Luis Hernández Navarro
El poder de la imagen, la imagen del poder

Si el poder de la imagen es la imagen del poder, entonces Cuauhtémoc Cárdenas llegó y salió del debate del 25 de mayo como jefe del gobierno del Distrito Federal y no como un candidato más. Esa es la imagen que proyecta el dirigente del PRD alimentada por innumerables encuestas que le dan una ventaja difícil de remontar. Esa es la imagen que parecen tener de él Alfredo del Mazo y (desde la rabieta posdebate) Castillo Peraza, convertidos en candidatos de la oposición derrotados antes de las elecciones.

Ciertamente, el síndrome opositor no sólo se ha apoderado del candidato priísta al gobierno capitalino sino que está presente en el mismo jefe del Ejecutivo. La exaltada descalificación que el presidente Zedillo hizo de la campaña perredista en los medios (¿o a poco el PAN ha criticado alguna vez al capitalismo?) muestra que éste ha llegado a las más altas esferas de la administración pública. El jefe de Estado se comporta no sólo como el dirigente de la campaña electoral del PRI sino como un líder al borde de un ataque de nervios.

Alfredo del Mazo llegó al debate televisivo con dos objetivos centrales, por un lado, mostrarse como un político experimentado y capaz; por el otro, tratar de raspar, lo más posible, la imagen de honestidad y capacidad de Cárdenas. En otra dirección, el candidato perredista procuró exponer su propuesta de gobierno, evitó los ataques personales a su contrincante y respondió con buen tino a las críticas que éste le hacía. Aprovechando el rebote que algunos medios le ofrecieron, Castillo Peraza insistió en lo que ha sido uno de los ejes medulares de su campaña: mostrar que PRD y PRI son la misma cosa.

En su afán por descalificar al perredismo, Del Mazo trató de asociar a ese partido con el antisionismo y la intolerancia religiosa. La acusación es absurda e irresponsable. Ya en el pasado, a través de La República, su órgano de prensa, el PRI trató de hacer algo similar con el PAN al asociarlo con el nazismo. Nunca, la dirección nacional del PRD ha emitido crítica alguna en contra de la comunidad judía. El cardenismo es una corriente política laica pero de ello no se desprenden iniciativas antirreligiosas.

Por lo demás, es dudoso que los ataques personales que lanzó el candidato priísta en contra de Cárdenas surtan efecto alguno en los posibles votantes. Esta estrategia le resultó contraproducente a Castillo Peraza, como antes, en otras tierras y otras circunstancias, no le había servido a los republicanos norteamericanos que trataron de hacer de la vida sexual y los presuntos negocios del presidente Clinton un tema de campaña. Este tipo de críticas son poco eficaces, además, por venir de quien vienen: un hombre del régimen, integrante del grupo Atlacomulco.

Coincidentes, los candidatos del PAN y del PRI, insistieron en responsabilizar al PRD de las protestas que se realizan en la ciudad de México. (¿De ganar el gobierno capitalino tratará el PAN a esas marchas con los mismos métodos que recientemente utilizó hacia un grupo de indígenas en Chihuahua?) El señalamiento es absurdo. Ya quisieran los cardenistas (o cualquier otro partido) tener esa influencia social. La mayoría de las movilizaciones de organizaciones populares que se realizan en la capital provienen de otros estados, y si llegan aquí es por la incapacidad de los gobernadores de solucionarlas. De la misma manera, esas protestas provienen tanto de la falta de canales institucionales para resolver la demanda social como de las políticas aplicadas al margen del consentimiento ciudadano. La intolerancia que PRI y PAN muestran anuncia más problemas de los que supuestamente pretende resolver.

En su afán por presentarse como un hombre experimentado y capaz de gobernar la ciudad de México, Alfredo del Mazo tiene que mostrar como credencial la experiencia adquirida en la administración pública. Sin embargo, una amplia franja de la opinión pública está en contra de lo que esa experiencia significa. Durante el debate el abanderado del PRI trató de hacer verdaderos malabares para hacer patente que simultáneamente representa el cambio y la continuidad. Por lo demás, queda en el aire la interrogante de por qué, si verdaderamente sabe cómo sacar adelante a la ciudad de México no se le dijo al regente Espinosa Villarreal antes de que su gobierno naufragara.

En el debate, el poder de la imagen dio el triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas. Para que el poder lo detenga hará falta mucho más que denuncias sobre su fortuna y llamadas de alerta sobre su carencia de compromiso institucional.