José Ureña
La propuesta laboral del PAN, una mala reproducción del Estatuto de los Trabajadores de España: Millán Campa Cifrián salvó una reunión de promotores del voto; al parecer la campaña de Del Mazo se apoyará en la estructura del tricolor
``Copia textualmente sólo las partes que le convienen'', no las que garantizan bienestar al obrero. Por ejemplo, dice Millán, propone crear comités de empresa que sustituyan los contratos colectivos de trabajo para que el obrero no tenga contacto con el patrón.
El secretario general del PRI afirma que parte de esta plataforma estará a debate en el futuro.
Los estrategas de Alfredo del Mazo hablaron con urgencia el viernes por la tarde a la sede del PRI capitalino. Tenían programada para las 20 horas una reunión con los promotores del voto en la colonia Asturias y la gente no llegaba. El candidato tendría un evento sin ángel ni gente. La premura llegó a Roberto Campa Cifrián, quien acudió y convocó de último minuto.
El acto se salvó y Campa, con su oratoria y el control de la estructura, se llevó los vivas y los aplausos de los asistentes. Ahora, por ésta y otras experiencias, se asegura que por fin Alfredo del Mazo montará su campaña en la estructura del PRI. ¿Será?
A propósito de Campa, sus asesores andan muy activos en la búsqueda de informes y es sorprendente la cantidad de expedientes que han conseguido sobre supuestos antecedentes penales de varios candidatos, propios y ajenos.
Es decir, el 11 de junio, cuando acuda ante el MP, puede dar la sorpresa con la entrega de información que, de confirmarse, inhabilitaría a varios prospectos a diputados.
Por lo que toca al citatorio, lo atenderá con la entrega de cartas membretadas de la Procuraduría de Justicia del DF, donde esta dependencia da los nombres de quienes en la semana fueron acusados de tener antecedentes penales.
Un embrollo para la dependencia, pues luego entregó cartas en sentido contrario a los perredistas que lo solicitaron.
¿Falsificación de documentos oficiales? Eso deberá aclararlo la propia Procuraduría.
Humberto Roque Villanueva irá esta semana a Baja California, primera entidad ganada por un panista y hoy con dificultades electorales. Se teme por tres y eventualmente cuatro candidatos, por más que las encuestas de la Universidad Autónoma estatal aseguren que por fin se recuperará Tijuana, donde está más de la mitad del padrón.
Hace seis años Sócrates Rizzo García buscaba la gubernatura de Nuevo León como primero de la avanzada salinista. No tuvo problemas para ganar, gracias al apoyo del gobierno federal. Cuatro años después fue retirado del cargo por su mal gobierno y por el avance de la oposición.
Hoy estudia en Estados Unidos, ajeno a la realidad de su estado. Con él, anfitrión de aquel ayuno total de Carlos Salinas de Gortari en marzo de 1995, pudo irse la última esperanza de un proyecto transexenal, aunque todavía haya gente afín al ex mandatario en varios estados.
Yo liquidé la Revolución. Esta confesión, literal o adecuada a su prosa agradable, aparecerá impresa en el próximo libro del ex presidente José López Portillo y Webber, un volumen que apenas toma forma y título: Poder y presidencialismo.
El hecho conlleva una carga emotiva. No es que el autor y político esté o se declare satisfecho con haber guiado los últimos pasos del movimiento social de 1910, sino que lo venido después de él tiene otra inspiración.
Es la fase neoliberal y el discurso globalizador a los que se han apegado, con guión foráneo desde 15 años ha, el heredero que él eligió en 1981 y los herederos que sus herederos eligieron en 1987 y 1994.
Nadie podría adelantar con precisión, tal vez ni el hombre que mermado de sus facultades físicas busca con publicaciones un espacio entre los intelectuales mexicanos, las afirmaciones exactas que contendrá la obra.
Pero sí es posible adelantar el guión y algunos elementos. En páginas y páginas López Portillo repasará la historia del poder presidencial a la luz de la Reforma, de la Revolución y de la pos Revolución Mexicana.
Describirá a esos personajes llenos de poder que, con ley o sin ella, con reglas escritas o tradiciones políticas, con respeto a su discurso o en contra de él, concentran en su persona Estado y gobierno.
Por ahí aparecerá, historia suya, la forma en que él se negó a entrar en el neoliberalismo y, en aras de evitarlo, dictó las últimas acciones revolucionarias que se conocen: el control de cambios y la nacionalización bancaria.
Fue una tentación de años, tal vez desde su arribo presidencial en diciembre de 1976. Encontró una banca inútil, unos capitalistas voraces que sólo captaban valores del Estado y dólares, que hacían de la conversión de monedas su negocio.
Para desgracia del país, tuvieron apoyo en el Banco de México. Miguel Mancera Aguayo era proclive a esta dolarización y no lo disimulaba durante sus pláticas con el entonces presidente y su gabinete económico.
Las reservas se agotaban y desde las ventanillas bancarias salía la recomendación de adquirir moneda verde como única alternativa de protegerse contra la inflación, contra una eventual devaluación.
