La Jornada Semanal, 25 de mayo de 1997
ENTREVISTA CON GABRIEL FIGUEROA MATEOS (1907-1997)
La reciente muerte del extraordinario fotógrafo Gabriel Figueroa obliga a una revisión de sus muchos logros. Ofrecemos una de las últimas entrevistas que concedió el hombre que estuvo tras las cámaras de Luis Buñuel, John Huston y Emilio Fernández, entre muchos otros.
Días antes de que Gabriel Figueroa Mateos cumpliera 90 años de edad, pude concertar una cita para entrevistarlo. Un mediodía llegué a su casa de Coyoacán, una señora me abrió la puerta y me encaminó al estudio donde el entrevistado me esperaba pacientemente sentado. ``Le tiene que hablar fuerte porque casi no oye'', me advirtió la mujer. Pronto nos sirvieron una taza de café, en medio de infinidad de reconocimientos, libros y cuadros de algunas de sus películas.
El fotógrafo Gabriel Figueroa aún conservaba una memoria lúcida, junto con la vitalidad para conversar, bromear y reír. Reflejaba en su expresión cierta nostalgia al referirse a sus amigos queridos,. El hacedor de los cielos, como lo llamaban, se mostraba entusiasmado por relatar sus experiencias de vida y de sus más de 200 películas, algunas dirigidas por Emilio Indio Fernández, Luis Buñuel, John Ford y John Huston, entre otros.
¿A qué se dedica en la actualidad?
-Tengo por lo menos dos o tres entrevistas a la semana para publicaciones de México, América y Europa. Doy conferencias en las universidades de la República. Desde que me retiré -mi última película fue Bajo el volcán- me escriben mis amigos del extranjero, vienen a verme muchos estudiosos y viajo bastante a homenajes que me rinden. Hace poco me hicieron uno en Nantes, Francia; de Nantes fui a Valladolid, por La Espiga; de allí a Munich, Alemania; y después a So Paulo y a Río de Janeiro. Regresé a Madrid para un homenaje compartido con Freddy Young, el mejor fotógrafo del mundo, quien ganó tres îscares: con Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago y La hija de Ryan.
Su gran aventura
-¿Cómo fue su vida familiar durante la juventud?
-Me casé después de los 40 años. Antes de eso, le di mucho vuelo a la hilacha. Me divertía muchísimo. Era muy amigo de Dolores del Río, María Félix, Pedro Armendáriz, Arturo de Córdova, Gilberto Martínez Solares... Cuando Dolores del Río llegaba de Hollywood sin compañero, me llamaba a mí para que fuéramos a bailar. Con María Félix tenía menos relación que con Lola del Río.
-¿Por qué dejó de estudiar en el Conservatorio y en San Carlos para dedicarse a la fotografía?
-Mi hermano mayor y yo éramos muy ricos y huérfanos. Entré a la preparatoria y ahí me convencí que no iba a ser médico ni abogado. A mí me jalaba el arte. Entonces avisé a mi casa, en donde estábamos recogidos por una tía hermana de mi padre, quien tenía una sola hija: ``Me voy a salir de la preparatoria.'' ``Pero ¿qué vas a estudiar?'', me dijo mi tía. ``Voy a ingresar al Conservatorio de Música, a la Academia de San Carlos para estudiar pintura y, al mismo tiempo, voy a aprender fotografía.'' Desde niño tenía una camarita con la que fotografiaba en plan de aficionado. Por entonces participé en el Coro del Conservatorio y con la Orquesta Sinfónica Nacional dirigida por Julián Carrillo, en un acto con el que se inauguró la Secretaría de Educación Pública. Yo cantaba con las sopranos porque todavía no cambiaba de voz. Desafortunadamente, después se muere la tía y mi hermano y yo quedamos a la deriva. Fuimos a ver al albacea, porque él nada más nos pagaba las colegiaturas; manejó las casas que nos habían dejado nuestros padres por 12 años, cobrando alrededor de cinco mil dólares mensuales de renta, ¡fíjese nomás! Nos citó para darnos el dinero. Al día siguiente lo estaban velando. Se suicidó porque había hipotecado todas las casas y no había pagado los intereses. En ocho días nos robaron toda la fortuna. Sólo nos quedó una casita que estaba registrada en el testamento civil y ahí nos fuimos a meter, con los hermanos Martínez Solares, cuya familia se había ido a Monterrey. Entre nosotros, el bien parecido se encargaba de