El debate entre Cuauhtémoc Cárdenas y Alfredo del Mazo, candidatos a la gubernatura del Distrito Federal, está lleno de enseñanzas que los ciudadanos debemos acopiar y analizar con minuciosidad, porque ese debate mostró numerosas facetas de lo que es nuestra vida política tal y como se da en la realidad, aunque el corolario principal es el de que la opinión pública está con Cárdenas y no con el priísta Del Mazo. Vale entonces preguntarnos sobre el porqué de esta preferencia hacia el candidato del PRD, cuyas intervenciones estuvieron llenas de propuestas claras en lo que hace a la solución de los no pocos problemas que agobian a la capital de la República.
En los 80 años que separan el acto sancionador de la Constitución de 1917, y hoy, distínguense dos concepciones políticas fundamentales, la proclamada por la Asamblea queretana, que el presidente Lázaro Cárdenas trató de llevar adelante durante su administración (1934-40), y la que al margen de la Ley Suprema ha ejecutado el gobierno como gestor del presidencialismo autoritario que inicia, en su etapa civil, Miguel Alemán (1946-52). ¿Cuáles son las diferencias sustantivas de uno y otro sistemas?
La concepción revolucionaria está diseñada con el conjunto de ideas que reflejan los sentimientos del pueblo, expresados durante las grandes luchas del periodo 1910-1916. Es una organización de la nación como Estado republicano popular, soberano, representativo, con un gobierno presidencialista limitado por los Poderes Legislativo y Judicial, respetuoso de las libertades del hombre, dispuesto a mantener relaciones internacionales paritarias, y comprometido a inducir condiciones que hagan posible la justicia social tanto en lo económico como en la cultura. Así, la Revolución quedó explicitada en un Estado moralmente justo, honesto y absolutamente obligado a acatar las inclinaciones mayoritarias del pueblo, asegurando la participación de éste en las decisiones públicas. Contra el Estado de las minorías privilegiadas del santanismo y de las élites, incluidas las extranjeras, del porfiriato, el Estado de la Revolución se planteó como un Estado de trabajadores urbanos, campesinos, clases medias y empresarios nacionalistas, y no de las clases altas, locales y extranjeras, del país. Esto consta sobre todo en los artículos 3o y 27 constitucionales; y precisamente por esto, la concepción revolucionaria del Estado es garantía del perfeccionamiento de los individuos y las familias por la vía de un desarrollo material afincado en los más altos ideales de la sociedad.
La otra concepción de México, forjada en mayor o menor grado durante los últimos 30 años, supone la violación del Estado de derecho, normado en la mencionada Constitución de 1917, para edificar un Estado de facto, el presidencialismo autoritario, cuya principal característica implica su desvinculación del pueblo para transformarse en operador político de las altas clases dominantes, relativamente locales hasta las administraciones de López Portillo y De la Madrid, y abiertamente foráneas, a partir de 1988, con el ascenso del presidente Salinas de Gortari. Estas dos fases del autoritarismo presidencial, por su ilegalidad e ilegitimidad quebrantaron también las instancias éticas del Estado, y en consecuencia desataron la corrupción pública privada y el mandamiento parcializado como opción suprema en las estructuras corporativas que suplieron la vida democrática en las asociaciones civiles y en una jerarquía burocrática dependiente casi personalmente del titular del Poder Ejecutivo. El Estado de facto, opuesto al Estado de derecho, cuida la reproducción de las clases dominantes, por hoy del trasnacionalismo washingtoniano, y no del bien popular.
En ese contexto, ¿cuál es la lección del debate? La política que Cuauhtémoc Cárdenas trazó en sus proyectos tiene como fundamento la primera concepción, antes señalada, del Estado mexicano: democracia, honestidad, equidad y respeto a las libertades del hombre, cuyas bases están en la Carta de 1917. En cambio, su opositor Del Mazo al convertirse en apologista de su propia actividad administrativa en el statu quo gubernamental, se exhibió como parcial de la segunda concepción descrita en los párrafos anteriores. Y por estos motivos, la opinión pública ciudadana aplaude y apoya al candidato perredista Cuauhtémoc Cárdenas.