La Jornada 26 de mayo de 1997

Ecologistas cerraron el paso a Cárdenas; Del Mazo entró por otra puerta

Jaime Avilés Ť ¿Fue un acuerdo entre los candidatos del PRI y del Partido Verde Ecologista? Quién sabe, pero Alfredo del Mazo entró al Club de Industriales desde el sótano del hotel Marriot de Polanco, y pasó inadvertido para la prensa, mientras Jorge González Torres y un grupo de ``ecologistas'' acarreados gritaba y asediaba a Cuauhtémoc Cárdenas y a más de 200 periodistas, en una maniobra ejecutada con tanta precisión que acabó por parecer sospechosa.

Deduzca quien lea: a las 7:04 de la tarde una camioneta blanca del Verde Ecologista apareció sobre Campos Elíseos, frente al edificio en que iba a darse el debate, y un hombre comenzó a vociferar consignas a favor de González Torres. Esta fue la señal para que de un calle perpendicular surgieran 50 o 60 personas, que empezaron a marchar hacia el hotel, escudándose en cuatro mantas que decían ``¿Debate o Tongo?, ``Debate excluyente'', ``Basta de agresiones'', y otras.

Un minuto después, las tres camionetas del PRD se detenían a la puerta del hotel, para que los ``ecologistas'' rodearan a Cárdenas y a sus hijos Cuauhtémoc y Camila, en una jugada teledirigida que sorprendió incluso a los reporteros. Y a partir de ahí Cárdenas tardó 15 minutos en recorrer una distancia de 15 metros, hasta el arco detector de metales, que oscilaba entre tantos empellones, mientras los guaruras del hotel, inexpertos y estúpidos, entorpecían aún más las cosas.

Y entonces, en cuanto Cárdenas y los suyos quedaron a salvo, González Torres llegó al vestíbulo y se introdujo en el centro del remolino, fingiendo que iba a tratar de abrirse paso a cualquier precio.

--¿Está usted a favor de la lucha violenta? --alcancé a preguntarle.

--¿Yoooo? --alcanzó a responder.

Desfile sin gloria

Eran, ahora, las 7:30 y los periodistas se aburrieron de González Torres, que ahí seguía, frente al detector de metales. Según lo acordado, Del Mazo haría su arribo a las 7:40, pero las hambrientas cámaras de prensa y televisión bostezaban ante el desembarco de figuras tan tristes y desalentadoras como María de los Angeles Moreno, Enrique Jackson Ramírez, Roberto Campa Cifrián, que si algo tenían en común era que parecían priístas al borde de un ataque de celos, porque tenían a su alcance menos grabadoras que González Torres.

A las 7:45, cuando todos sospechábamos en secreto que Del Mazo se había rajado, desde el fondo del vestíbulo vinieron dos reporteras de mediana edad, cuchicheando: ``Hace media hora que está allá dentro, ¿tú crees?''. Y se referían sin duda al priísta, porque la otra replicó: ``Qué pocos pantalones, entró como criada, por la puerta de servicio.''

A la puerta del salón La Feria, en el segundo piso del Presidente Chapultepec, había una mesa repleta de vasos, pero vacía de sustancias para llenarlos; adentro de ese lúgubre recinto había un monitor gigante de alta indefinición, o sea, muy mal afocado, y dos aparatos más, como de cantina de barrio, en los que nadie reparó hasta que, a las 8:01 y en ausencia de la inmensa mayoría de los reporteros, que seguían aguardando a Del Mazo fuera del Marriot, en el monitor gigante, acompañado de tres fantasmas, se expandió el rostro de Carmen Aristegui, la joven moderadora que cumpliría su cometido sin la menor posibilidad de lucirse.

Nada sería tan apasionante como se esperaba, pero cuando Cárdenas mostró que no lo habían impresionado ni el boicotito de González Torres ni el blandengue esquema ofensivo de Del Mazo, fueron muy pocos los reporteros que manifestaron su entusiasmo por el perredista. Sin embargo, cuando Del Mazo tropezó con las palabras y se puso a tartamudear --algo que en televisión equivale a caer sobre la lona-- fueron incluso menos los que externaron su malestar por esta pifia, de lo cual se deduce que estábamos en medio de un público educado en la imparcialidad profesional.

No obstante, a medida que Cárdenas iba creciendo, y echando abajo las pálidas acusaciones de su oponente --que de pronto evocaba a un Diego Fernández en miniatura y en todo momento a un hombre en ridículo--, el público, tan profesional como ecuánime, acabó diciendo que el candidato del PRD estaba ``volando como mariposa y picando como abeja''.

Que la SCT hubiese impedido la transmisión del debate a provincia, que los acompañantes de Del Mazo hubiesen salido del Marriot con caras aún más largas de las que lucían al llegar, que al pie del autobús de Del Mazo hubiera sólo cuatro representantes del Grupo de Madres Solteras de Tepito exhibiendo un maltrecho cartel del retador vapuleado, todo eso no fue mínimo--en términos de imágenes elocuentes para la crónica de esta derrota del Partido Revolucionario Institucional--, comparado con el desangelado mitin que principaría una hora después en la glorieta del Angel, y en donde los pobres acarreados sometidos a la llovizna eran menos que los que suelen reunirse cuando pierde la selección.