comprar la comida, pues las vendedoras le fiaban la leche y el pan. Reuníamos a todos los amigos, jugábamos póker haciendo trampa. Por supuesto, en esos momentos, dejé el Conservatorio y San Carlos: tenía que trabajar para comer. Pero como era muy chico todavía no me admitían de operador de fotografía. Afortunadamente -fíjese cómo se va guiando mi vida-, trabajé con un fotógrafo que había llegado de Chicago, José Guadalupe Velasco. l traía aparatos eléctricos que no había en México. Las modelos siempre se tenían que retratar en los cuartos de las azoteas, algo que era muy complicado. l tenía su cuarto oscuro en un primer piso y ganaba mucho dinero. Era un señor muy desinhibido, como de 60 años, soltero y alcohólico. Cuando quería divertirse hablaba a las casas de citas para que le mandaran muchachas con buen cuerpo, unas seis o siete. Las fotografiaba desnudas, con una iluminación muy buena. Era su única diversión, hacer desnudos; lo demás lo hacía comercialmente, con mujeres que modelaban vestidos, pestañas y otras cosas. Bebía con las muchachas pero no se metía con ellas. A los pocos días le mandaban la cuenta a José Guadalupe por el ``servicio nocturno'' de las muchachas, y le cobraban cinco mil pesos, un dineral en aquellos tiempos.
Un ladrón honrado
-Después me fui a trabajar por mi cuenta. Le enseñé fotografía eléctrica a Gilberto Martínez Solares y él hizo un estudio estupendo que barrió con todo el arte fotográfico de México. Ganaba muchísimo dinero y yo colaboraba con él; en Hollywood, Martínez Solares conoció a Alex Phillips, el fotógrafo que luego vino a México a filmar Santa y aquí mismo contrajo matrimonio -ya nunca más se salió de esta tierra. Durante el día, Phillips trabajaba en el cine, y en la noche tomaba fotos como aficionado para regalárselas a la gente.
Más tarde fui operador con Jack Drecker, quien me llamó para hacer una película con el mejor director de entonces, Fernando de Fuentes: Allá en el Rancho Grande(1936), que batió récords de taquilla en todo el mundo. Gané el primer premio en Venecia, entre 25 premios internacionales. En el Festival de Cannes de 1945, gané con María Candelaria, film en el cual realicé una combinación de filtro en blanco y negro, de lluvias y desahogos. Las nubes preciosas siempre las aproveché. En 1960 gané con Macario el premio de la fotografía en Cannes, contra la gran Dolce vita y La aventura de Antonioni.
Dolores del Río me propuso: ``¿Por qué no tratas de lograr un estilo mexicano en fotografía para Flor Silvestre?'' Así lo hice. Copié a Posada y a Leopoldo Méndez, grandes grabadores; a José Clemente Orozco, a Diego Rivera y a David Alfaro Siqueiros. En Flor Silvestre copié uno de los cuadros de Orozco y en la primera proyección me di la oportunidad de sentarme junto a él. Cuando apareció esa escena, me incorporé un poco, le tomé la pierna y le confesé: ``Maestro, soy un ladrón honrado. Eso es de usted.'' Y él exclamó: ``Sí, pero usted tiene una perspectiva que yo no logré. Usted necesita invitarme a verlo trabajar para observar cómo la logra.''
-¿También Einsenstein influyó en su cine?
-Había visto El acorazado Potemkin y otras películas de Einsenstein -excepto ¡Viva México!- con una fotografía espléndida. Esta última no la vi hasta 1945, cuando había hecho ya varias películas. Hace tiempo tuve una rueda de prensa en Francia con 50 periodistas y, de ellos, 25 me pidieron entrevistas personales. Ignoro cómo se las ingenian, pero de los 25 ninguno me hizo una misma pregunta. Entre ellos, había una reportera de Rusia, muy guapa, que me cuestionó: ``Conozco sus películas, porque cinco de ellas están en las mejores listas de Europa y las proyectan en las universidades. Dígame, ¿de dónde proviene su estilo fotográfico?'' Y le respondí: ``Primero, del expresionismo alemán de 1919; después, de Einsenstein y por último, de Gregg Toland.'' Y me dijo la rusa: ``Discúlpeme, pero el estilo de usted no tiene nada que ver con el expresionismo alemán, ni con Einsenstein ni con Toland. El estilo de usted es un claro concepto de la realidad de México.''
