José Blanco
Imágenes y balbuceos

Por lo visto nos es imposible escapar de todo lo que conlleva la modernización globalizante. Nuestros protopartidos se ven sin remedio impulsados a imitar las contiendas políticas de los países ``desarrollados'', so pena de ineficacia y derrota.

En la era de la comunicación electrónica y del vasto dominio del mercado, las campañas políticas consisten en organizar eficazmente la venta de su mercancía. Por ello deben llevar como soporte obligado estudios sistemáticos de mercadotecnia política (así dicen los especialistas), cuyo propósito manifiesto es vender una imagen: captar los sentimientos, las aspiraciones, las necesidades de los electores y crear una imagen capaz de personificar la satisfacción de tales sentimientos y expectativas.

De tal magnitud es hoy el peso del mercado en toda la vida social. Dura lección para el PAN --aún no aprendida--: su candidato, con más de un tercio de los votos en diciembre pasado según las encuestas, sufrió una caída vertical porque creyó montar el caballo de la hacienda y, entre otras cosas, prescindió de los servicios de los creadores y vendedores de imágenes. Resultado: respecto a la figura del candidato, una campaña premoderna ofreciendo una imagen del todo ajena a la mayoría de los electores.

Las campañas políticas del PRI y del PRD y el propio debate estelar esperado por todos muestran, por su parte, estar al día en materia de los modos de operar el nuevo mercado político. Una cruda diferencia entre estos partidos estriba en que para el PRI es una cuesta vertical vender una imagen para satisfacer necesidades no satisfechas cuyo origen una gran parte de los electores ubican en el propio partido en el poder.

Otra irónica diferencia consiste en los colores de las banderas de partido. El partido casi único tuvo la fuerza en su tiempo para adoptar sin más los colores patrios como propios. Ahora --dice la especialista en mercadotecnia política del ITAM, asesora de Cárdenas--, los estudios de mercado indican que la combinación de colores ``de mayor impacto'' son precisamente el amarillo con el negro del sol azteca, mientras que la combinación rojo con verde ocupa el lugar diecinueve.

Es verdad que en cualquier parte del mundo los debates televisivos entre candidatos se ubican en el mismo marco: la venta de la imagen, pero ¿había usted visto antes un debate leído?, ¿se imagina usted al anunciante de jabones o de pasta dental leyendo página tras página su partitura?, ¿o al actor --que, como el político, representa un papel--, leyendo su libreto?

El debate estuvo cerca del anticlímax por ese motivo. Lo salvó de no resbalar en él la pimienta de los ataques a la imagen que cada uno presenta al público. Desde el punto de vista de los contenidos de la oferta política fue, por ello, un balbuceo de debate: lecturas con tropezones (y con prisas, en el caso de Cárdenas), que absorbieron la mayor parte del tiempo. ¿Habrán retenido los electores la oferta política de cada uno? ¿Podrán compararlas, detectar las diferencias y expresar por qué están a favor de una u otra?

La lectura de Del Mazo y sus asesores, de la imagen ofrecida por Cárdenas a los electores es principalmente la de la honestidad. Por eso ahí pegó Del Mazo (el asunto patrimonial). La debilidad mayor que en Cárdenas advierten es la del equipo de gobierno que lo acompañaría. Por eso ahí pegó también. Cárdenas respondió con agilidad y seguridad mayores a las probablemente esperadas por Del Mazo, aunque no salió librado de todas. Por su parte, Cárdenas enderezó sus ataques hacia numerosos puntos (corrupción, asesinatos, administración de justicia, gestión de gobierno), aunque lo hizo en general refiriéndose a la clase política priísta. En cambio, el golpe fue directo al referirse al Barapen, de triste memoria. Cargar con todo lo cometido por sus correligionarios fue la desventaja de Del Mazo. Acaso por ello mismo la otra cara de la seguridad que en general mostró Cárdenas fue el nerviosismo de su adversario.

Nuestra democracia sigue borroneando su prolegómeno. El nivel y contenido del debate político, los medios lo reflejan cada día sin sorpresa. El debate estelar esperado por todos no tenía por qué ser muy distinto (aunque --lo confieso--, esperaba algo diferente).