Este será un mes muy movido en términos electorales. Los partidos y los candidatos echarán todo por delante para lograr por todos los medios, legales y subrepticios, deseables e indeseables, modernos y caducos, consolidar los votos a su favor. La transición política ha creado una mayor conciencia entre los ciudadanos, así como instancias para la organización y vigilancia de los procesos políticos electorales, pero no ha podido crear una competencia política que erradique viejos vicios y deformaciones, algunos de ellos todavía visibles en los medios de comunicación, sobre todo en la televisión. De estos vicios participan las diversas fuerzas contendientes de una u otra manera y con fuerzas desiguales.
A estas alturas del periodo electoral se empieza a ver que se vale de todo. Las encuestas marcan algunas de las tendencias en las preferencias de los votantes, tanto para las elecciones al Congreso y a las gubernaturas que están en disputa. Lo que puede observarse es una cierta convergencia en los resultados de esas encuestas, pero aunque hemos aprendido a usarlas como un elemento para seguir y analizar las campañas y como una forma de predecir los resultados, o cuando menos de tener una expectativa sobre ellos, eso no quiere decir que sean infalibles. En el caso de la ciudad de México, las encuestas han ido perfilando un cierto patrón de preferencias electorales y, mientras eso ocurre, aquellos que no son favorecidos o pierden posición las cuestionan más fuertemente.
Los escenarios electorales para el Distrito Federal no están ya definidos. No puede descartarse que los resultados se contrapongan a la imagen que nos hemos creado a partir de las encuestas, y también de aquellas derivadas de debates, multas por exabruptos, acusaciones de todo tipo, descalificaciones personales y políticas, en fin, de todo un espectáculo que deberá ir cambiando para que la reforma política se acompañe de otra forma de hacer política. En las elecciones para el Congreso hay encuestas que muestran que el PRI podría acercarse a una mayoría que le diera un efectivo control legislativo a partir de la cláusula de gobernabilidad.
El Estado cuenta, sin duda, con muchos recursos de los cuales echan mano en esta fase final de las compañas electorales, la relación entre las fuerzas políticas noson de equidad. El Instituto federal Electoral, no hay que olvidarlo, no cuenta con los mecanismos para hacer una verdadera auditoría de los gastos de campaña, y ahora puede verse por qué el PRI se inconformó contra la recomendación de suspender la propaganda política en una etapa previa a la elección. Lo que se ve es una verdadera política keynesiana en favor de las empresas de publicidad en torno a las acciones del gobierno. La maquinaria política construida durante los últimos sesenta años está ciertamente desgastada, mas no inutilizada.
Pero tampoco puede descartarse que los resultados de las elecciones para el gobierno del Distrito Federal y para la Cámara de Diputados resulten en una forma masiva de declarar la voluntad de un cambio en el país. Ese escenario sería como un terremoto político que obligaría a reconformar las fuerzas políticas y el mismo ejercicio del poder. Sabemos que México no es la Gran Bretaña, ni tampoco es Francia, pero como hemos visto en las últimas semanas esas cosas ocurren. Mientras nos acercamos al 6 de julio, lo último que quisiéramos ver en este mes que queda de campañas es que algú partido se apropie de uno de los hechos más relevantes y sonados del año ocurridos en el país y que se use a las mismas Chivas Rayadas del Guadalajara como parte de los ritos propios de un rebaño sagado, pues eso, como sabemos por las antiguas escrituras, está penado con la ira divina.