El magnate de la composición fotográfica
-Mis primeras creaciones fotográficas me las revisaba Gregg Toland, quien vino a México durante cinco años. Como él era el gran fotógrafo de El ciudadano Kane, me pidió de tarea hacer una secuencia en mi próxima película al estilo de El ciudadano Kane. Luego, me recomendó con John Ford para El fugitivo, porque Sam Goldwyn no le dio permiso de trabajar con ese director, por broncas personales. John Ford me dio la libertad de crear mi propia composición. Así trabajé con El Indio Fernández, con Gavaldón, con Ismael Rodríguez... El fugitivo fue mi mejor película norteamericana en blanco y negro. Luego siguió La perla, basada en la novela de Steinbeck, que se llevó varios premios internacionales.
-Con Ford también fotografió La noche de la iguana.
-No completamente. Pero después, Ford me hizo un contrato por tres años. Sin embargo, el sindicato de Hollywood no me dio permiso por problemas con el macartismo. Entonces, Ford rompió el contrato y me lo mandó pagar. Era de una generosidad tremenda.
-¿Qué recomienda a los jóvenes fotógrafos?
-Que vean mucha pintura, ya sea en museos o en libros. Que estudien la composición, ahora en color. Aunque el blanco y negro sigue siendo el más fuerte y el más difícil, porque esta técnica lo que necesita es volumen, y el color ya lo tiene en sí. Un ejemplo muy sencillo es el Guernica, de Picasso, que posee una fuerza de imágenes críticas con respecto a la miseria y a la destrucción del pueblo español. sa es la ventaja del blanco y negro. Yo no tuve el talento para conseguir un estudio en color. México tiene a dos grandes coloristas: Rufino Tamayo y [el arquitecto] Luis Barragán.
-De los jóvenes directores mexicanos, ¿a quién valoraría por su calidad?
-A Carlos Carrera, quien ganó el Premio de Cannes.
El ángel exterminador del cine hollywoodense
-¿Por qué dejó de hacer cine, después de Bajo el volcán?
-Por desidia. Ya me tocaba retirarme. Bajo el volcán tuvo mala suerte desde que se exhibió. Luego, me ofrecieron Rambo II; un productor me mandó el script un sábado, y lo leí en diez minutos. El lunes me citó en los Estudios Churubusco. Me presenté muy temprano, a las ocho de la mañana, para no encontrarme con el productor y entregar a su secretaria el script con una nota. Pero al abrir la puerta me lo encontré, sentado con su puro en la boca. ``¿Qué le pareció la historia?'', me dijo. ``Muy mala. No me gustó para nada'', le contesté. ``Bueno, no es la última versión...'' ``Ni con chochos arreglan esa historia. No me tome en cuenta porque no soy nadie para hablar de este asunto. Le agradezco que me haya invitado, aquí le devuelvo su guión.'' Y me salí de ahí.
John Huston me mandó llamar para su penúltima película, pero a última hora su representante me habló por teléfono para avisarme que Sam Goldwyn no me había dado permiso de trabajar en esa película. En fin, el sistema de Hollywood es algo que algunos no hemos aceptado por su hermetismo. Igual pasa con la Metro Goldwyn Mayer. Louis B. Mayer, el mero mero, supo que los japoneses durante la segunda guerra mundial tenían preso a un hermano suyo en Japón. El señor tenía tal poder que habló con el cardenal Spellman. El cardenal habló con el Papa; el Papa con Hitler, y Hitler con el general japonés que tenía preso al hermano de Mayer. Y lo liberaron. Esto lo cuenta en su biografía. Su poder era fabuloso.
Bruno Traven en Coyoacán
-Dígame, ¿cómo conoció al escritor B. Traven?
