A fines del presente año, el primer gobierno electo en toda la historia del DF recibirá una rica herencia: cinco de las obras hidráulicas y de transporte más grandes de Latinoamérica, e incluso del mundo. Se trata de una majestuosa herencia cuya conveniencia de recibirla debería ser evaluada desde ahora por los candidatos al gobierno, pues como toda herencia endeudada tendrá consecuencias en sus finanzas. Conviene revisar los propósitos y evaluar los alcances de tales obras, pues es muy probable que sus perspectivas dependerán no sólo de quien gobierne la ciudad, sino principalmente de la composición de las nuevas fuerzas políticas en la Cámara de Diputados, encargada de aprobar sus montos en los próximos tres años.
La primera obra es el Drenaje Profundo. Iniciado en l967, sus primeros l50 kilómetros de túneles se completarán seguramente en l998. Su emisor central es un túnel a 240 metros de profundidad, lo que representa el drenaje más grande del mundo; en época de lluvias se expulsan por ahí 2l0 mil litros de agua cada segundo, 80 por ciento de la cual es precisamente pluvial. Una evaluación de esta magna obra, orgullo de la ingeniería mexicana, debería centrarse en la conveniencia de seguir construyendo gigantescos drenajes diseñados principalmente para el desalojo de agua de lluvia o si, por el contrario, deberían construirse obras para aprovecharla y retenerla.
Otra es el Acuaférico, un gigantesco túnel iniciado en l980 que distribuye parte del agua proveniente del Cutzamala en toda la sierra del Ajusco. Se han concluido 22 de los 30 kilómetros que pretenden extenderse hasta Milpa Alta.
De seguir entregando el líquido exclusivamente para usos urbanos, la obra podría convertirse en un detonador de la urbanización del Ajusco. Hay necesidad, por lo tanto, de destinar parte del agua a los campesinos para hacer más rentable la agricultultura de la sierra, impidiendo así la expansión de la mancha urbana hacia esa zona de recargas acuíferas.
La tercera obra heredada al nuevo gobierno es la Línea B del Metro. Será concluida seguramente el año venidero y transportará alrededor de 500 mil usuarios de Ecatepec a Buenavista. Tendrá que revisarse el diseño de la ruta, fundamentado en seguir concentrando usuarios hacia la zona central de la ciudad y generando irremediablemente en sus terminales mayor comercio ambulante y paraderos de microbuses. Estas tres obras representan en conjunto, casi el 40 por ciento del presupuesto del DF.
Las restantes dos son obras hidráulicas decididas por el gobierno federal y que, por su considerable financiamiento externo traducido en deuda, tendrán aún mayor impacto en los presupuestos públicos del nuevo gobierno. Uno es el sistema de abastecimiento de agua proveniente del Río Temascaltepec. El proyecto pretende elevar el agua de dicho río 270 metros hasta la Presa Valle de Bravo por medio de un acueducto de 23 kilómetros, once de los cuales serán subterráneos atravesando dos enormes cerros. El mayor cuestionamiento es que sólo aportará 5 metros cúbicos de agua, cuando las pérdidas estimadas por fugas y roturas en toda la red es de l8. La obra ha sido autorizada a sabiendas del rechazo de algunas comunidades de la región, mismas que seguramente se preparan para realizar aquí, el próximo año, sus protestas ante el nuevo gobierno.
Las Macroplantas de Tratamiento son las últimas obras; una de ellas, la más grande del mundo con una capacidad de 44 metros cúbicos por segundo. Parte del gigantesco financiamiento, del orden de los mil millones de dólares, en su mayoría externo, será aportado por el DF. Lo medular es saber con precisión, cuál será el destino del agua tratada, pues su ubicación en las salidas de los cuatros drenajes de la ciudad hace pensar que la mayor parte se destinará al Distrito de Riego de Tula. O sea que poco servirá para usarse en la ciudad, limitando el propósito de reducir la extracción de agua del subsuelo, como supuestamente han afirmado las autoridades.
La importancia y dimensión de las obras heredadas require por ello mesura y profundidad para ser evaluadas en forma objetiva sin los velos de las ideologías partidistas. Las deudas deberán, en efecto, cumplirse. Pero la rica herencia tendrá que ser compartida con el gobierno federal, como lo plantea Cuautémoc Cárdenas al referirse a la indispensable negociación de la deuda que deja la actual administración. El PRI la ha asumido con el tradicional silencio del PAN. Pero de no ser ellos el futuro gobierno, a partir del 6 de julio se necesitará construir los puentes que den paso a los indispensables acuerdos de gobernabilidad para compartir el poder con el Ejecutivo Federal. En el fondo, se trata de limitar el excesivo centralismo de la federación en ésta que también es su casa; y ello dependerá de la composición política de las Cámaras Legislativas.