciones y campañas de los cuatro alegres: Roque Villanueva, Ernesto Zedillo, Alfredo del Mazo y Roberto Campa Cifrián, quienes dejan ver que el PRI privilegia los ataques contra sus adversarios y exalta lo que hará si gana, como si fuera un partido que nunca ha tenido el poder y por primera vez necesitara que los votantes le den una oportunidad. Uno es el PRI con 70 años en el poder, y otro el que está en campaña, lo cual suscita la pregunta: ¿por qué sus propuestas no las ha hecho anteriormente?
En esta campaña, el PRI ha revelado un secreto fundamental de su forma de gobernar: dividir a la ciudad. Ha hecho de la división y la confrontación de la ciudadanía, base de la estabilidad del gobierno, a costa del debilitamiento de la sociedad, es decir, un gobierno fuerte, ``con decisión'', sólo es posible si hay una sociedad débil. De ahí que esa forma de gobernar haya promovido para su beneficio el enfrentamiento entre vendedores ambulantes contra comerciantes establecidos, manifestantes contra automovilistas, vecinos contra restauranteros, inquilinos contra propietarios de inmuebles, católicos contra protestantes, moral contra cultura, taxistas contra taxistas, transportistas contra usuarios, policías contra policías; todos contra todos. A lo largo de 75 años el PRI aprendió a mantenerse en el poder dividiendo a la sociedad y enfrentándola cotidianamente, fomentando todo tipo de intolerancias y exclusiones, para erguirse como mediador. Esa política de gobierno ahora se ha convertido en su política de campaña, pues el PRI carece de reservas políticas e ideológicas para sacar adelante al país y a la ciudad.
Por eso en esta etapa, con el apoyo de los medios de comunicación, particularmente de Televisa y Tv Azteca (que ahora se han unido en apoyo del PRI, las Afore y los bancos), se ha lanzado una campaña en contra de las manifestaciones, los movimientos populares, la lucha inquilinaria, los maestros, los vendedores ambulantes, los trabajadores; además de implantar un principio de nuestra limitada democracia: todo se vale, menos cuestionar la política económica. ¿Acaso será que nadie en México puede cuestionarla, porque ésta se decide fuera del país? Para el poder priísta y el poder económico cuestionar las Afore, la estabilidad monetaria y la política social es ``ingobernabilidad'' y ``populismo''.
El poco tacto que caracteriza al primer mandatario y sus estrategas ya dio la pauta: cuando el país está a punto de la devaluación ya han logrado acelerar el proceso de dolarización en el país en detrimento de los ahorradores nacionales y de los ingresos de los trabajadores con una devaluación de ocho centavos. El último y desesperado esfuerzo priísta es revertir el descontento social contra el cambio de gobierno anunciando que sobrevendrá el caos, no obstante que ellos sean el caos mismo.
El debate Cárdenas-Del Mazo ha creado un viraje en la campaña priísta y en la política de Estado, pues ya no queda mucho por hacer en el DF para salvar a su candidato, a quien ya sólo necesitan para presionar en la negocia- ción que quiere el PRI para obtener el 42 por ciento en la Cámara de Diputados a costa de todo.
Las últimas campañas contra Cuauhtémoc Cárdenas revelan una gran inseguridad de los bancos. Cárdenas ha canalizado sus propuestas en favor de los trabajadores y ha catalizado la incertidumbre de más de 9 millones que por desconfianza no han elegido una Afore. ¿Cuánto han gastado los bancos en su fracasada campaña? Mucho, pero es tan endeble la credibilidad de su propaganda que una sola frase de Cuauhtémoc en un auditorio los puso como locos, mostrando también que los propietarios de los bancos son los mismos de la radio y la televisión, y que cometieron un grave error: quisieron usar contra Cárdenas una declaración fuera de contexto y generaron certeza entre los 9 millones hoy convencidos de que hay que esperar y no darle voto de confianza a los buitres de las Afore. Al filo del voto: firmeza, mexicanos.