La Jornada 31 de mayo de 1997

La flautista Arizpe sigue inhabilitada; su percance, por un acto desorganizado

Pablo Espinosa/ I Ť Marielena Arizpe es una de las artistas fundamentales en el desarrollo de la música contemporánea en México y en otros países, donde es considerada como una de las más importantes intérpretes de música escrita en este siglo. Desde hace 15 meses, empero, ha estado ausente de las salas de concierto --el XIX Foro Internacional de Música Nueva, por ejemplo, concluye hoy, sin su participación. Una ausencia de tal naturaleza nunca puede ser insignificante.

Una llamada telefónica para indagar la causa del retiro dio como resultado la siguiente historia, narrada en entrevista por Marielena Arizpe:

``El 8 de marzo del año pasado, el compositor Federico Alvarez del Toro me llamó por teléfono para pedirme que tocara su obra Oratorio en la cueva de la marimba, en Chiapas. Yo no podía. Me llamó muchas veces, me insistió y total, accedí a ir, aunque en principio no me interesaba ni profesional ni económicamente. Al llegar a Chiapas, directamente del avión al lugar del ensayo (un sitio llamado El Chorreadero, a unos 25 minutos de Tuxtla Gutiérrez) lo primero que les pregunté a los organizadores fue: ¿no es peligroso este lugar? Para nada, fue la respuesta. ¿Y yo dónde voy a tocar? allá arriba: un lugar alto, de donde desciende una cascada y bajo una cañada rocosa. Yo, muy profesionalmente, me subí y empecé a ensayar.


``No sé si pueda volver a tocar la flauta algún día: a qué flautista le
sirve tocar tres minutos y no poder respirar''.
Foto: Guillermo Sologuren

La gran aventura maya

``Realmente no sabía de qué se trataba todo. Federico sólo me había dicho por teléfono: ven, toca mi obra. Y ahí voy. Hasta el día siguiente me enteré, allá, que era un numerito para la Secretaría de Turismo de Chiapas, y que lo llamaron La gran aventura maya: iniciaba con ese concierto, en el que se interpretaron obras de Federico Alvarez del Toro, y después habían programado cosas de deportes y regatas en la Presa del Sumidero, e iba a asistir el gobernador para dar un discurso, aunque no asistió y mandó a su secretario, y también muchos funcionarios del gobierno.

``El día anterior al concierto, en cambio, habían estado unos indígenas que van cada 8 de marzo, desde hace muchos años, para hacer unas ofrendas en ese lugar, pero al día siguiente los corrieron. Desde ahí empecé a pensar: ¿qué es esto? Los indígenas desplazados sólo porque a los del gobierno se les ocurrió hacer su concierto el mismo día, y ponen en su lugar a unos soldados del Ejército tocando los tambores, y un podio y gente del gobierno. Total que el día del concierto me pusieron en la parte alta, yo me sentía tan incómoda que a pesar de que me pedían que no me moviera, lo que más alcancé a hacer fue dar un paso, con todo y micrófono, a la derecha.

``Empecé a tocar, y como a los tres minutos sentí el dolor más intenso que puedas imaginar. Derribada, no sabía lo que estaba pasando. Pensé que me estaba dando un infarto, o que había una descarga eléctrica pues junto al micrófono había agua de la cascada. Tenía paralizada toda la parte izquierda del cuerpo, sentía dolor por todas partes, sangraba del hombro y de la boca. Sentía que me estaba muriendo.

Pero el concierto siguió

``La gente, que estaba mucho más abajo, no entendían tampoco lo que sucedía; algunos sí vieron: me había caído una roca encima. Antes de eso yo estaba tocando la flauta, a varios metros de altura. Abajo estaba la orquesta, dirigida por Federico Alvarez del Toro, y atrás de él estaba el público. La roca me cayó desde unos 50 metros de altura, una roca como de 15 o 20 centímetros de diámetro. Fue como un cañonazo.

``Pero el concierto siguió. Federico no me hizo el más mínimo caso. Cuando me llevaban en camilla ya estaban tocando la siguiente obra del programa y después me contaron que al final dijeron por el micrófono al público, que se había quedado muy inquieto, que no me había pasado nada, que simplemente me había resbalado. De no ser porque en el camino al hospital me encontré a una edecán, Olivia Diez, me hubiera quedado sola todo el tiempo. Para mi fortuna estaba casualmente entre el público mi cuñado, quien se encargó de todo. Nadie de entre los organizadores se hizo responsable de mi atención. Después se enteró mi familia. Como a las 19 horas llegó el doctor Guillermo Calderón a verme. Me dijo: urge que te vayas a México en este momento. Yo tenía insuficiencia respiratoria. Debido a que es difícil el aterrizaje en Tuxtla Gutiérrez, tuve que pasar esa noche en el hospital y hasta la mañana siguiente llegó la ambulancia aérea para transportarme a la ciudad de México.

Un cañonazo en el hombro

``Estuve una semana en el Hospital Inglés y después en mi casa en cama durante dos meses, al término de los cuales me fui a Estados Unidos a atenderme con un especialista, pues no sólo estaba de por medio mi carrera, sino que el tipo de lesiones eran graves y de consecuencias ulteriores. Mi clavícula izquierda había quedado desecha y se me habían roto omóplato y corcoide.

``A 15 meses del accidente aún sigo sufriendo las consecuencias de un tratamiento equivocado que me hiceron luego del accidente en Tuxtla Gutiérrez. Por supuesto que muchos me han dicho: qué bueno que fue en el hombro y no en la cabeza. El médico que me atendió en Estados Unidos me indicó que gracias a que tengo huesos muy fuertes, así como me ves de chiquita, no me había destruido hasta el tobillo: `fue un cañonazo lo que recibiste en el hombro', me aseguró el especialista.

``Desde el momento del accidente no volví a saber de los organizadores del concierto. De hecho el concierto siguió. En los periódicos salió al día siguiente que el concierto había estado muy bonito y que a mí me había caído una ramita y me había desmayado. Que me había resbalado. Que la niña de la flauta se resbaló. Que no había pasado nada. Una semana después me llamó Federico Alvarez del Toro: `¿cómo estás?', supermal, le dije, oye: ya ni la amuelan, me puedo morir y ustedes ni enterados. `Qué bueno que estás tan bien', fue lo que me dijo Federico.

``Como no toqué, pues habían transcurrido tres minutos de la obra, y el concierto siguió, no me pagaron los honorarios, que además eran ridículos. Pero eso no es lo importante. Me hubiera gustado que me hubieran preguntado siquiera: qué necesitas, no tenemos dinero pero qué te hace falta. Ese trato, en cambio, no se lo merece ningún ser humano, quien quiera que sea.''

Nadie, hasta el momento, ha asumido responsabilidad alguna. La flautista más importante para la música contemporánea de México prosigue, en tanto, por sus propios medios, su rehabilitación.

``No sé si pueda volver a tocar la flauta algún día: a qué flautista le sirve tocar tres minutos a lo mucho, y no poder respirar''.