Guillermo Almeyra
Un mundo con hipo

Este mundo no funciona linearmente sino con sobresaltos, casi con hipo. Dentro de la hegemonía de Estados Unidos se producen, en efecto, acontecimientos que causan avances y retrocesos en la influencia de Washington y, por lo tanto, en la relación de fuerzas mundial.

Por ejemplo, Clinton logra un acuerdo con Yeltsin que prácticamente pone a Rusia en la órbita de la OTAN (instrumento de potencia y de dominación controlado por Estados Unidos) y, aparentemente, consolida su flanco europeo pero, simultáneamente, el Cuervo Blanco entra en violenta confrontación con la Duma y con las fuerzas armadas y el papel recién firmado pierde así buena parte de su consistencia. Al mismo tiempo, en Francia gana el gobierno la izquierda que mantiene en gran medida el nacionalismo de Chirac (o sea, la competencia con Estados Unidos en todo el globo), pero le agrega la solidez que obtiene de una política social (reducción de la semana laboral, lucha contra el desempleo juvenil) que resulta sumamente contagioso en Europa y, es de preverlo, incluso del otro lado del Atlántico. También y aunque Tony Blair es llamado Tony Blinton (por el parecido político con Bill Clinton) y es, por supuesto, tan atlantista como los tories, su política social debilita la alianza de hierro entre Washington y los sucesores de la Dama de idem, Margaret Thatcher, porque para hacer una política militar agresiva se necesita disciplina social, dinero e insensibilidad política, cosas que un gobierno social-democrático no puede permitirse sin graves problemas.

Por lo tanto, en Europa, donde el gobierno derechista de Kohl se convierte cada vez más en una isla aquejada por múltiples problemas, la tendencia no favorece mucho a Washington y sí a sus adversarios.

Al mismo tiempo, el triunfo de los mullahs iraníes moderados y aperturistas rompe todo el esquema estratégico de Estados Unidos, que en el Golfo se basa sobre el doble bloqueo (a Irak y a Irán) y sobre el control total del petróleo, por un lado y, por el otro, sobre el papel represivo privilegiado concedido a Turquía (contra Irak y Palestina, y amenazando a Siria, pero también a Chipre, Grecia y Serbia) y, sobre todo, a Israel (que provoca continuamente a los palestinos y trata de dividir al mundo árabe). El bloqueo contra Irak, causante de cientos de miles de muertes y que avergüenza a la humanidad, por supuesto seguirá, pero contra Irán será difícil que se mantenga. En efecto, Europa y Rusia desafían ya a Estados Unidos vendiendo a Teherán tecnología, armas y usinas nucleares y Japón es el principal cliente del petróleo iraní, cuya venta impide que Estados Unidos tenga el monopolio del combustible en esa zona. Además, Estados Unidos estimuló constantemente a los talebanis afganos, utilizando para ello el Pakistán, para presionar a Irán (que es chiíta y no sunnita, como el régimen de Kabul) y a la Rusia, en Asia Central. pero ahora los talebanis (con la mano oculta de los rusos) están siendo derrotados y no pueden presionar a nadie. De modo que la política de Estados Unidos para Asia Central sufre un compás de espera y hasta un retroceso.

A esto se agrega que China incorpora a Hong Kong el mes que viene y se refuerza como potencia regional. Estados Unidos puede amenazarla militarmente en el archipiélago de las Perlas (que reivindican China, Indonesia, Filipinas, Vietnam y Taiwán), pero China puede esperar (sobre todo cuando es el principal mercado para los inversionistas de Estados Unidos). Aunque Washington está tratando de imponerle a Japón una especie de vasallaje militar (participación nipona en las expediciones militares estadunidenses, libre utilización de EU de puertos y aeropuertos civiles japoneses en caso de conflicto en la zona) ni eso es inmediato ni es fácil y China está tratando de modernizar su ejército con armas rusas y llega a acuerdos con Moscú y con Nueva Delhi, lo cual plantea una amenaza contra el predominio estadunidense en el Pacífico y en el Lejano Oriente.

¿Significa esto que Washington dejó de dirigir el baile que nos ha impuesto el capital financiero internacional? Por supuesto que no, pero s no lo hace ya del mismo modo que en los últimos veinticuatro meses. Eso no es poco. Sobre todo cuando los vientos del sur soplan sobre Grecia, la península ibérica, Francia, Inglaterra, Bélgica y comienzan a descongelar parcialmente el panorama sociopolítico europeo resultante de la Era Glaciar tatchero-reaganiana.