La Jornada lunes 2 de junio de 1997

Héctor Aguilar Camín
Las propuestas de Cárdenas

Para quien crea en las encuestas, me cuento entre ellos, hay pocas dudas hoy de que Cuauhtémoc Cárdenas será el próximo gobernante de la ciudad de México. Sus propuestas de gobierno se han vuelto asunto serio, porque en principio se harán realidad. De los compromisos asumidos por Cár-

denas durante el debate televisivo, celebro las definiciones contra la corrupción y por la transparencia de los gastos del DF, su proyecto de activación cultural, de cobertura universal de salud y de financiamiento para sus programas vía cobro de impuestos más que mediante déficit fiscal o deuda pública.

Coincido también en su idea de que el combate a la inseguridad y a la corrupción policiaca debe empezar arriba, en el ejemplo y la selección de los jefes. Esto, aunque el nombramiento del jefe de la policía capitalina no sea todavía facultad del jefe de gobierno de la ciudad de México, sino del Presidente de la República. Hay aquí un conflicto de facultades que habrá de negociarse y sobre el cual ningún candidato al gobierno capitalino puede, en rigor, hacer promesas sólidas. Comparto igualmente el propósito cardenista de universalizar la educación primaria y secundaria entre los capi- talinos. La educación pública de la ciudad de México tampoco está todavía en manos de las autoridades de la ciudad, sino en las del gobierno federal. Habría que apoyar sin reservas el paso de esos servicios a la administración directa del gobierno local y vencer las resistencias a ese traslado --en particular del sindicato de maestros--. Es otro asunto a negociar, sobre el cual tampoco puede un candidato ofrecer nada sólido.

Coincido en estas propuestas. Me preocupan en cambio tres asuntos que podrían convertir la previsible gestión de Cárdenas en una película de agitación y litigio. En primer lugar, la promesa de una consulta a los ciudadanos para que decidan erigir o no el estado 32. En segundo lugar, el compromiso de someter a elección directa los puestos de subdelegados. En tercer lugar, la advertencia de que una ``parte principal'' de la deuda de la ciudad de México tiene un ``claro carácter federal'' y la hacienda capitalina no puede hacerse cargo de ella.

La cuestión del estado 32 es polémica. La sola consulta en torno a ella tendrá un efecto polarizante, de división entre los consultados. Pero ésa será sólo la mitad del problema. En caso de triunfar la opción afirmativa, como probablemente sucederá si la promueve un gobierno recién electo, no son los capitalinos quienes pueden hacer valer su voluntad, sino el Congreso federal. Se establecería entonces una tensión entre la voluntad del gobierno de la ciudad, con el mandato de sus ciudadanos, y el Congreso nacional, con la representación de la República.

La agitación generada por un proceso de elección directa de los subdelegados, sería grande, pero mayores serían los enredos operativos y las corrientes cruzadas que provocaría en la administración de la ciudad la existencia de delegados designados y subordinados electos. Caos administrativo más que democracia puede ser el fruto de esa elección.

Cualquier gobernante electo de la ciudad de México tiene que plantearse su nivel de responsabilidad en una deuda capitalina decidida con criterios y procedimientos federales. Pero a nadie se le escapan las potencialidades de conflicto entre la federación y las autoridades locales, así como la incertidumbre para los acreedores, que esa negociación implica. Puede volverse un litigio áspero de magnitudes considerables.

Polarizando a la población en una consulta sobre el estado 32, sobrepolitizando la administración con elecciones de puestos intermedios mientras los altos son designados y abriendo la caja de Pandora de una renegociación de la deuda del DF, el gobierno cardenista podría enredar más que resolver esos problemas.

Cárdenas puede crear por estos medios un escenario más caliente que el que sugieren sus adversarios cuando señalan las marchas que fastidian a la ciudad o la rijosidad confrontacionista que impidió tanto tiempo al PRD ser una opción electoral confiable. Aquel pasado es real y limitó al PRD. Es el perfil que los perredistas van dejando atrás con los buenos dividendos que pueden observarse. La agitación y los litigios implícitos en las propuestas de Cárdenas son menos aparatosos pero pueden ser más conflictivos que todas las marchas y todos los radicalismos de su movimientismo anterior