-Traven vivió aquí en mi casa, en el segundo piso. l residía en Acapulco, donde se filmaba El tesoro de la Sierra Madre. Se presentó con John Huston bajo el nombre de Hal Croves, supuestamente como representante de B. Traven, pero Huston lo reconoció luego luego. Sin embargo, Traven fue descubierto por Luis Spota mediante una noticia en un periódico. Traven logró escapar de él para hospedarse conmigo. En las tardes me hablaba por teléfono para tomarnos unas copas en la cantina. Salíamos al jardín a conversar. Mi prima Esperanza López Mateos era la traductora de todas las novelas de B. Traven del inglés al español. Ningún estudio sobre Traven ha podido identificar quién era su padre. Esperanza me lo dijo. Es un testimonio que también incluye Elena Poniatowska en su tercer tomo de Todo México. Su padre fue uno de los hombres más ricos de Alemania, dueño de una compañía eléctrica, de los teléfonos, el zinc y muchas industrias. Traven era hijo de Helen Mareck, una actriz de teatro, y de Mauricio Rateneau. Pero Traven se enteró de quién era su padre hasta cuando fue mayor. En 1915 murió su padre, y su mamá le dijo que no repitiera ese nombre nunca. Recibió su herencia y la depositó en Suiza, porque en ese momento estaba la crisis de la primera guerra mundial. Se vino a meter a Chiapas, donde escribió sus novelas [La rebelión de los colgados, Puente en la selva...]. De ahí mandaba sus escritos a Alemania para que se los imprimieran. Sus libros fueron traducidos a 36 idiomas. Luego, desapareció.
Mi casa está embrujada por él. Una vez vino un reportero de Le Magazine para tomarme una foto junto al árbol que da a la ventana del cuarto donde vivía Traven. La cámara no funcionó esa vez y tuvieron que venir al siguiente día para tomar las fotos en otro lado. Después, vino la BBC de Londres. También me iban a filmar en ese lugar y sucedió lo mismo. La última vez, el Instituto Goethe me mandó 50 personas para que les hablara de B. Traven. A las seis de la tarde ya estaban todos sentados en el jardín. Al momento de sentarme frente a ellos se fue la luz y se suspendió la plática.
``No hay derecho, chato''
-¿Qué piensa de la crisis social del México de hoy?
-La crisis es por Carlos Salinas de Gortari. Pero esto viene desde muchos años atrás. La corrupción ha persistido en todos los periodos presidenciales, con raras excepciones. Adolfo López Mateos no se robó un centavo, pasó a la historia sin ganarse un centavo. Ruiz Cortines y Lázaro Cárdenas, también. Antes de que falleciera Mario Moreno Cantinflas, Salinas de Gortari le iba a hacer un homenaje en Los Pinos. Yo estaba recién operado de las rodillas y me mandaron decir que era muy importante estar ahí. Que me llevaran cargando. Al llegar a Los Pinos, me encontré a Cantinflas dándome un abrazo. Esto es algo que nadie sabe. Había sólo diez artistas de la ANDA, entre ellos Silvia Pinal y Ninón Sevilla, que habían acudido obligadamente al llamado presidencial. Estuvimos tomando la copa y riéndonos de las bromas de Cantinflas. Cuando llegó el Presidente, nos anunció: ``Señores, qué bueno que me están acompañando para que me ayuden a preparar un homenaje a don Mario Moreno Cantinflas. Haga cada quien su plan o sugerencia de cómo vamos a homenajearlo.'' Cantinflas no se lo esperaba. No creía esta noticia. Sólo había diez artistas, porque la ANDA no podía verlo desde que se peleó con Jorge Negrete. Cuando se muere Cantinflas los dirigentes reconocieron la gran personalidad de este señor. Lo llevaron a la ANDA y me llamaron para dedicarle un tributo.
-¿De qué forma se trataban usted y Cantinflas?
-Nos llevábamos muy bien. Juntos presidimos el Sindicato de Cinematografía, con Jorge Negrete. Desde entonces, he defendido al cine durante cada sexenio. Mira [muestra unas fotos donde aparece durante la campaña presidencial de Miguel Alemán], aquí están Jorge Negrete y Cantinflas con Miguel Alemán, en Guadalajara, para que el candidato no recibiera insultos del pueblo.
El hacedor de los cielos
-¿Cuál fue su reacción cuando murió Gilberto Martínez Solares, hace unos días?
-Muy fuerte, porque lo quise como a un hermano. Una semana antes de que falleciera habíamos comido juntos. Era un poco mayor que yo. Tengo muy buenos recuerdos de él.
-Don Gabriel, ¿usted le teme a la muerte?
-No, es una etapa final que tiene que suceder. ¿Por qué le voy a temer? Es natural enfrentarse a la muerte.