Unas elecciones democráticas se integran, de forma muy sintética, de dos componentes: condiciones de equidad en la competencia y posibilidades de sufragar en completa libertad. Una buena parte de las reforma electorales de los últimos años se han encaminado hacia el logro de la equidad, la cual se puede medir en el financiamiento de los partidos políticos y en el acceso a los medios de comunicación. A pesar de los avances existe todavía un marcado desequilibrio entre los recursos de la oposición y los que tiene el partido oficial. Sin embargo, la parte del voto libre todavía es una realidad peligrosa.
Los consejeros electorales diseñaron una estrategia adicional de tres puntos para ayudar a la equidad y al voto libre: una invitación al gobierno para que 30 día antes dejara de hacer publicidad a sus obras; crear una comisión que vigilara cualquier tipo de coerción al voto y hacer una campaña intensiva en favor de voto libre. Después de un litigio que hizo el PRI, el Tribunal Electoral decidió suprimir las dos primeras acciones y sólo quedó la última, la cual se puso en marcha el pasado 6 de junio. ¿Cuál es la dimensión del problema?
Hace unos días me hicieron llegar una interesante investigación que se hizo para conocer los mecanismos que impiden el voto libre en amplios grupos de la sociedad mexicana. Este trabajo, realizado por el Centro de Estudios Educativos, siguió una metodología de estudios de caso que logró tipificar a cuatro tipos de ciudadanos que están ubicados en los territorios del autoritarismo mexicano: el que sufre coerción, el que experimenta miedo, el que es sujeto de voto comprado y el abstencionista pasivo. El estudio tomó una muestra que abarcó diferentes variables desde la edad, diversas regiones, ambos sexos, los espacios rurales y urbanos, hasta el factor étnico.
Los resultados de la investigación logran expresar las situaciones específicas, las razones objetivas y subjetivas, y el contexto en los cuales se inhibe el voto libre. Las situaciones de estos votantes, que abarcan a millones de mexicanos, son del siguiente tipo: los sujetos de coerción son ciudadanos que tienen un empleo en el gobierno; los que tienen que conseguir algún tipo de permiso para trabajar (ambulantes, taxistas, microbuseros, micro y pequeños comerciantes); los que están en algún programa de beneficio social o son parte de una política gubernamental (leche, becas, tortillas, desayunos, créditos o subsidios). Este mundo está poblado de gestores, líderes, funcionarios, caciques, es decir, actores que hacen funcionar la coerción sobre el sufragio. El famoso voto del miedo, parte central de la estrategia del partido oficial y del gobierno, tiene componentes reales, como los que hubo en 1994 (asesinatos, guerrilla), y también tiene estrategias premeditadas (``si gana la oposición puedes perder lo que tienes''); hoy estas formas de voto del miedo tienen su mayor impacto en las zonas donde hay una fuertes rupturas sociales (Chiapas, Guerrero). El votante más frágil, que fue caracterizado como volátil, es el ciudadano que se encuentra en situación de alta precariedad y pobreza, el que vende su voto a cambio de una despensa, un costal de cemento, o simplemente de unos cuantos pesos. El abstencionista pasivo está completamente alejado de la vida pública; para este grupo las elecciones y el voto no tienen ningún significado.
Los resultados generan un conocimiento novedoso sobre este complejo problema: 1) La coerción se percibe con claridad; se sabe que es ilegal; se acepta como algo ``normal''; se conocen los mecanismos de operación, como la amenaza, el chantaje o el condicionamiento. 2) El miedo es una variable relacionada con la falta de certezas frente al cambio, a lo desconocido; son también actitudes de desconfianza frente a la participación. 3) La compra y el voto volátil son básicamente variables de la precariedad; el voto sirve para hacer un intercambio inmediato y pragmático. 4) El abstencionismo es una situación compleja que se da desde la forma más pura, pasando por factores como la migración, y llega hasta la que es reflexionada.
En este mundo de votantes coercionados, pobres y atemorizados, situación cotidiana para millones de ciudadanos, se encuentra uno de los principales retos políticos de todos aquellos que quieren un cambio pacífico a la democracia. No es exagerado decir que en este territorio se librará la principal batalla antes y durante el próximo 6 de julio.