Arnoldo Kraus
Sida: entre la razón y la estupidez

Estoy convencido de la estupidez del ser humano. Tan sólo un poco de sensatez basta para comulgar con la idea anterior. En cambio, con lo que es más difícil lidiar es con aquellas manifestaciones que atentan contra la lógica y la razón de lo ya demostrado, de los hechos. Nuevamente, el virus de la inmunodeficiencia humana ha tenido la sabiduría suficiente para poner en tela de juicio el razonamiento de nuestra especie. Algunos científicos han comentado que la pandemia del sida no es un problema médico, sino de desarrollo. O más bien, de subdesarrollo. Sobresalen dos argumentos: la rápida diseminación del virus es más vigorosa que las estructuras de la sociedad y, por supuesto, que las mentes de los políticos; asimismo, hasta ahora, la biología del agente infeccioso sigue retando a la ciencia médica. Vacuna en mano, cuando todo ser humano pueda ser inmunizado, la ingente labor de los comunicadores sociales podrá morir. Por ahora no. Toda voz, toda letra, toda reunión en donde se hable del sida es cimental. Lo mismo sucede con los carteles que pegaron en Ciudad Juárez las cuatro promotoras de la Federación Mexicana de Asociaciones de Protección (Femap). Sus textos siembran conciencia y con suerte salvan vidas.

Los letreros se habían colocado en la zona de la ciudad donde se ejerce la prostitución. Decían: ``En el talón tienes que usar un condón'' y ``No intercambies jeringas, porque el sida te chinga''. Ya que el edil panista consideró que los carteles eran ofensivos para la población, juzgó prudente detener a las promotoras; éstas fueron liberadas tras pagar multas de 300 pesos. No sobra escribir que ninguna prostituta y posiblemente pocos de sus clientes cuenten con doctorados en Estados Unidos: la repercusión de los mensajes aumenta en forma paralela a la sencillez y claridad de éstos. Cualquier enfermo de sida y todo individuo consciente sabe que también hay paralelismos entre no usar condón o compartir agujas usadas y el sida: el virus, ajeno a las dobles morales humanas, no perdona. Al discurrir sobre salud, hay que delimitar quién tiene derecho de hablar de moral.

El presidente municipal de la ciudad norteña, Ramón Galindo Noriega, concluyó que los carteles eran ofensivos, obscenos y contrarios al buen gobierno. La posición del Femap, así como de otras Organizaciones No Gubernamentales (ONG), considera, en cambio, que para aminorar los contagios, la opinión pública debe ser enriquecida. Se requiere que ONG, ciudadanía, políticos, médicos y líderes religiosos hablen el mismo idioma. Es preciso después de definir el nivel cultural de la población, expresarse apropiadamente. Es también menester dejar al lado tabúes y prejuicios para que las ideas fluyan con transparencia. Los problemas de salud en México han sido caracterizados: desnutrición, ateroesclerosis, cáncer, sida y muertes secundarias a abortos mal practicados. La ética y la obligación de nuestros gobernantes debe ser única. Así como se necesitan nuevas y más vigorosas campañas para evitar el cáncer cérvico-uterino, es deseable que el país quede inundado por voces que concienticen a la comunidad sobre el sida y los caminos para evitar embarazos no deseados. No existe texto científico que considere que la abstinencia es la vía para evitar los dos últimos problemas, pero sí, hospitales y anfiteatros poblados por enfermos o muertos de sida. Quizás por eso, en El Caribe las leyendas dicen: People discriminate, aids doesn't.

No es el mal lo que hay que cuestionar, ni tampoco culpable el paciente. El origen del problema se localiza en las políticas equivocadas que pretenden con el silencio, quitando carteles o negando la existencia de realidades, detener el avance de la pandemia. Son muchos los códigos del silencio. Nos hemos acostumbrado a pagarlos tardíamente, a reconocerlos a destiempo y dolernos en el vacío por la complicidad implícita al no hablar oportunamente. La historia contemporánea es un compendio de callares y miradas de reojo. Tan libres de todo compromiso como de moral. Es seguro que en Ciudad Juárez el incremento del sida, de la prostitución infantil y de la drogadicción no disminuirán alimentando el silencio. La pócima mágica radica en modificar la sorda cultura del subdesarrollo, del dedo estirado que todo sabe, por una política que permita el diálogo.