Los fueros de la teoría social. En la última parte de Catástrofe política y teoría social, libro de próxima publicación, cuya lectura comparto con los lectores como una primicia, Sergio Bagú formula reflexiones muy puntuales sobre las ciencias sociales, que incluyen la economía, la sociología, la antropología cultural y la geografía humana, dando pistas a los investigadores jóvenes para construir y retomar herramientas que permitan interpretar con mayor sagacidad el mundo de hoy.
Para construir teoría, considera el autor, existen dos vías posibles hacia el conocimiento: ``la información más completa y la lógica más refinada''. Respetando siempre la verdad -continúa-, es indispensable resumir lo que ya conocemos y, además, ``imaginar dinámicas básicas hasta entonces no sospechadas o apenas vagamente intuidas''. Su sugerencia de la búsqueda incesante para descubrir lo que es real, lo que está presente pero no se percibe enseguida, sino con dificultad y esfuerzo, nos parece una de las grandes pautas a seguir por los analistas políticos.
A juicio de Bagú, algunas de las dudas que asaltan a las personas dedicadas a las ciencias de la sociedad en su acercamiento a la verdad, radican en la fragmentación del conocimiento debido al predominio de la teoría económica mal concebida. Y aprovecha el aserto para evocar que el único Premio Nobel en Ciencias Sociales, que data de 1969, es el de Economía,
señalando críticamente que el mismo no valora el aporte teórico, sino la creación destinada a la mejor organización empresarial y a la obtención del mayor beneficio.
Para don Sergio, en el núcleo de cada una de las catástrofes políticas que se han producido se evidencia una construcción cultural en crisis. Los errores de enjuiciamiento que cometemos están relacionados con nuestra equivocada convicción de que la visión occidental es la única expresión posible de racionalidad, sin reparar en que cada comunidad humana es una realidad con su propia racionalidad, visión del mundo, peculiaridades y talentos, y que la memoria del pasado desempeña una función cultural trascendental en toda organización social.
Con su estilo personal, nos previene contra el mito del eterno retorno, afirmando que la historia de las sociedades humanas no se repite. Lo que ocurre es que en diferentes formas organizativas históricas se aceptan ciertos valores sustantivos y ciertos aprendizajes comunes que desaparecen y reaparecen en el curso de la humanidad en coyunturas diversas. Entre las lecciones constantes y primordiales deducidas de los diferentes momentos históricos recorridos figura la recomendación, para evitar una hecatombe, de mantener un equilibrio entre la capacidad productiva y el nivel de consumo de una comunidad. Y aquí es donde nos parece que don Sergio sienta sus reales para poder explicarnos sencillamente la contradicción cardinal en que se debate el mundo de este siglo XX próximo a terminar.