Iván Restrepo
Sistema Arrecifal del Caribe Mesoamericano

Como un primer paso para conservar y manejar el segundo sistema de arrecifes coralinos más importante del planeta, el jueves próximo los gobiernos de México, Honduras, Guatemala y Belice firmarán en el majestuoso Tulum el decreto de constitución del Sistema Arrecifal del Caribe Mesoamericano. Se trata de un esquema de protección que, según autoridades ambientales, es inédito por su extensión geográfica y sus alcances científicos. De esta manera se busca evitar posibles daños a un ecosistema de enorme belleza y riqueza, pero a la vez muy frágil y cada vez más amenazado.

En efecto, aunque los arrecifes se integran por corales, esponjas y muchos otros organismos capaces de resistir hasta huracanes, en cambio sucumben por las actividades humanas. Esa es la experiencia recogida especialmente en las últimas décadas en la zona coralina más importante de México, ubicada frente a las costas de Quintana Roo. Allí, la falta de planeación mínima del creciente turismo ``acuático'' (buceo, lanchas de exploración, etcétera), la pesca, el ``desarrollo'' hotelero y de servicios conexos, la construcción de canales, muelles y escolleras, destruyen poco a poco formaciones coralinas y otros sistemas, como los humedales. Afortunadamente es posible evitar lo peor pues la mayoría de los arrecifes se encuentran en buen estado.

Pero no bastan los decretos para resolver por arte de magia los problemas que aquejan a los recursos naturales. Se necesita igualmente contar con planes de manejo adecuados que regulen las actividades humanas de tal forma que éstas no se impongan al interés general de la sociedad. Al respecto, cabe mencionar la experiencia que se tiene precisamente en Quintana Roo con la laguna de Nichupté, uno de los atractivos naturales de Cancún. Explotada sin medida desde que hace 27 años comenzó a funcionar el que nunca fue el centro turístico ejemplar, hoy sufre serios desajustes ecológicos debido al tránsito de lanchas y barcos que arrojan aceites y aguas negras; por las descargas clandestinas de hoteles y servicios conexos; por las alteraciones ocasionadas al rellenar una parte de su extensión para hacer un club de golf y el ``desarrollo'' Isla Dorada, con todo y su lujoso hotel César Park. Lo que era un cuerpo de agua regulado sabiamente por la entrada de corrientes marinas, terminó en basurero de la industria sin chimeneas, víctima de la codicia de poderosos intereses privados y de la decidia oficial.

Hace once años, grupos ciudadanos de Cancún comenzaron una lucha para obligar a que las autoridades intervinieran para frenar los daños en Nichupté y, en lo posible, restaurar el ecosistema. Luego de muchas dificultades, lograron integrar un grupo interdisciplinario de trabajo en el que también participan diversas instancias oficiales y que, finalmente, el gobierno federal aprobara y publicara en 1994 un ordenamiento ecológico para la laguna. Entre otras cosas, define una política de protección de los arrecifes, que obliga a limitar y regular las actividades turísticas y de otra índole gracias a un programa de manejo basado en estudios profesionales y el cumplimiento de los requisitos fijados por las autoridades federales. Posteriormente, en marzo de 1996, el presidente Zedillo se comprometió a que las aguas de la laguna estarían cristalinas para el año 2000. El enorme trabajo de formular un plan integral de saneamiento corrió a cargo de los grupos ciudadanos de Cancún y lo entregaron dentro del plazo fijado por el Presidente. Aunque el plan fue aprobado oficialmente, duerme el sueño de los justos y no aparecen los recursos para hacerlo realidad.

Por lo que hace al programa de manejo en el área de arrecifes, el concurso para realizarlo lo ganó el Centro de Estudios Avanzados-Unidad Mérida, que deberá concluir sus trabajos a fines de este año. Hasta hoy apenas ha entregado un reporte de tal pobreza que no fue aceptado por el consejo de planeación correspondiente. En tanto, las actividades de los prestadores de servicios náuticos siguen viento en popa, muy agradecidos con la burocracia que les permite seguir explotando el arrecife sin regulación alguna y causando así serios daños al que ciertas autoridades federales llaman pomposamente ``parque marino''.

El ejemplo anterior sirve muy bien para no echar todas las campanas a vuelo con el decreto que constituye el Sistema Arrecifal del Caribe Mesoamericano. Para coronar exitosamente tan importante acuerdo, se requiere decisión política, partipación ciudadana, eficiencia burocrática y cumplir con la normatividad. De lo contrario, será sólo una promesa más de conservar los recursos naturales y otra fuente de desconfianza ciudadana