Los dos problemas básicos que se presentan actualmente en el ámbito laboral en la mayor parte del mundo son el aumento en el desempleo y su persistencia en el transcurso del tiempo y, en segundo lugar, la tendencia hacia una mayor desigualdad entre los niveles de salario entre diferentes categorías de trabajadores.
En los países europeos es el primer problema el más relevante, mientras que Estados Unidos ha gozado durante los últimos años de tasas relativamente bajas de desempleo, pero acompañadas de una ampliación considerable de las brechas salariales. En otras regiones del mundo, tales como los países de Europa Oriental y de América Latina, coexisten los dos problemas, registrándose simultáneamente tanto un incremento en los niveles de desocupación y un aumento drástico en el número de empleos precarios, así como la ampliación nítida de los diferenciales salariales. Evidentemente que México se encuentra entre los países en los cuales es notable la presencia simultánea de los dos problemas que se presentan en el mercado laboral. Aunque la atención del país se ha concentrado en el problema del desempleo y en el deterioro de la calidad de las ocupaciones, los antecedentes sobre los cambios que en los últimos años ha experimentado la distribución del ingreso en el país, que están conduciendo a una polarización social aún más drástica de la que históricamente ha tenido, indican que uno de los factores explicativos básicos de la creciente inequidad en el plano de los ingresos reside, precisamente, en la ampliación de las brechas entre los salarios devengados por diferentes categorías de trabajadores asalariados.
En esta ocasión nos concentraremos en hacer una breve presentación del problema de la dispersión salarial. En primer lugar, algunos antecedentes referidos a los países desarrollados.
Aunque este fenómeno se ha presentado en muchos países a partir de comienzos de la década de los 80, es particularmente notable en Estados Unidos y en el Reino Unido. Sin embargo, el problema se presenta en forma más negativa en el primer país que en el segundo, dado que en el Reino Unido, aunque la brecha de salarios se ha ampliado, ello ha ido acompañado del crecimiento en los niveles salariales absolutos de todas las categorías de trabajadores. Por lo tanto, la ampliación de los diferenciales salariales se ha derivado, en este caso, del incremento más acelerado de los salarios elevados que de los bajos. En contraste, en Estados Unidos los niveles de salario de las categorías superiores han permanecido relativamente estables durante los tres últimos lustros, mientras que los salarios bajos han caído en términos absolutos, por lo que la ampliación de las brechas salariales ha sido acompañada por el empobrecimiento absoluto de los trabajadores localizados en las categorías salariales más bajas.
Pero lo expuesto no necesariamente representaría un gran problema si, simultáneamente, fuese descendiendo la proporción de ocupados que perciben los salarios bajos. Sin embargo, esto no es así. En Estados Unidos, entre 1974 y 1994, el porcentaje del total de ocupados que perciben salarios bajos se incrementó de 31 a 34 por ciento, mientras que los empleados que perciben salarios muy bajos pasó de 11 a 15 por ciento del total. En el otro extremo, la proporción de ocupados que percibía salarios altos se incrementó de 21 a 26 por ciento. Lo expuesto se ha traducido en el descenso en la proporción de asalariados localizados dentro del estrato de ingresos medios.
Si se le concede una elevada relevancia a la equidad como valor social, las tendencias expuestas son, evidentemente, negativas. Sin embargo, para las corrientes económicas de derecha esto no representa ningún problema. Por ejemplo, Gary Becker, laureado hace pocos años con el premio Nobel de economía, afirma que esos diferenciales salariales no pueden ampliarse indefinidamente, dado que el mecanismo del mercado, por sí mismo, irá generando las condiciones para que ellas se vayan reduciendo. Los detalles de su argumentación son los convencionales: los diferenciales de salario son el reflejo de desajustes entre la oferta y demanda de trabajo de diferentes categorías de trabajadores. Si el salario percibido por determinado nivel de calificación se está incrementando en términos relativos con respecto al de otros niveles, ello estimulará a que nuevos trabajadores adquieran aquel nivel de calificación, lo que, en último término, aumentará la oferta de trabajo calificado y, por lo tanto, reducirá su salario relativo y conducirá al estrechamiento de los diferenciales salariales. Por otra parte, dado que la ampliación de las brechas de salario abarata relativamente el trabajo poco calificado, ello estimulará su demanda, lo que llevará al incremento en los salarios relativos de estos trabajadores. En resumen, el mecanismo del mercado pone en acción fuerzas que por dos vías frenan la ampliación de las brechas de salario.
Este mecanismo parece de una lógica irrefutable, pero evidentemente que es una representación muy ingenua de la realidad. Existen contundentes investigaciones empíricas que señalan que los trabajadores que perciben salarios bajos son, en su abrumadora mayoría, de poca calificación, y que este es el mayor obstáculo que les está impidiendo adquirir otras habilidades. En el razonamiento ingenuo de Becker parece como si los trabajadores poco calificados deliberadamente hubiesen elegido ubicarse en esta situación, tomando una decisión racional basada en la comparación entre los costos que representaría adquirir ciertas habilidades y los ingresos adicionales que se derivarían de ellas. Entonces, si los segundos exceden a los primeros, diría Becker, los trabajadores decidirán calificarse. Cualquier persona dotada de sentido común y cuya mente no haya sido deformada por la ciencia económica convencional, estará de acuerdo en que este es un razonamiento absurdo, por más que provenga de un laureado con el Nobel en ``ciencias económicas''.