Hoy comentaremos dos asuntos que inciden, de diversa manera, en el patrimonio cultural y en las políticas para su conservación. La primera noticia proviene de San Luis Potosí, donde recientemente se dio a conocer el rescate de un cuadro del pintor mulato Juan Correa, realizado originalmente para un retablo de la capilla de San Nicolás Tolentino, en el Cerro de San Pedro (antecedente fundacional de la ciudad de San Luis) y que ahora se encuentra en la sacristía del templo de San Pedro Mártir, de la misma localidad. El lienzo fue trasladado a este último recinto después de un devastador incendio que, a principios de siglo, acabó con gran parte de los tesoros artísticos de la capilla agustina.
El dato sobre la existencia del cuadro La comunión de San Nicolás Tolentino, trabajado y firmado por Correa en 1708, lo dio Francisco J. Cossío Lagarde, director de la Casa de Cultura e infatigable defensor de los tesoros potosinos. Si bien no es de lo mejor en la producción pictórica del artista, la importancia de esta obra reside, como lo ha señalado Elisa Vargaslugo, en que es el único testimonio novohispano que queda de la hechura de retablos pintados en lienzo. En él se pueden observar todavía restos de adornos, predelas y columnas salomónicas que formaban parte del singular altar barroco.
Los daños que presentaba el cuadro eran severos: desprendimientos, rasgaduras, hendiduras y abombados en la capa pictórica, además de las huellas de tres inadecuadas intervenciones realizadas con parches de papel y tela, junto con repintes. Asimismo se localizaron recortes en los bordes del lienzo, lo que indica que fue adaptado para colocarse en otro retablo. En cuanto a su bastidor, éste se encontraba apolillado, ya sin los largueros y tan sólo sostenido por su cabezal.
Ya restaurado y reincorporado al acervo del templo minero, merece ser valorado y custodiado, para que no llegue a sufrir el destino del cuadro Alivio de un cura devoto, también realizado por Correa en 1672, y que desde 1994 fue sustraído de la Catedral de México.
La segunda información proviene de Antigua, Guatemala y se refiere al creciente deterioro de su fisonomía arquitectónica. En 1942 el Instituto Panamericano de Geografía e Historia, cuyo grupo de conservación de monumentos era presidido por Daniel F. Rubín de la Borbolla, declaró a Santiago de los Caballeros monumento de América; más tarde, en 1969, el gobierno guatemalteco emitió su ley protectora por considerar de utilidad pública y de interés nacional su conservación y restauración. Por último, fue incluida por la UNESCO en la Lista del Patrimonio Mundial en 1979.
La ciudad antigüeña conserva, del siglo XVI y la primera mitad del XVII, su traza renacentista junto con algunos ejemplos arquitectónicos manieristas. Al periodo barroco pertenece la mayoría de sus edificaciones, principalmente entre 1717 y 1773, año de los devastadores terremotos que motivaron su abandono. Algunas de las características estilísticas que singularizan su arquitectura son las fachadas tipo retablo con tímpanos rehundidos; el empleo de estucos decorativos en exteriores e interiores; la presencia de pilastras abalaustradas serlianas en portadas; el trazo cuadrangular de templos junto con la fabricación de pequeñas torres-campanario; y la colocación de fuentes ornamentales en conventos, casas habitación y espacios públicos. Todo este espléndido conjunto se complementa con la monumentalidad de las ruinas pertenecientes a iglesias y conventos que sucumbieron a los sismos.
En días pasados (12/05/97) el periódico Siglo Veintiuno, de Guatemala, publicó una denuncia hecha contra el Consejo Nacional para la Protección de la Antigua, en virtud de que ha venido autorizando la construcción de dos y tres niveles en viviendas con terrenos no mayores de 8 metros, y con materiales y técnicas ajenas al lugar. Al permitirse la edificación de varios pisos en el interior de inmuebles habitacionales, se está violando el artículo 23 de la ley, que prohíbe toda obra que altere la fisonomía tradicional.
La población se ha convertido en unazona típica (como en México lo son Tequisquiapan, Cuernavaca, Tepoztlán y Valle de Bravo), llegando a recibir en cada fin de semana más de 10 mil visitantes. Por ello el problema del deterioro es de tal magnitud, que el anterior conservador de la ciudad, arquitecto José María Magaña, ha advertido el riesgo que se corre de perder el apoyo del Fondo para la protección del patrimonio mundial, cultural y natural.
El caso de Antigua debería hacer reflexionar no sólo a las autoridades guatemaltecas, sino a las de otros países latinoamericanos (entre ellos México), puesto que la mayoría de las ciudades declaradas Patrimonio del Mundo afrontan graves problemas de destrucción de sus bienes inmuebles, muchas veces propiciados por los mismos funcionarios encargados de su custodia.