¿Están interesados los ciudadanos en las campañas políticas? Además de las contiendas electorales del DF y de algunas elecciones estatales como las de Campeche y Nuevo León, varios son los elementos que nos indican que el interés despertado entre los votantes es más bien bajo.
La gran mayoría de los ciudadanos ignora quiénes son los candidatos a diputados y senadores. En el mejor de los casos conoce algunos de los nombres, pero jamás los ha visto ni oído ni conoce su capacidad. Mucho menos se sabe acerca de lo que ofrecen o pueden lograr como representantes populares.
Predomina una actitud expectante, cuando no desenfadada, como si la elección les competiese a otros. Desde luego, en parte esto se debe al hecho de que se trata de elecciones intermedias, pero también puede haber otros factores.
En este sentido, en diversos foros, ciudadanos comunes y corrientes han expresado de viva voz su escepticismo en los comicios como una forma de promover cambios. Otros perciben que las campañas están dedicadas sobre todo a descalificar a los contrarios, más que a ofrecer respuestas a los muchos problemas que padecemos. Pareciera que algunos candidatos están más preocupados en recolectar y dar a conocer informaciones truculentas que a convocar a la construcción de soluciones.
Un vistazo a las campañas parece confirmar la percepción que existe entre la ciudadanía. Los tres partidos más grandes se autonombran, cada uno de ellos, como la única opción válida para el país, sin dar mayores argumentos. El PAN trata de convencer a los votantes que el PRD y el PRI son la misma cosa y que votar por cualquiera de ellos sería un error. Pide, muy ad hoc, una prueba de fe.
A su vez, el PRD asegura que el PAN y el PRI son lo mismo sobre la base de la alianza que los panistas sostuvieron en algunos campos con la anterior administración federal. El partido del sol azteca pide del electorado una prueba de solidaridad.
Ambas argumentaciones están correspondidas, ya que algunos priístas aseguran que de ganar la oposición se pone en riesgo lo logrado.
Este tipo de argumentaciones, entre lo anecdótico y la descalificación, han restado calidad a las campañas. Los hechos nos dicen que los votantes están percibiendo más estas actitudes que información sobre propuestas viables. De haber un abstencionismo elevado, no busquemos culpables, porque todos los partidos y políticos tendremos nuestra cuota de responsabilidad.
Existen muchas cosas que deben resaltarse antes de los comicios. En primer lugar el hecho de que contamos con instituciones electorales perfectibles, pero confiables. No se vale anunciar a trasmano que se puede estar preparando un fraude sin aportar ninguna prueba. Esto crea desconfianza entre el electorado. En segundo lugar, es urgente que haya un pronunciamiento claro de que más allá de las elecciones, el país y sus instituciones no se van a acabar. Si los comicios son competidos y transparentes, todos ganamos cualquiera que sea el resultado.
En tercer término, independientemente del resultado del 6 de julio, las encuestas indican que este país tiene una pluralidad manifiesta y que los tres partidos predominantes están equilibrados. El partido o los partidos que ganen las elecciones no podrán ignorar este hecho. Esto significa que en una actitud responsable habrán de procurar privilegiar la negociación política por sobre el enfrentamiento.
La ciudadanía está cansada de campañas que no contribuyen a resolver problemas sino a desprestigiar personas. Los partidos deberán tener, como se decía en una popular película mexicana, más respeto pa'l pasaje.