Abraham Nuncio
Los augurios de un debate
El debate recientemente transmitido, por cortesía de la XEW (``La Voz de la América Latina desde México''), entre los tres principales aspirantes a la Primera Magistratura de la República, fue sin duda alguna ejemplo de civismo y madurez política.
De los tres contendientes, el más breve y con menor grandilocuencia fue el general Lázaro Cárdenas del Río. El licenciado Manuel Gómez Morín, que decidió fundar el PAN seis años antes de la fecha oficial y aceptar su postulación como candidato de este partido recién estrenado, secundó en muchas de sus posiciones al señor general Juan Andrew Almazán. Ambos cuestionaron duramente al hombre de Jiquilpan por pretender conducir al país por cauces ajenos a su idiosincrasia.
Cabe recordar que el candidadato del PRUN --la fundación de este instituto ocurrió también anticipadamente-- dijo que su condición de soldado de la Patria y su espíritu emprendedor le permitían, a manera de binoculares, contemplar una grave alteración del orden y de la economía nacional de llegar a la Presidencia de la República el general Cárdenas. Fue entonces cuando el licenciado Gómez Morín recalcó, haciendo gala de su habilidad oratoria, que se violentaba al derecho natural cuando se pretendía hacer efectivos los aspectos socialistas de la Constitución. El general Cárdenas amenazaba con ello y las consecuencias serían ruinosas para nuestra Patria. Sin la atracción de capitales y sin una verdadera reforma agraria que hiciera propietarios de sus tierras a los hombres del campo, jamás esa Patria nuestra llegaría a ser ordenada y generosa.
El general Almazán insinuó que su homólogo de grado y rival político se proponía coartar el derecho de propiedad territorial impidiendo que la tierra entrara al mercado, como lo establece todo país que se precie de libre y civilizado. A esta crítica, el general Cárdenas respondió que esa libertad sin límites había conducido el siglo pasado al latifundismo, a la realidad de las haciendas donde sus propietarios gozaban de todas las libertades y los campesinos que las trabajaban de ninguna. Indicó, de paso, que no eran demasiados los años transcurridos como para olvidar que ésa y no otra había sido la principal causa de la revolución. Fue aquí que el licenciado Gómez Morín lo fustigó por su afán de mirar hacia el pasado y negarse a vislumbrar la modernidad del porvenir.
Como el público radioescucha recordará, el general Cárdenas mantuvo que nada nuevo podría surgir del seno de la sociedad mexicana sin la participación de los sectores marginados (aludía a los obreros y campesinos). Sus contrincantes adujeron, de consuno, que era indebido lucrar políticamente con los desvalidos para fines electorales. Se preguntaron si no había una intención aviesa en el querer forzar la aparición en la escena pública de obreros y campesinos, sectores de una gran nobleza cuando no prestan oídos a las voces que azuzan al odio social.
El debate alcanzó su punto crítico cuando el general Cárdenas mencionó las bases de su política económica. Por un lado --dijo-- está la necesidad de dirigir la economía nacional para evitar la anarquía en la producción y el consumo nacionales y defender nuestros mercados del ``intercambio mundial imperialista''; por el otro, la de recuperar nuestros recursos naturales (el petróleo) como condición para poder ejercer plenamente el país su soberanía. El señor general Almazán replicó que tal parecía que el general Cárdenas hablaba por los intereses del oso ruso y no por los de la Nación Mexicana. El licenciado Gómez Morín, en su turno, argumentó que si México no tenía para proveer a sus necesidades más elementales, menos tendría para comprarles a las compañías petroleras de origen extranjero el precio de sus explotaciones.
La controversia a que dio lugar la confrontación entre los tres candidatos se halla en pleno apogeo. Voceros de las compañías petroleras y otros observadores consideran que la intervención del general Cárdenas le resultará adversa en las elecciones, y que el gran favorito en ellas es el general Juan Andrew Almazán. Al licenciado Manuel Gómez Morín, candidato de Acción Nacional, le auguran un brillante porvenir como abogado y como ideólogo y caudillo del primer partido neoliberal que ve la luz en nuestro país.