Edgar Morin: la democracia es una condición de vida, no solución
Patricia Vega Ť Edgar Morin opina que hoy día la democracia atraviesa muchas dificultades: ``incluso en los países que se pueden llamar `democráticos' hay regresiones. Por ejemplo, los ciudadanos no tienen posibilidad de aportar ideas sobre problemas que están en manos de los especialistas, de los expertos, de los técnicos''.
El intelectual, nacido en París en 1921, remata contundente: ``la democracia no es una solución, es una condición para una vida correcta de los seres humanos. Democracia es una palabra muy problemática, pero no se puede pensar que podamos avanzar en el terreno de la civilización humana sin ella''.
Pero la democracia a la que Morin se refiere no es la que se expresa únicamente en las urnas como opinión de las mayorías, sino que también implica la protección de las minorías; es la que requiere de un consenso para solucionar los conflictos, pero que a la vez necesita del conflicto surgido de la diversidad de opiniones. Es, en suma, una posición de apertura: el reconocimiento de diversas verdades cuyo conflicto impide caer en la dogmatización.
El intelectual tiene la tarea más difícil que se haya presentado nunca en la historia de la cultura: resistir a todas las fuerzas que degradan la reflexión hacia las aportaciones capitales de las ciencias contemporáneas con el fin de intentar pensar el mundo, la vida, el ser humano, la sociedad.
En una sociedad en que debemos evitar la ``ceguera inteligente'' --esa que proviene de la mutilación del conocimiento, de conceder a la ciencia un carácter providencial, infalible, y de establecer la divinización de La Razón-- Morin apuesta por una de las propuestas intelectuales más lúcidas y desafiantes: un pensamiento complejo --cuya raíz nos remite a complexus como acción de tejer-- que proviene de la transdisciplinariedad. Es decir, que las respuestas a las preguntas que surgen de su búsqueda intelectual provienen no sólo de la parcialidad que puede ofrecer la sociología, la historia, la antropología, la política, la biología, la literatura, la psicología, la química, la astronomía, sino de la integración de un proceso de conocimiento que transgrede las tradicionales fronteras disciplinarias, que rompe con las limitaciones y candados que nos impone un conocimiento `racional' que nos ha conducido a la deshumanización de los problemas. Es, de alguna manera, un indispensable retorno a Montaigne. Un autoconocimiento que, en palabras de Morin, nos conduciría a una ``ética compleja'' emanada de la comprensión completa. Por ejemplo: si hacemos un análisis químico de las lágrimas eso no nos llevará a saber porqué una persona llora, por medio de la empatía podremos acercarnos al dolor, a la pena.
Morin está en México para impartir el seminario Morin por Morin: la aventura intelectual del pensamiento complejo, bajo los auspicios de la Universidad Iberoamericana, la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM y el Instituto Francés de América Latina (IFAL). El sociólogo en diálogo --en un ``frañol'' que no requiere traducción-- con la prensa como una introducción a su propuesta, expresó:
El mundo necesita cada vez más lucidez
``La situación política es muy >I>compleja, esa es la palabra más fácil para no decir nada. Es por eso que cada vez que se utiliza la palabra complejidad se desarrolla un vacío de pensamiento y no tenemos los instrumentos para responder al desafío que la complejidad nos presenta. Complejidad es la palabra más vacía y más llena de todo.
``Lo único que he hecho es elaborar un instrumento de conocimiento que pueda contestar al desafío de la realidad cotidiana: el problema planetario de la humanidad. Hoy no hay suceso en un lugar del planeta que no tenga efecto en otro lugar de la tierra, existe un tejido de interacciones en el mundo. Y conocer algo significa la posibilidad de plantear un hecho en su contexto, en su globalidad. Cuando decimos Sarajevo, Albania, Ruanda, Marcos, si no tenemos la posibilidad de una contextualización --no sólo geográfica o histórica-- estamos ciegos en un mundo donde se necesita cada vez más lucidez. Hablo de la posibilidad de desarrollar un pensamiento con todas las culturas, no sólo en términos cuantitativos, económicos, técnicos, sino humanísticos, éticos, existenciales...''
Y para lograr lo anterior, Morin propone una reforma del pensamiento, un reaprender a aprender. Un resistirnos a lo que separa, a lo que desintegra, a lo que aleja, a lo que destaca y subordina. Desarrollar la capacidad de religar, unir y conectar. Es la reforma de la educación y de la universidad. Un llamado a los ciudadanos, porque el proceso educacional propuesto es una toma de conciencia social cívica.
En otro orden de ideas, el intelectual reconoce que ``no podemos vivir sin mitos, pero podemos establecer un diálogo crítico con nuestros mitos para no sufrir el poder de ellos sobre nosotros''.
Estas son algunas de las ideas expresadas por Edgar Morin, quien anoche ofreció en el auditorio del IFAL la conferencia Llorar, amar, reír, comprender, en el marco de las actividades del seminario que desde hoy (y hasta el viernes 30) se efectúa en la Universidad Iberoamericana.