Marco Rascón
Por alusiones personales

No hay mucho que agregar a la clara, inobjetable y contundente derrota de Del Mazo y del PRI frente a Cuauhtémoc Cárdenas, pero le agradezco al pobre Alfredo, su nueva asnería al aludir a mis máscaras y reflejarse en ellas. Gracias, Alfredo.

La peor situación de un hombre es no reconocer quién es y despreciar su trayectoria y su vida, pues en México --como señala la chihuahuense Flora María Vargas-- el simulador llega a creerse verdadero. Me imagino que para la estirpe Alfredo del Mazo ha de ser doloroso verlo pálido y sin saliva, simulando y disimulando con argumentos y propuestas hechos para sus públicos cautivos; triste papel traicionar la obra de los suyos haciendo diagnósticos de la crisis que se convierten al instante en autocrítica, ya que a estas alturas del país reivindicar su larga experiencia de gobierno es asumir la responsabilidad en el desastre.

Subirse a la motaña rusa, al metro, a los taxis y comer tacos en los mercados no tiene nada de malo, lo hace cualquiera por esparcimiento u obligación; lo que sí es triste, por ser una sarcástica payasada de su estirpe decadente, es disfrazarse de ciudadano común para divertirnos a todos y manifiesta un apego ``a la hipocresía como norma'', según afirma Octavio Paz sobre las Máscaras mexicanas.

(``¿Quién eres tú? ¿Quién es cada uno en México? Dondequiera encuentras impostores, impersonadores, simuladores (...) todos son unos gesticuladores hipócritas''. Rodolfo Usigli: El gesticulador). Estando ahora al descubierto como perdedor, para Alfredo del Mazo será duro haber confesado que disimuló seis años en silencio sus discrepancias con Salinas, pero más duro será cargar en adelante, frente a sus partidarios y a sus hijos, que fue un político sumiso que actuó por conveniencia y calló su convicción por intereses. El primero de septiembre, el mensaje estaba dirigido a políticos como Del Mazo, cuyo verdadero rostro era mi máscara, ¿no lo entendieron así? Quiero confesarle a Del Mazo que hay un maleficio en torno a quitar y ponerse máscaras, se lo digo como colega: a unos nos hace bien, y a los que nos señalan como brujos irrespetuosos les hace mal. Ojalá no se lo diga a nadie y lo guarde como un secreto, pero en aquel segundo Informe presidencial, a Diego Fernández de Cevallos, a Cecilia Soto y a Santiago Oñate les fue muy mal: todos perdieron posición y prestigio, y hasta Víctor Flores, el líder moral priísta, fue sometido al escarnio de los suyos al ser un hombre abyecto.

Hasta ayer, Alfredo del Mazo, como hombre tardío que es, invocó la afrenta del marrano y también perdió, no por el maleficio de una máscara, sino al revés, porque la suya se enfrentó a la integridad de Cárdenas.

Gracias a Cárdenas la capital del país se empieza a librar del peligro de que un pobre hombre como Del Mazo nos gobierne. Con esto también nos libraremos del corruptillo Oscar Levín Coppel, repartidor de favores y engañabobos, cuyos disfraces de lentes ad hoc, que combina a diario con el color de su traje, le ha válido el mote de Barbie, impuesto por sus propios correligionarios.

Pero que nadie se preocupe, ya no somos los únicos que usamos máscaras para debatir y mandar mensajes: Clinton, siguiendo el ejemplo, no resistió ponerse una máscara ``de amigo de los mexicanos''. ¿Por qué Del Mazo no tiene derecho a usar una de político preparado, sagaz y tolerante, comedor de tacos, pasajero de pesera y de montaña rusa? ¿Acaso él no tiene derecho a ser el hazmerreír de los capitalinos?

En una de las encuestas de Reforma, publicadas ayer en torno al mensaje inicial y final de los contendientes del debate, Del Mazo obtuvo 33 por ciento al principio y 22 por ciento al final, en el que Irma Serrano, yo y Superbarrio fuimos aludidos. Del Mazo perdió 11 puntos porcentuales por una razón: no supo con quién se metía y no lo digo porque los tres mencionados seamos muy populares y queridos, sino porque al usarnos en el último estoque creía que estaba a la mitad de la plaza como torero sin percatarse de que era el toro.

PD. Agradezco en mi caso la distinción del triste Alfredo por proyectarme a tan elevados puestos, pero siento que no tengo alma ni de burócrata ni de funcionario (con todo respeto). Sin embargo, creo que Superbarrio podría seguir siendo un excelente héroe de la ciudad de México.