La Jornada domingo 25 de mayo de 1997

Luis González Souza
Debate a la mexicana

La democracia tiene principios de validez universal pero, a la vez, modalidades que corresponden a la(s) cultura(s) de cada nación. Cuando esto se olvida, hay el riesgo de transitar a una democracia tan contrahecha como seguidista. Imaginemos, por ejemplo, un México que por imitar a EU hasta en su idiosincrasia mesiánico-belicista y a contrapelo de nuestra tradición pacifista, comenzara a hacer guerras en nombre de la democracia. Habría muchos muertos... de risa.

La noticia del momento en México, el debate entre los candidatos del PRD y el PRI a la jefatura de gobierno de la capital ilustra bien lo anterior. En sí mismos, los debates son el combustible de la democracia: constituyen uno de sus principios fundacionales. Pero el qué, el cómo y el para qué debatir, son algo sujeto a una amplia gama de modalidades.

Como se recuerda, el régimen político de México por fin se abrió a los debates electorales en 1994, cuando se contendió por la Presidencia de la República (Cárdenas por el PRD, Fernández por el PAN, Zedillo por el PRI). Pero ya entonces asomó una discutible modalidad para debatir, del mismo modo en que durante los últimos años ha asomado el espectro de un bipartidismo (PRI/PAN) a la americana. Afortunadamente, y prueba de que el seguidismo no es imparable, el fortalecimiento del PRD tiende a anular dicho espectro; si la sociedad estadunidense es tan simple como para encapsular su pensamiento sólo con dos ofertas electorales (republicanos y demócratas), ciertamente la sociedad mexicana no lo es.

Prácticamente todos los vicios norteños afloraron en aquel primer debate mexicano. Su contenido se centró, no en las propuestas de gobierno, sino en descalificaciones personales, sobre todo por cuenta del candidato panista. Y lo peor es que éste resultó el ganador oficial, ni más ni menos que por capitalizar, en fondo y forma, la subcultura del machismo: si el jefe Diego aún retiene popularidad, es porque ``golpeó'' (algunos incluso dicen ``descontó'') pronto y duro (a Cuauhtémoc). Para peleas de barrio eso es muy eficaz, no así para promover la democracia.

Y sólo para peleas, más no para una cultura de votos razonados, es que sirven los veredictos ligeros y de madruguete, peor aún, a cargo de jueces que nadie eligió (comentaristas oficiosos en los medios de información). ¿Es posible, con qué criterios, decretar al triunfador en un debate? En todo caso, ¿quién, si no la ciudadanía, debería ser el juez? Y ¿ayuda a la democracia la inducción de criterios superficiales o machistas de evaluación?

El debate de estos días ofrece la oportunidad de frenar la mercantilización de la política mexicana, independientemente de que ésta corresponda bien (?) a culturas como la estadunidense. Aun si la democracia a la americana fuese un modelo a seguir (que no lo es), más firme y provechosa sería una democracia a la mexicana. Y aun cuando México permanece en el mundo del atraso socioeconómico, puede y debe aspirar a una democracia avanzada.

Sólo para los politólogos adeptos al mecanicismo, el desarrollo económico es un prerrequisito para el desarrollo político. A nuestro juicio, una variable que suele ser más importante es la cultural. Y, en tratándose de culturas, México tiene para dar y prestar inclusive a EU. O ¿acaso es más democrática la compra-venta de votos en Washington, que el ``mandar obedeciendo'' de nuestras comunidades indígenas?

Ni las elecciones ni los debates electorales lo son todo para la democracia, pero sí son muy buen comienzo. Esperemos que los debates de esta temporada, comenzando con el del 25 de mayo, sirvan para que México transite de una vez por todas a la democracia. Ojalá se centren en la confrontación respetuosa de los programas de gobierno y, por qué no, en la calidad moral y en la capacidad de los candidatos.

Pero ojalá que todo ello sea evaluado por la propia sociedad. Y con no más criterios que los correspondientes a los principios de la democracia así como a su modalidad mexicana, todavía en gestación. Entonces sí, que gane el mejor: a nuestro juicio, quien mejor demuestre su compromiso con el México que queremos la mayoría (lema, por cierto, de Causa Ciudadana y no del PAN ni del PRI).