En memoria de Patricio Vega B.
Un marinero fallecido.
Cuando la embestida de guerra sucia contra el PRD señaladamente centrada en su candidato a la jefatura del DF parece inoculada por la ineficacia, el gobierno ensaya, hoy mismo, su postrer intento (Programa Nacional de Financiamiento al Desarrollo --Pronafide--) por revitalizar la desfalleciente campaña electoral del oficialismo y su pretensión de asegurar la mayoría en la Cámara de Diputados.
La salida pública del Pronafide no puede separarse de dos coincidencias que la enmarcan. Una, la del conteo final de los tiempos electorales, donde las armas para reversar tendencias negativas hacia el PRI son escasas, y las ya empleadas no fueron, ni de cerca, determinantes en sus apoyos y palancas. La otra, el avance de la oposición, sobre todo de la izquierda y donde la tendencia en el DF luce indetenible para el PRD y sus abanderados. En el resto del país, las fuerzas parecen flaquearle al PRI en su urgencia por asegurar su disputado dominio. La corriente de rechazo a votar, una vez más por este partido, se acrecienta con el paso de los escándalos interminables (el último e insultante, en el Durango de Silerio) y la desesperanza ante las precarias condiciones de vida de gran parte de los mexicanos.
Así, todo indica que el principal fenómeno político de estos días se define por la tendencia, abrumadora, de alejarse del PRI (65 a 70 por ciento según encuestas confiables). Los trastupijes, los errores, el autoritarismo, la lejanía e indiferencia respecto de las necesidades del pueblo y la cuestionada conducción de los asuntos públicos tendrán, ahora sí, que ser pagados por alguien. Todo parece indicar que el cambio experimentado por la sociedad corre en la dirección del cobro de facturas pendientes. Pero, además de ello, la oposición va consolidando sus posturas y, éstas resultan lo suficientemente atractivas como para desmantelar los intentos de chantaje desencadenados desde las ``mejores'' trincheras del sistema establecido. Los voceros de estas trincheras, llámense organizaciones empresariales, ``líderes'' obreros, columnistas, intelectuales coincidentes, aliados externos, funcionarios públicos y, sobre todo, medios de comunicación, han echado su resto en la contienda. Pero, a diferencia de otros tiempos, su efecto ha sido neutralizado por los factores comentados: la actitud reactiva del electorado y el avance opositor que revela el soporte y destinatario verdadero: la nueva sociedad.
La proliferación de ataques y denuestos contra Cárdenas que trataban de mermarle o destruir su liderazgo moral, construido tras largos y por demás penosos años de circular por polvorosos como empobrecidos caminos del país, resultaron contraproducentes para sus patrocinadores. En el proceso quedaron cuestionadas las reputaciones y prestigios de candidatos (CCP), dirigentes partidistas (Roque, Campa), e instituciones (Bital, El Universal y PGJDF) que fueron trastocadas por el sentido común de una ciudadanía que no está dispuesta a rendirse ante la calumnia y el temor. Insistir por el rumbo de tal contracampaña no es prudente y sí peligroso para aquéllos que lo han iniciado. A medida que se acerque el 6 de julio, cualquier intento adicional, si vuelve a fallar, será crucial para inclinar y soldar las preferencias de los votantes en dirección contraria a lo previsto. La tendencia indica, con bastante claridad, la inoperancia de una guerra sucia por la sencilla razón que navega sobre el rampante desprestigio de un sistema profundamente tocado por la corrupción, la incredulidad y la ineficiencia, y atado a un salinismo cada vez más oneroso.
En cuanto al Pronafide, sus pretensiones pueden anticiparse con relativa seguridad. Renovar las adhesiones de grupos de presión, ya comprometidos en demasía; dar oxígeno a los candidatos afines; introducir al cargado ambiente actual un clima de optimismo y cerrar filas para la subsistencia del vigente modelo de gobierno. Varios son los flancos débiles del programa mostrado. Uno es su tardía salida a una plaza pública bajo completo asedio. Otro, sus cuentas a futuro que no catalizarán la certidumbre buscada, sobre todo después de tres años de endebles y concentradores resultados. Un adicional punto lo dibuja la dificultad de transformar, en efectivo bienestar colectivo, un programa hecho desde el poder, sin consultas con una cambiante sociedad, los partidos y demás organizaciones políticas y sociales de su preferencia. La crítica subsiguiente a las bases del Pronafide, sus postulados, medios e instrumentos para operarlo; a sus correas de transmisión, efectividad negociadora del gobierno y, finalmente, debido a la nueva, por factible, correlación de las fuerzas que formarán el espectro nacional, harán la diferencia. Un programa que no cuente con la engrosada oposición, las nuevas realidades y alianzas que emerjan de las elecciones en puerta, no será más que una pasajera cohetería burocrática.