Horacio Flores de la Peña
Economía ficción: va de nuez
El presidente de la República, en un acto solemne y preelectoral, presentó el Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo 1997-2000, whatever that means! En resumen puede decirse de este documento que equivale a más de lo mismo y está dado por la misma gente, que ya tienen largos 15 años en el poder y en los fracasos.
Cuando ganó Lionel Jospin las elecciones en Francia dio como razón de su inesperado triunfo que el electorado francés se había cansado de recibir más de lo mismo y de la misma gente que los había gobernado desde hacía mucho tiempo. Algo muy parecido ocurre en México.
En efecto éste será la continuación de los planes globales de 1976, 1982, 1988 y 1994. Todos hechos por la misma gente, dentro del más ortodoxo neoliberalismo. Ninguno de estos planes se cumplió porque la realidad no quiso ajustarse a las metas mezquinas de la economía neoliberal. Si estos técnicos ya fallaron antes, no podemos tenerles confianza y esperar que ahora tengan éxito.
En esto la situación francesa no era distinta a la nuestra, ya que en México cerca de 80 por ciento de la población no tiene confianza en el gobierno. Me pregunto qué pasaría si este plan se somete a referéndum.
Quizás por ello la presentación de este programa se hizo frente a un auditorio cautivo y en Los Pinos, que se convierte cada día más en el búnker del alto mando del neoliberalismo nativo, o sea empresarios y burócratas, los aplaudidores automáticos de todos los presidentes. A los empresarios les pareció muy bueno --aunque no creo que la mayoría lo haya entendido--, pero de paso piden más canonjías para portarse bien. La mayoría de nuestros empresarios es como los becerros de mala raza: maman, chillan y dan topes. Son los mismos que ambicionan someter el ejercicio de la democracia a su derecho de veto, determinado por su codicia y por su ``confianza'' en la política. Este es el chantaje de siempre, en el que ya sólo ellos y los ingenuos creen.
El programa consiste en formalizar un crecimiento estable del PIB de 4.5 a 5.6 por ciento al año, generar un millón de empleos e incrementar el ahorro interno, me imagino que reduciendo el consumo suntuario, porque las clases populares no tienen ingresos espectaculares. Este énfasis en el papel del ahorro es parte de la economía ficción neoliberal y surge de identificar la economía doméstica con la economía política.
Como el objetivo de toda política económica es crecer más y distribuir mejor, este programa sólo garantiza un éxito parcial, porque falta el complemento, la política distributiva, que es en buena parte la determinante del aumento de la demanda efectiva, y sin éste no se puede sostener la meta de crecimiento del PIB.
Aunque los autores sean economistas, no pueden ignorar que para caminar rápido hay que apoyarse en ambas piernas. Una sola parte del crecimiento no garantiza el aumento del nivel y la calidad de vida o la reducción de la pobreza, y ni siquiera la inversión misma.
Para crecer hay que invertir, y nadie lo va a hacer sin contar con un mercado interno en expansión. El caso de producir para exportar es posible, independientemente del nivel de los ingresos populares; así lo hizo Inglaterra en el siglo XVII. Este es uno de los éxitos del neoliberalismo: ofrecer a la población el pasado remoto como futuro inmediato.
De los aspectos sociales de este documento nos ocuparemos en otro artículo, porque aún son más etéreos y no tienen sustento alguno. Después de tanto fracaso tenemos razón para ver con desconfianza las iniciativas públicas en el campo económico y social.
Sería bueno que se garantizaran responsabilidades de los distintos sectores en la ejecución del programa y que se dijera cuáles serán las políticas de salarios y de subsidios (¿se va a seguir subsidiando solamente al capital?) y cuál será la política fiscal (¿se seguirá recurriendo más al petróleo y al endeudamiento que a los ingresos fiscales?). En fin: son muchas preguntas que aún no tienen respuesta, y sin ellas el programa carece de seriedad.
Hay que tener presente que el éxito de este programa es muy importante para el futuro del país. Quince años de neoliberalismo nos han demostrado que el mal manejo de la economía degrada todas las relaciones sociales, pues propicia aumento de la desocupación y la miseria y afecta incluso la creación y difusión de la cultura, con lo que acentúa la dualidad social, política y económica, y envilece en forma constante y progresiva el desarrollo de la educación, la cultura y de todas las formas de la vida civilizada en sociedad.