López Portillo prepara otro libro
donde analiza el poder presidencial
a la luz de la Reforma, la Revolución
y la posRevolución Mexicana
Vino febrero de 1982 y, escuálido de fondos, el Estado decidió retirarse del mercado. La falta de apoyo al peso aumentó las incertidumbres. Fue el momento en que Mancera Aguayo presionó al presidente para entrar en el neoliberalismo.
Fueron meses de mucha tensión. Mancera insistía, con los mexdólares como instrumento operativo, en subvencionar al capital privado, al especulador. López Portillo analizó la disyuntiva y se decidió por la Revolución.
El 31 de agosto de 1982 --``fue una medida tardía'', reconoce hoy-- envió a su hijo José Ramón a la casa del presidente electo, Miguel de la Madrid Hurtado, a informarle que al día siguiente aparecerían los decretos de expropiación bancaria y la instauración del control de cambios.
De la Madrid expresó su desacuerdo y aún hoy es imposible olvidar aquella seriedad de preocupación en el Palacio Legislativo cuando más de 2 mil 300 invitados, empresarios excluidos, se levantaban y aplaudían para escuchar la profecía que no se cumplió:
--Ya nos saquearon; no nos volverán a saquear.
Lo que siguió a López Portillo es realidad actual: la banca regresó a manos privadas y su administración inútil ha sangrado a un Estado que cobra impuestos al público y los gira para beneficio de unos cuantos.
El aval de esta política gubernamental es el Partido Revolucionario Institucional, cuyos diputados y senadores respaldan la medida y seguramente mantendrán este apoyo en la próxima Legislatura.
No es especulación: a cada candidato le entregaron un folleto donde se le pide defender tal acción. Retirar ese apoyo, sostiene por tesis, sería quitar un eslabón a la salud financiera y dar paso a la quiebra de bancos, al caos.
Es deseable que López Portillo actualice esta parte de la historia con mayor profundidad. Por lo pronto la ciudadanía parece retomar el tema y analizarlo en las urnas, donde el PRI y su gobierno han recibido las peores calificaciones.
Esto ha derivado en un debilitamiento del poder presidencial, tema del libro de futura aparición.
El autor sostiene que ese poder no morirá porque es parte vertebral de la historia mexicana del siglo XX, pero le sorprende que decline con el siglo.
Por lo averiguado, el análisis no desembocará en una condena insalvable o la descalificación de los sucesivos presidentes: Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo Ponce de León.
``Se han visto obligados'', ha dicho. Tal vez. Lo cierto es que López Portillo habría seguido con otra filosofía, la revolucionaria. Es decir, habría encerrado al país y buscado soluciones con recursos propios.
Con aquella política éste sería otro México. No estaría dividida la familia partidista que le daba sostén ni hoy andarían, qué casualidad, políticos impulsados por López Portillo en pelea por el primer gobierno democrático del Distrito Federal.
Ambos, Cárdenas y Del Mazo, fueron impulsados desde la Presidencia. El primero fue llamado del Senado para ser subsecretario Forestal y el segundo dejó el Banco Obrero para hacer campaña en el estado de México.
Los dos han mantenido contacto con quien los impulsó, ahora inmóvil de su costado izquierdo. Van desde trincheras diferentes, uno heredero de un hombre con mucho nombre al que admira López Portillo, y otro bajo los colores oficiales.
--¿Es usted priísta? --ha preguntado alguno.
--Sí, soy priísta --responde el anfitrión.
--¿Por qué?
--Por disciplina, nada más.
Priísta sí, pero no activo. Reapareció en su partido aquella vez que Jorge de la Vega Domínguez fue insistente y, nadie duda que con instrucción delamadrista, acudió a la casa de López Portillo en Cuajimalpa:
--Necesitamos demostrar unidad --le dijo.
--Unidad. ¿De qué les sirve un ex presidente? Uno debe estar retirado y no interferir.
--Son necesarios usted y Luis Echeverría.
--¿Va a ir Luis?
--Sí, ya nos dijo que sí.
Era una asamblea de la unidad y sí, fueron los dos ex mandatarios vivos del momento pero sin influencia en la sucesión que se acercaba, la del hoy defenestrado y a punto de regresar al país, Carlos Salinas de Gortari.
De la Vega citó para un evento de unidad y fue lo contrario. En su discurso, el central del acto, habló de caballos de troya, de quintacolumnas, de traidores a los que luego les puso nombre y rechazo: Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo.
Esos caballos salieron retozando del Auditorio Nacional y hoy como nunca han puesto en jaque al sistema priísta, el que parió a los presidentes neoliberales y a los que ha jurado amor permanente y para la próxima Legislatura.
Hoy los ex presidentes han sido llamados para apoyar al PRI contra aquellos ``caballos de troya'' de 1986 y 1987. Cartas personales de la dirigencia del partido --Estimado Luis:, Estimado José:-- los convocan.
Ninguno ha contestado. En cambio, han abierto las puertas de su casa a candidatos de varios partidos, priístas incluidos, e intercambian puntos de vista. A todos desean suerte, para todos tienen anécdotas y opiniones. Nada más.