Néstor de Buen
En muy pocas palabras

Julio Scherer dice que se ha jubilado de ser periodista como si se pudiera andar por el mundo quitándose la piel. De hecho no recuerdo haber encontrado alguna nota suya, muchos menos un artículo, en su Proceso, a partir de aquélla decisión que sus amigos no quisimos creer del todo.

Ahora, en el último número de Proceso, nos ha devuelto la esperanza en que su retiro no sea más que una forma de decirle a sus más cercanos colaboradores y compañeros de aventuras por tantos años, que pueden --y lo han demostrado-- seguir haciendo periodismo de la misma calidad sin su presencia constante.

Pero el periodismo es enfermedad endémica, incurable. Y ahora Julio, enfermo sin remedio de esa enfermedad, nos ha dado la hermosa lección de que no es el número de palabras sino su calidad lo que le da valor a las cosas.

¿Qué es lo más sorprendente y valioso de esa entrevista frustrada a Carlos Salinas de Gortari, hoy el blanco de tantas cosas negativas, probablemente justificadas algunas pero muchas producto de ese afán nuestro tan frecuente en incidentes de tránsito, de mentar la madre con el claxon al que ya no puede dar la vuelta para el reclamo?

En todos los medios se ha destacado, como noticia fundamental, la declaración de Carlos Salinas de que volverá ``pronto'', medida de tiempo que con razón Julio Scherer reclama como una palabra incierta. Aunque más de uno se habrá puesto nervioso ante la posibilidad de enfrentar al que fue tan poderoso, si, como advierte, Carlos Salinas no pretende dar las espaldas a las calumnias ajenas.

Sin embargo, para mí la magia de esa columna tan escasa y tan profunda, que no dudo en calificar ya de clásico del periodismo, es la imagen de un hombre al que había que hablarle antes con la reverencia del señorpresidentismo, que de repente, frente a un amigo antiguo, abandonada la solemnidad, se ubica en un tuteo no exento de reclamo. ``También sembraste semillas podridas'', le dice Julio, y Carlos Salinas se defiende apenas con un: ``si así ocurrió, no fue deliberado''.

Ese tuteo, publicitado en el rincón destacado de la página de honor, acompañado de una fotografía de los mejores tiempos del poder, expresa como nada el regreso del funcionario al simple nivel de hombre. Julio, en una reunión que por lo prolongada no se podría aceptar que haya sido un encuentro violento, hace que Carlos Salinas de Gortari regrese a la condición humana.

No es menos importante el ``pienso que estás hundido'', y hay que reconocer que no debe ser fácil decir una cosa así a alguien, sobre todo si ese alguien ha sido uno de los presidentes que ha ejercido el poder, tan discutidamente adquirido, con menos reservas. Pero Julio Scherer lo dice, y en lugar de la respuesta violenta, el reconocimiento implícito: ``En ciertos periódicos está todo, menos la verdad'', salida lateral que implica, en el examen estricto de las palabras, un fondo de admisión.

Salieron del restaurante a la madrugada, aún en los oídos el fondo de un jazz que no tiene que haber sido incómodo. Con el tesoro de una conversación que, publicada, sería por muchos días la noticia del año, haya o no sido grabada.

Pero el periodista esencial que es Julio, acepta las limitaciones que impone el compromiso de la palabra dada, la cumple y se abstiene de exponer todo lo que seguramente dijo en un sentido o en otro su destacado interlocutor.

Conflicto fundamental: conocer una información privilegiada y tener que guardarla para sí. Tiene su gracia, sin duda.

Pero todos salimos ganando. Porque en lugar de la historia, seguramente exigente de un número infinito de páginas, Julio nos regaló con el diálogo breve, medido, infinitamente más rico en lo que dice y en lo que sugiere.

Creo que quienes andamos en estos trotes incomparables de decir cosas para que otros las oigan o las lean (con el miedo terrible de leerlas después uno mismo y encontrar errores) hemos recibido una formidable lección de periodismo.