José Antonio Rojas Nieto
México-EU, una compleja relación petrolera

Para satisfacer sus necesidades cotidianas de derivados del petróleo, en el primer trimestre de 1997 nuestros difíciles vecinos del norte enviaron diariamente a sus cerca de 180 refinerías -operadas, por cierto, por un centenar de compañías y que corresponden a 15 por ciento de la capacidad mundial instalada- poco más de 14 millones de barriles de crudo. De éstos, apenas 45 por ciento (6.4 millones de barriles) fueron de propia producción. Así, como muestra de su creciente dependencia del crudo externo, durante estos tres primeros meses de 1997 debieron importar casi 8 millones de barriles al día de petróleo, de los que México proporcionó cerca de un millón 200 mil, es decir, 15 por ciento, equivalente a 80 por ciento de las exportaciones mexicanas y a 45 por ciento de la producción. Pero, además de estos números -de suyo ya contundentes-, hay que notar algunos otros elementos para entender el marco en el que se ha movido (seguramente se seguirá moviendo, si no reflexionamos críticamente sobre ello) la compleja relación petrolera de México con Estados Unidos.

Nunca hay que olvidar que nuestros vecinos son los más grandes e importantes consumidores de petróleo del mundo, con 20 por ciento de un total mundial actualmente cercano a 70 millones de barriles al día. Tampoco hay que olvidar que, por desgracia para ellos (quizá también para nosotros), sólo poseen 2 por ciento de las reservas mundiales de crudo, es decir, 23 mil millones de barriles de un total de 999 mil, que les determinan una fatídica relación reservas-producción (reserva estática), de no más de diez años. Menos aun ignorar que en Estados Unidos existen los yacimientos con más altos costos de producción, y que en promedio tiene la más baja fertilidad petrolera del planeta, apenas once barriles al día por pozo. Por ello, precisamente, produce e importa crudo de acuerdo con dos factores primordiales, a saber, la relación de costos internos de producción y precios externos de referencia del crudo, y las características técnicas y económicas de sus refinerías.

En este contexto, hay que señalar que la participación del crudo estadunidense en sus refinerías es cada vez más baja, precisamente por la caída de precios que impide la explotación de un número creciente de pozos del vecino país, con costos de producción muy altos, por lo que no resulta asombroso reconocer que, de un volumen diario de importaciones cercano a tres millones y medio de barriles en 1983, este año la importación cotidiana de crudos externos ha llegado ya, como anotaba antes, a casi ocho millones de barriles. Pero, merced a sus avances tecnológicos en refinación -básicamente ligados a la posibilidad de sacar una proporción mayor de productos ligeros y de mayor precio del procesamiento de crudos pesados y de menor precio-, las refinerías estadunidenses han tendido a procesar petróleo más pesado (con menos grados API) y más amargo (con más azufre), reflejando esta situación en sus importaciones. Así, como señalan los informes oficiales del Departamento de Energía del vecino país, en 1984 cerca de 39 por ciento de las importaciones de crudo era de graduación menor a 30 grados API (60 por ciento inferior a 35), en tanto que, actualmente, cerca de 60 por ciento es inferior a 30 grados API (75 por ciento inferior a 35). Similarmente, en 1984 el promedio de contenido de azufre era inferior a uno por ciento (en peso), en tanto que hoy en día ese promedio es cercano a 1.21 por ciento. Esto se ha unido a la tendencia decreciente de los precios, para dar como resultado un precio promedio actual del crudo importado por Estados Unidos, apenas cercano a 17 dólares actuales de 1997 por barril, en tanto que en 1984 la cotización media del crudo importado era de casi 34 dólares también actuales (50 dólares en 1981).

Así, sin mediar reflexión o discusión explícita sobre ventajas, desventajas y riesgos, el crudo enviado por México al vecino país se ha incrementado de manera muy acelerada, no sólo respecto del que importan nuestros vecinos, sino sobre todo en relación con el total que exportamos. En 1984 nuestros vecinos del norte sólo recibían 659 mil barriles de crudo mexicano al día, que les representaba 15 por ciento de sus compras de petróleo en el exterior y casi 80 por ciento de nuestras ventas externas. Con ese total, México se consolida como el segundo o tercer proveedor más importante de Estados Unidos, después de Arabia Saudita y Venezuela, lo cual pasa a ser comprendido como de seguridad nacional para nuestros vecinos, con todo lo que eso implica.