Con el triunfo del ex ministro de Cultura y de Orientación Islámica de Irán, el hoyatolaleslam Mohamed Jatamí, ese importante país asiático intenta adaptarse a la nueva situación mundial y a las transformaciones de su entorno geopolítico. Está lejos, muy lejos, la época en que el Irán del Sha Reza Pahlevi hacía las funciones de gendarme de Estados Unidos y de perno entre las alianzas en Oriente y en Occidente contra la entonces Unión Soviética y el nacionalismo y los movimientos de liberación nacional, sobre todo en el mundo árabe. Igualmente lejanos son los días de la revolución de Jomeini y los ayatollahs y de la guerra de ocho años entre Irán e Irak que dejó exhaustas a ambas economías y preparó el camino para el bloqueo de las dos subpotencias regionales. Irak ya no es una amenaza e Irán debe acomodarse, le guste o no, a la idea de que ya no disputa el Golfo Pérsico con Arabia Saudita y con Bagdad sino con Estados Unidos, que desde la guerra del Golfo controla la zona y el petróleo. También debe aceptar que no podrá extender fácilmente el chiísmo entre los saudíes y los afganos, quienes son mayoritariamente sunitas y, por lo tanto, deberá romper el bloqueo estableciendo buenas relaciones con Europa y con Rusia, sus únicas fuentes posibles, por el momento, en lo que se refiere a tecnología, armamentos y capitales.
El resultado electoral demuestra en efecto que el sector más modernista de los mullahs entendió la necesidad de una doble apertura, hacia el exterior y hacia los problemas sociales, o sea hacia esa enorme masa de jóvenes desarraigados del campo y marginalizados en las ciudades (los ``descamisados'' del régimen) que no tienen trabajo ni educación y no constituyen un mercado interno. La unión entre los comerciantes y exportadores (el Bazar liberalizante y que mira hacia Occidente) y la juventud radical se impuso así sobre el sector más conservador del heterogéneo clero iraní, el cual en su conjunto actuó hasta ahora como el ``partido'' del régimen, pero no puede remplazar con éxito la necesidad de una abierta circulación de ideas y propuestas, con la consiguiente formación, a la luz del día y en una confrontación democrática, de los partidos que las representen. La prensa conservadora de Teherán y los grandes hombres de negocios, por ejemplo, están en primera fila entre quienes exigen que la lucha en el seno del grupo de los religiosos sea substituida por una vida política más libre.
Para Europa, especialmente para Alemania, el petróleo y el mercado iraníes son importantes en su enfrentamiento con Estados Unidos y Rusia, que ha perdido la mayor parte de sus clientes en el campo de los armamentos; tiene igual interés en una distensión con Teherán que, por otra parte, disminuiría las presiones hostiles en el Cáucaso y en la Transcaucasia.
Es de suponer, por lo tanto, que Irán encontrará un puente hacia Occidente pero, al mismo tiempo, deberá enfrentar nuevas presiones de Estados Unidos, que podría utilizar a este efecto a los talibanes afganos, ya que el bloqueo a Irán le permitía también a Washington paralizar la economía de Irak y mantener el dominio indiscutido sobre el petróleo de la zona, cosa que la nueva situación política en Teherán pone abiertamente en cuestión, al hacer entrar en movimiento lo que a todos parecía congelado.