MIRADAS Ť Santiago Ramírez
El traje nuevo del emperador

Todos conocen la historia del emperador a quien unos malandrines ataviaban imaginariamente con un traje maravilloso. Todos conocen, también, el resultado final: cuando el emperador decide mostrar sus galas en público, descubre que está totalmente desnudo.

En nuestro medio, en el medio académico, parece haber un fenómeno semejante. El Conacyt y la infinidad de comisiones dictaminadoras y evaluadoras han investido y ataviado a un gran número de investigadores con los ropajes maravillosos de la excelencia y las escuelas y universidades del país, presionadas por los malandrines, otorgan toda clase de de grados ataviando a muchos de sus estudiantes con el maravilloso don del grado.

Y en el fondo, todos andamos encuerados. Cuando nuestros flamantes doctores, nuestros premiados colegas, nuestros excelentes estimulados (y ahora hay una categoría nueva, como si fuera un nuevo sabor de paletas), han sido engalanados y ataviados, ¿cuántos de ellos resistirían la mirada crítica antes de descubrir que no son lo que imaginan y que están encuerados?

Pero, después de todo, en este país, eso no importa mucho, quienes han jugado un papel que no les corresponde, quienes han aceptado la personalidad de otro, terminan por creérselo. Pero ¿acaso no es éste el síndrome, ya descrito magistralmente por Rodolfo Usigli en El Gesticulador? ¿Acaso no es éste el gran síntoma nacional, desde la selección hasta la excelencia académica pasando por las ambiciones ex-presidenciales? ¿No estamos creando, en el ámbito académico también, a los Boras de la ciencia y de las humanidades y a los futuros secretarios generales de la ONU o Premios Nobel de la paz?

Que cada quien se arregle con su conciencia. Que cada quien haga la cuenta: los éxitos personales, imaginarios o no, se han logrado a expensas de una comunidad. ¿Cuánto han dado de regreso, a esa comunidad? Ni siquiera las gracias, como los de Hacienda.