El artista objeto de este artículo nació en Colonia en 1955. El año pasado visitó México invitado por el Instituto Goethe. Nosotros decimos con harta frecuencia que padecemos nuestra capital, pero él la disfrutó a fondo y recabó experiencias que metafóricamente se revirtieron en algunas de las obras de la exposición que se exhibe en la Sala Fernando Gamboa, del Museo de Arte Moderno. Analizó el recinto con detenimiento durante su primera estancia y formuló el proyecto de presentar sus obras ateniéndose a la disposición espacial que guarda. Sus piezas abarcan una década de trabajo, las de fecha más antigua datan de 1986 y las últimas fueron concebidas ex profeso para la muestra, que se compone de instalaciones de formato discreto, ensamblajes en madera que son en realidad pinturas, pequeñas esculturas de bronce dispuestas en soportes paralelos inscritos en un círculo virtual y una instalación de dimensiones mayores, integrada exclusivamente por manos alzadas, que invitan a ``entrar'', plantadas como pequeños arbustos en un zoclo colocado en la rotonda de la planta baja.
A Robert y a su asistente, Christopher Scott, corresponde el diseño museográfico planteado de antemano mediante un video digitalizado en computadora, al Instituto Goethe la posibilidad de traer la exposición y a los trabajadores del museo que colaboraron con el artista la realización de un montaje cuya precisión, producto de su ordenada mentalidad, requirió de disciplina, entrega y bastante trabajo. El resultado es poético a fuerza de ser discreto y en su discreción descansa uno de sus mayores atractivos. No hay desplantes, sino tranquilidad, invitación a la contemplación y al silencio, remotamente acompañado por el sonido de unas campanas que se dejan oír de cuando en vez y que corresponden a una grabación efectuada en la catedral de Colonia. La muestra es sedante, aunque ofrece quiebres y rupturas, como si su sintaxis fuese similar a la de un poema. La exposición lleva como título una estrofa de Rainer Maria Rilke (1875-1926): Silenciosamente las aves vuelan a través de nosotros.
No está de más recordar que Rilke era un apasionado de las artes plásticas, cosa que lo llevó a acercarse a Rodin, de quien fue secretario varios años, a escribir ensayos y cartas sobre varios artistas y a declararle a Lou Andreas Salomé lo siguiente: ``de alguna manera tengo que encontrar un modo de hacer cosas... realidades que despuntan del artesanado mismo. Debo descubrir yo también el elemento constituyente más pequeño, la célula de mi arte, el medio inmaterial, pero tangible, para expresar lo que quiero''. Las cartas que le escribió a su mujer, Clara, durante su estancia de 1907 en París contienen varias referencias a Cézanne, a quien no conoció (murió el año anterior). El maestro de Aix se le convirtió en objeto de absoluta veneración, al grado que pretendió construir su lenguaje (cosa imposible, como bien dijo él mismo) ``como si fuera escrito por Cézanne''.
Pinsdorf revierte la situación inspirándose en Rilke. Ha intentado establecer una relación entre su espacio interior y la percepción del espacio exterior. Para él, el límite que se establece entre ambos es tenue y el mensaje que propone a través de lo que exhibe (si alguno) tiene arranque ecológico, de respeto y amor al planeta que le ha proporcionado no sólo los materiales, el sustento y el estímulo para realizar su trabajo, sino también la condición fragmentaria inherente a la percepción de lo que nos rodea. Así, hay sorpresas, cambios, diversos modos de hacer y de configurar en las 70 obras que muestra.
Todo está ligado mediante asideros y de puentes temporales entre una obra y otra, por lo que la selección es determinante en el efecto general que el conjunto provoca. Hay piezas que se exhibieron anteriormente en exposiciones europeas (Sagredo, Colonia, Cracovia, Nápoles), otras están constituidas a partir de material reciclado y las hay también de nueva horneada. Algunas guardan formato atípico y aunque van adosadas a mamparas tienen status de objetos.
Es interesante comparar la estética un tanto ascética (no por ello carente de tonos discordantes) de Pinsdorf con algunas de las obras que concurren en la colectiva Diálogos insólitos que casi coincide exactamente con la individual del artista alemán, coincidencia que fue buscada propositivamente, como también lo fue el que durante unas semanas sea posible observar en el mismo museo la exposición de los tres artistas abstractos alemanes (Thiele, Schulz y Schumacher) quienes iniciaron sus trayectorias durante la posguerra