Néstor de Buen
Los pobres, financieros del desarrollo

A Salvador Guerrero Chiprés. Con orgullo jornalero

Era de esperarse. Porque desde los anuncios primeros del Plan Nacional de Desarrollo, 1995-2000, ya era evidente que la solución de los problemas económicos del país tendría que descansar en la utilización de los recursos de los trabajadores. El mecanismo, anunciado desde entonces era desviar las cuotas de la seguridad social hacia el sistema bancario, crear cuentas individuales, lo que rompe de frente con la solidaridad, principio sin el cual la seguridad será lo que se quiera menos seguridad social; eliminar la obligación genérica del IMSS para cubrir las pensiones y poner los fondos a la disposición de los señores banqueros para que con ellos adquieran valores de renta fija, papeles de riesgo, quiere decir acciones de sociedades mercantiles y papel del Estado.

Hoy esos fondos viajan fuera del alcance de los trabajadores y del IMSS, sometidos a la tutela hacendaria de la Consar para alimentar las carencias de los bancos y las angustias del gobierno.

Antes ese dinero sirvió para crear la infraestructura hospitalaria del IMSS, extender sus beneficios a prácticamente todo el país, sin duda con una clara desviación de su destino capitalizador, obligando al drama del sistema de reparto que cobra a los aportantes y con el mismo dinero paga a los acreedores sociales.

Por supuesto que no es lo mejor. Pero no faltaban razones.

En el famoso ``Diagnóstico'' que preparó con vistas a la reforma de la ley la dirección del IMSS, se decía precisamente que había sido un error histórico disponer de los fondos del seguro de invalidez, vejez, cesantía en edad avanzada y muerte para construir la infraestructura reclamada por el seguro de enfermedades generales y maternidad. Pero lo que no se decía es que esa política, tal vez infortunada desde la perspectiva de la pobreza sobrevenida de los fondos de pensiones, no fue otra cosa que la consecuencia directa de la rebaja criminal de los salarios: de ellos derivan las cuotas, y de los despidos masivos en los que el gobierno ha sido un notable protagonista. También los bancos.

¿Con qué recursos podría el IMSS haber sobrevivido, si su ingreso principal y las afiliaciones se vieron mermados de manera tan dramática?

Si en el pasado disponer de los fondos el propio IMSS permitió dar cumplimiento a la responsabilidad social, hoy esos fondos desaparecen de su control. En lugar de hospitales, clínicas y centros médicos, papeles. De esos que a veces bailan en las vacilaciones de la Bolsa de Valores. De esos que en la primera cláusula de los contratos de las afore se dice que no permiten garantizar resultados positivos.

Precisamente en Chile, patria del sistema privado de pensiones que seguimos religiosamente, en los dos últimos años los fondos han tenido un resultado negativo.

Quizá en nuestro futuro no tan lejano, ya no se construirán hospitales y clínicas. Pero eso no es problema. Un artículo que vivió latente en la ley aún vigente, el 97, se repite ahora con el mismo texto y el número 89 y autoriza al IMSS a subrogar servicios mediante convenios con las empresas que se comprometerán a proporcionarlos directamente a cambio de no pagar determinadas cuotas. Pueden ustedes apostar que ese será el camino para justificar que no se construyan hospitales. No es difícil que con el tiempo no solamente no se construyan sino que los actuales sean vendidos.

Eliminadas las obligaciones de dar pensiones y subsidios y de prestar atención médica, muy poco quedará de la seguridad social. Los viejos teatros ya pasaron a otras manos. No es difícil que sigan la misma suerte los centros vacacionales...y lo demás, guarderías incluidas.

Pero debemos estar muy satisfechos. Con los recursos de los trabajadores, el gobierno y la banca disfrutarán de un financiamiento espléndido y de costo mínimo, además beneficiado con generosas comisiones para las afore.

La alternativa será que nuestra empobrecida sociedad regrese a las viejas fórmulas de los curanderos y de la solidaridad familiar.