David Márquez Ayala
El reflujo

Poco a poco la vertiginosa carrera ascendente del neoliberalismo, la nueva fase salvaje del capitalismo a escala mundial, empieza a menguar.

Tras cerca de un cuarto de siglo de ``éxitos'' en transformar la economía del orbe hacia su proyecto globalizador --pasando por la virtual destrucción y privatización del sistema económico internacional, el control político de países clave (Reagan en Estados Unidos, Thatcher en el Reino Unido, Kohl en Alemania, Gorbachov en la URSS y Yeltsin en los restos... y muchos otros gobernantes menos notorios en el Grupo de los Siete y en el resto del planeta), la desarticulación de las economías atrasadas del Sur, el aumento exponencial de la pobreza en el mundo y otros logros que sería largo enumerar-- en los últimos años, paso a paso, va creciendo en todos los confines y desde el seno mismo del sistema una oposición aún débil pero cada vez más estructurada para contener al neoliberalismo, la más grande contrarrevolución social de todos los tiempos.

Los hombres superfluos, los seres humanos prescindibles que le sobran al modelo global, aquéllos que ya no le son útiles ``ni siquiera para explotarlos'', como diría Viviane Forrester en su libro El horror económico --que escribió aterrada de ver que sus amadas Francia y Europa siguen una trayectoria de convertirse en tercermundistas, hundiéndose en el desempleo, el empobrecimiento y la violencia que aquí son parte normal de la vida--; esos mismos seres humanos, aquí y allá, parecen estar negándose a convertirse en zombies o en galletas verdes, y están pasando de la queja y el lamento a la acción política consciente y madura.

Pasada la etapa del alucinamiento modernizador neoliberal, rota por la realidad la máscara demagógica del mítico progreso global, los grupos que con más fuerza resienten los filos del modelo han venido transformando su desaliento en conciencia y su pasividad en protesta, en mitin, en huelga, en insurrección social y hasta en guerrilla sui generis. También, y eso es lo más importante, la reacción social se va convirtiendo en acción política, en votos, a veces de castigo, a veces de sobrevivencia, muchas veces de conciencia y muchos más de esperanza.

El pueblo estadunidense ya sacó a los republicanos (la derecha) del poder y está votando por los demócratas (la ``izquierda''), aunque es un país donde ambos partidos se confunden en la práctica. Algo similar ocurrió recientemente en el Reino Unido, donde el electorado finalmente votó copiosamente contra los conservadores y a favor de los laboristas; pero también ha pasado en Italia, en Portugal y en Grecia, y está ocurriendo en Alemania y otros países, aunque sin duda lo más importante por su trascendencia es el triunfo contundente de l os socialistas en Francia, la nación más politizada del planeta, este 1o. de junio.

La humanidad aún está muy lejos de doblegar y reencauzar la enorme fuerza ofensiva del capitalismo corporativo depredador, pero ya hay indicios de que su ascendente carrera triunfal sin obstáculos está terminando y el reflujo social está comenzando. Desarticulada aún, dispersa y todavía confusa, la humanidad empieza a alinearse, a veces casi por instinto de conservación, en su bando natural, el de la democracia social, izquierda o centro izquierda, para la que será la verdadera Madre de todas las Batallas contra la virtual dictadura mundial, ya en marcha, del capitalismo corporativo.

Hoy en México todavía y más que nunca, los votos son las armas para iniciar ese cambio, para empezar la contención del neoliberalismo, de sus excesos antisociales, antieconómicos y antinacionales, y construir un nuevo sistema de equilibrios, ahora inexistente en nuestro país. En las elecciones del 6 de julio no vamos a cambiar de gobierno federal, pero sí será posible y necesario que en las múltiples instancias a votación: municipios, congresos locales, gubernaturas, el gobierno y la asamblea del Distrito Federal, y muy particularmente en la renovación del Congreso de la Unión (la Cámara de Diputados que cambia íntegra y la de Senadores que cambia parcialmente) nuestros votos, sin trivialidades, den poder político y contrapeso real a la opción social que consideremos la mejor para defender los intereses comunes, sustentar una economía viable y productiva, frenar los despropósitos desnacionalizadores y empezar a reencauzar a la nación hacia un futuro sólido, equitativo y democrático.