Faltan menos de cinco semanas para llegar a las elecciones -quizá- más competidas en la historia moderna de México. A medida que la fecha se acerca, las señales de alerta del sistema político empiezan a encenderse otra vez, y poco a poco se mueve la inercia en la que nos habíamos acostumbrado a vivir en los últimos meses. Todos los ciclos problemáticos del país se han vuelto a activar y el clima político se enrarece de forma progresiva.
En 1994 la conmoción fue mayúscula, se movieron las principales certezas políticas y el país se estremeció; la siguiente etapa fue el complemento, se resquebrajó de nuevo el rumbo económico. Pasaron los meses y nos acostumbramos a convivir con tragedias y escándalos de tal forma que se volvieron parte del paisaje cotidiano; simplemente se acumulaban, y sin saber cómo, de pronto se empezó a generar en la sociedad una cierta sedación.
Cuando todos los días pasa algo grave o importante, la capacidad de asimilarlo se reduce y las sorpresas quedan registradas en las primera planas de la prensa y en los noticiarios de radio y televisión. Así llegamos a este proceso electoral, y de nuevo la convocatoria a un proceso público volvió a generar interés y novedad. Las expectativas empezaron a crecer y se juntaron tres partes: por un lado, una ciudadanía urgida de propuestas y de soluciones a los problemas que la agobian cotidianamente (desempleo, bajos salarios, inseguridad, contaminación); del otro, una clase política cruzada por el escándalo y la impunidad, y a la mitad, los partidos y los candidatos, sumergidos en buscar votos. Un registro de este clima han sido las encuestas de opinión, que señalan un dato nuevo: los platos rotos no se podrán pegar como antes, ahora alguien tendrá que pagarlos en las urnas.
Los ciclos problemáticos de nuestra historia inmediata han entrado en una fase diferente de activación frente al proceso electoral. Los próximos 33 días van a estar poblados por batallas intensas que, bajo el perfil de las campañas electorales, van a mostrar una exacerbación de los conflictos que cruzan al país.
1) El ciclo de la insurrección muestra una agitación preocupante en sus dos frentes; en Chiapas no se ha logrado crear de nuevo un espacio de negociación política con los zapatistas; el EZLN aceptó la propuesta de ley de los legisladores de la Cocopa, y el gobierno federal dijo no y presentó otro proyecto, y los zapatistas dijeron no, después de eso la situación se ha estancado y hay signos preocupantes de enfrentamientos, violencia y militarización; en la otra vertiente, el EPR ha vuelto a protagonizar enfrentamientos con el Ejército Mexicano en Guerrero.
2) El ciclo de los intereses duros del sistema, que junta corrupción, asesinatos políticos, ha vuelto a producir noticias: las denuncias que internamente hicieron algunos legisladores de la desaparecida Comisión Conasupo sobre lavado de dinero han aparecido en las investigaciones de Estados Unidos. Sobre Colosio ninguna novedad, pero Mario Ruiz Massieu ganó la sexta entrada para evitar la extradición.
3) El ciclo de la crisis económica tuvo la semana pasada momentos de polémica: el empresario regiomontano Eugenio Clariond criticó fuertemente la política económica del Banco de México, y en respuesta el presidente Zedillo apuntaló su política cambiaria y dijo que no habría devaluación traumática; acto seguido se empezó a calcular cuándo y de qué tamaño sería la próxima e inevitable devaluación del peso frente al dólar.
4) El ciclo electoral se ha empezado a calentar: primero tuvimos el desencuentro entre los consejeros electorales y el Trife; luego siguió la polémica pública entre los consejeros electorales, y acabamos de presenciar un hecho histórico: el IFE decide sancionar a tres partidos políticos (PRI, PT y PPS) por diversas irregularidades en la comprobación del gasto de recursos públicos; por otra parte, las campañas incrementan cada día un tono más fuerte de descalificación; los fondos para la observación electoral han tenido diversos obstáculos para llegar a sus destinatarios; las encuestas de opinión muestran una consolidación de las tendencias; y el Presidente se ajusta más la camiseta de su partido.
Finalmente, a pesar de todo, se ha logrado fijar en el clima electoral lo que puede estar en juego para la ciudadanía: ver las elecciones y el voto como una forma de procesar y de enfrentar estos ciclos que en los últimos tres años han mantenido al país estrujado. Algo puede cambiar en México dentro de 33 días. Cambios que en otros países, como Inglaterra y Francia, son normales, aquí en México pueden ser extraordinarios