``La realidad nos dice Borges es mucho más fantástica y menos creíble que los sueños''. Creo que lo que encierra la proposición del poeta argentino seguramente incluye alguna explicación del hecho que nos presenta en forma tan característicamente escueta. ¿Será porque la reiteración de lo cotidiano ha embotado nuestros sentidos al grado de transformar lo extraordinario en algo que deja de llamarnos la atención, si no es que de plano nos aburre? Recuerdo la primera vez que pasé un invierno en Boston y me tocó ver abrirse las flores al llegar la primavera, el 21 de marzo, a pesar de que estaba nevando y siguió nevando hasta el día 1 de mayo. No sólo me asombré ante la incongruencia de ver crecer flores en la nieve, sino ante la total indiferencia de los nativos, a los que les divertía que yo viera algo extraordinario en lo que para ellos era lo más natural del mundo. Algo semejante nos pasa con la famosa pregunta de Leibnitz: ``¿Por qué existen el mundo y las cosas, en lugar de que no exista nada?''. La existencia nos parece tan natural que al principio ni siquiera entendemos la duda que nos plantea el pensador alemán, pero si lo meditamos un momento nos daremos cuenta que de que se trata de uno de los problemas filosóficos más antiguos y profundos, que ha dado origen, en otras cosas, al pensamiento religioso. Seguramente lo que más trabajo le cuesta entender al pez es el agua.
Isaura Meza y Eugenio Frixione nos presentan ahora un libro sobre uno de los aspectos más increíbles y maravillosos de la naturaleza: el movimiento de los seres vivos. Lo inician diciendo: ``la vida es movimiento'', y a partir de esta sencilla proposición proceden a desenrollar ante nuestros ojos cada vez más admirados el milagroso mecanismo molecular que hace posible lo que a todas luces es imposible, pero que sin embargo ocurre todos los días y a todas horas, desde los niveles más simples hasta los más complejos de organizaciones biológicas.
El relato que nos entregan no puede ser más completo: se inicia con la descripción detallada de la fabricación y el ensamble de la maquinaria necesaria para que la célula se mueva; sigue con el examen de las fuentes de la energía que debe invertirse para que el fenómeno ocurra; continúa con el análisis de las estructuras móviles más simples, que son las mecanoenzimas y los polímeros que les sirven de apoyo al soporte (el citoesqueleto). Después se refiere a algunos aparatos de motilidad coordinada, como los cromatóforos, los cilios y los flagelos (que incluyen ese portento llamado axonema, caracterizado por los autores como ``pequeña obra maestra de la ingeniería natural'') y el sarcómero, que es ``la maquinaria más perfecta y poderosa que ha creado la evolución''. Los autores señalan: ``Es esta maquinaria molecular la que produce el brutal coletazo de una ballena, el raudo aleteo de un mosquito, el salto exacto de un trapecista y el arrebatador manejo del teclado de un virtuoso del piano. Su capacidad de transformación material del mundo ha quedado de manifiesto, con proporciones monumentales, en las pirámides de Egipto y Mesoamérica, las catedrales góticas de Europa y la Gran Muralla China''. El examen del mecanismo de la contracción de la célula muscular es un modelo de claridad y precisión. Los autores concluyeron su libro con los movimientos generados por la combinación de los dos tipos generales de máquinas moleculares, las basadas en tubulina y sus motores asociados, y las constituidas por actina y miosina, o sea la descripción de la mitosis, y con una nota breve sobre la regulación del movimiento celular en sistemas multicelulares.
Como corresponde a una obra moderna de biología celular, el libro de Meza y Frixione es reduccionista y mecanicista; estos no son defectos sino virtudes, ya que permiten acercarse a los fenómenos en forma objetiva y sin claudicar en la actitud crítica y analítica frente a los aspectos más complejos y difíciles de la realidad. Esta postura no está exenta de cierto estoicismo y requiere gran fortaleza de espíritu y determinación firme para no caer en la tentación de incluir propósitos o causas finales a los fenómenos observados, especialmente cuando ésa sería la ``explicación'' más fácil, y además no parece haber ninguna otra para ellos. Los autores nos advierten desde el principio que no van a tocar aspectos del movimiento celular para los que existe poca o ninguna información: ``Se menciona sólo brevemente todo cuanto toca a la regulación del movimiento celular, dado que constituye un campo en el que aparte de la intervención casi universal del ion calcio no existe un esquema teórico de validez general equivalente a los que han logrado establecerse en relación con los aspectos propiamente mecánicos de la motilidad, o con la síntesis de las proteínas qeu desempeñan un papel central en tales procesos''.
El libro de Meza y Frixione está escrito en lenguaje sencillo y claro, e ilustrado con figuras atractivas que facilitan la comprensión de los conceptos explicados en el texto. Pero no es un libro fácil de leer, sino todo lo contrario: requiere de mucha atención y cuidado, porque contiene gran cantidad de información que debe incorporarse y tenerse presente conforme se avanza en sus páginas. El esfuerzo de los autores por ser explícitos y presentar los datos en forma accesible es aparente, pero no hacen compromisos con la realidad y al pan le llaman pan y al vino vino. El mecanismo de biosíntesis de las proteínas o el del ensamble de la actina con otras moléculas para formar el citoesqueleto, o el del deslizamiento de la actina y la miosina durante la contracción muscular, son fenómenos complejos y difíciles de captar en la primera lectura, especialmente por los jóvenes a los que está dirigido primariamente este volumen. De modo que para aprovecharlo bien y en todo lo que vale, tendrá que ser leído con toda atención y seguramente más de una vez. La recompensa a este esfuerzo se hace aparente desde las primeras páginas, porque los fenómenos que describe parecen formar parte del mundo ``real maravilloso'' de Alejo Carpentier, de Gabriel García Márquez o de José Saramago. ¿Hay algo más extraordinario, más bien organizado, más eficiente y más perfecto que los mecanismos moleculares de codificación de la información genética, de transcripción y de traducción de esa información, y de la regulación de su expresión fenotípica? Cuando se lee la manera como se transforma la energía química en energía mecánica y se activan los motores moleculares que resultan en el movimiento celular, se tiene la misma sensación que cuando la paloma mecánica diseñada por el Padre Bartolomeu Lourenco en Memorial del convento, de Saramago, agita las alas y se levanta del suelo, llevando dentro al Padre, a Blimunda y a Baltasar Sietesoles, o cuando Remedios la Bella vuela al cielo llevándose las sábanas de Fernando del Carpio, en Cien años de soledad, de García Márquez. Quisiera terminar con una referencia de tipo personal. Tengo el privilegio de conocer a Isaura Meza desde hace ya algunos años, cuando ella todavía era estudiante, y de haber cultivado una amistad con ella que, aunque lejana, siempre se ha caracterizado por su suavidad y cortesía. Leyendo el libro que Isaura ha escrito con Eugenio Frixione recordé la manera como Cervantes inicia el prólogo de El Quijote, diciendo: ``Desocupado lector, sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y discreto que pudiera imaginarse. Pero no he podido yo contravenir a la orden de la naturaleza; que en ella cada cosa engendra a su semejante...''.
El libro de Isaura no sólo es hermoso, gallardo y discreto, sino además elegante, serio, inteligente, fino, amable y original, y posee un encanto difícil de precisar pero que probablemente resulta de la combinación armoniosa de todas las cualidades mencionadas. Como Isaura.
Texto leído en la presentación del libro de Isaura Meza y Eugenio Frixione: Máquinas vivientes: ¿cómo se mueven las células?. Fondo de Cultura Económica, México, 1996.