La crítica y el mensaje. El mundo ha sido orientado hacia la globalización, haciéndose cada vez más homogéneo y, al mismo tiempo, más heterogéneo, afirma Sergio Bagú en Catástrofe política y teoría social. La unificación es de tal naturaleza que una maniobra en la Bolsa de Nueva York puede ocasionar en horas la depreciación de la moneda en un país sudamericano, y ésta, a su vez, un descenso inmediato en el nivel de vida de un sector numeroso de la población nacional. Pero las reacciones frente a esa dinámica no se dejan esperar; ella misma contribuye a que afloren las particularidades y los perfiles propios de cada comunidad, al igual que los conflictos derivados de la creciente desigualdad, extremándose los problemas sociales.
Lo más grave es que se vive violando una regla de oro fundamentada en una larga experiencia. Esta regla de oro --ajustar el consumo a la producción para frenar el desastre-- no sólo es violada por Estados Unidos, sino por sus socios del Grupo de los Siete Países más industrializados del mundo. Estas siete naciones cubren su desajuste entre la producción y el consumo, su déficit orgánico, con recursos originados en otros países ubicados en un escalón inferior del desarrollo capitalista. La vía para neutralizar su déficit productivo es obvia: a través del comercio internacional y de la dominación colonial y económica. El costo de un mundo tan injustamente organizado es altísimo: en el mundo viven en la pobreza absoluta mil 300 millones de seres humanos, a los cuales se agregan diariamente 70 mil nuevos pobres.
Sergio Bagú no ha querido entregar al público un libro crítico que sólo se limite a señalar la catástrofe política del siglo XX. Por eso bulle en su interior la urgencia de formular una evaluación con algo de pronóstico, aunque no se pronuncie al respecto, dejando al lector la responsabilidad de afrontar este reto en su tarea investigativa.
Destaca dos hechos fundamentales en el siglo actual: la humanidad superó las amenazas del fascismo y de la guerra atómica. Todavía más: en la posguerra el mundo inauguró la etapa de progreso económico más acelerada de la historia --antes del periodo recesivo de hoy--, que desembocó en la revolución tecnológica más completa.
Los tipos organizativos actuales se encuentran en crisis no obstante que han dejado núcleos de experiencia utilizable. En su libro, desde la introducción, postula su deseo de contribuir a devolver la esperanza a historiadores y sociólogos jóvenes para acometer mejor su trabajo profesional. Lanza un mensaje de fe en el ser humano, al que no considera en ningún momento como un monstruo que se autoinmola; por el contrario, se trata de un ente capaz de alimentarse de lo justo y lo bello.
Bagú sabe perfectamente que no todo es enajenación en el mundo. Al pasar revista a las fuerzas del cambio se refiere al papel de los intelectuales, citando a Gerard Piel, quien en una obra planteó la necesidad de volcar todo el conocimiento científico del primer mundo en el desarrollo del tercer mundo, lo cual cambiaría de raíz la situación.
Pero además menciona lo que pueden hacer no sólo las fuerzas políticas, sino también las organizaciones no gubernamentales, los sindicatos renovados e inclusive la multitud anónima con su improvisación organizativa de emergencia.
La reconstrucción, a su entender, debe asentarse sobre principios y programas que se concilien con las necesidades de las comunidades humanas. Hay que alcanzar -expresa finalmente el Bagú ético- un nivel social de bienestar y justicia que permita proclamar que la utopía puede transformarse en realidad.