La Jornada 22 de mayo de 1997

La Alegoría del apocalipsis, de Orozco, en riesgo por desacuerdos y falta de recursos

Angélica Abelleyra/ I Ť En el coro del antiguo Hospital de Jesús una bóveda está cubierta con los trazos del apocalipsis, ahora humedecidos, con fisuras y faltantes de color. Ocres, sepias y grises que dan cuerpo a caballos y hombres yacentes creados por la imaginación de José Clemente Orozco (1883-1949) conviven desde la altura con las imágenes de la iglesia fundada como hospital en 1528, el primero en el continente.

Es hora de misa, pero contados feligreses advierten el universo que corona sus cabezas. No es el tradicional entorno de bienaventuranza sino el paisaje de una extinción desmesurada:

Alegoría del apocalipsis, otra de las visiones del muralista jalisciense que permanece desde hace por lo menos dos años saturada de humedad y con fisuras que ponen en peligro su integridad.

Aun cuando toda la obra orozquiana está catalogada como ``monumento histórico'', de acuerdo al decreto publicado en el Diario Oficial el 15 de diciembre de 1959, la espera ha sido larga para que se ponga atención a esta pieza que data de 1942.

Y todo ``por la falta de recursos'' y también porque las instancias involucradas en la custodia y conservación de una obra mural como ésta, contenida en un recinto religioso, no han podido acordar las formas y tiempos de actuación.

No hay presupuesto

``Si logramos reunir recursos, empezaremos; pero será hasta después, porque hay que cubrir requisitos. Nosotros hacemos la impermeabilización pero es necesario que los sacerdotes cuiden las azoteas y que el Instituto Nacional de Bellas Artes restaure'', dice Sergio Zaldívar, titular de la Dirección General de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural, que pasó de ser instancia de la Secretaría de Educación Pública al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, según el Diario Oficial (17/III/97).

``No hay presupuesto que alcance para atender los murales en México, que es el país con más metros cuadrados de obra mural en el mundo. Primero que actúe la Dirección de Monumentos en tareas de impermeabilización y después actuaremos nosotros'', comenta Walter Boelsterly, responsable del Centro Nacional de Conservación y Restauración del Patrimonio Artístico Mueble (CNCRPAM) del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

``El año pasado enviaron personal del Instituto Nacional de Bellas Artes a ver los murales y no hicieron nada. Las autoridades nada más vienen a ver... y bien gracias. Aunque la obra de Orozco es patrimonio nacional, para nadie es prioridad'', se queja el sacerdote Alberto Juárez Neri, a cargo del Templo de Jesús Nazareno desde hace dos años.

¿Ausencia de coordinación?, preguntamos a cada una de las partes.

``Pues sí, tenemos deficiencias. Deberíamos sumar esfuerzos de manera más expedita y fructífera. De repente hay diferencias de criterio, dogmatismos'', acepta Zaldívar.

``Debemos coordinarnos de la mejor manera posible. En el caso de los murales de Orozco son varias instancias las involucradas. El Instituto Nacional de Antropología e Historia controla el predio; el INBA mantiene y conserva la obra orozquiana; con el clero debemos negociar porque de alguna manera no tiene injerencia directa sobre el inmueble ni sobre los murales, pero está usufructuando el espacio'', declara Boelsterly.

``Desde que estoy al frente de esta iglesia, hace dos años, hemos pedido atención a los murales y ahí ha quedado la cosa'', indica el padre Juárez Neri, al mostrar un comunicado de 1994 en el que solicitó la actuación de las autoridades para que impermeabilizaran los techos del templo y se restaurara la pieza.

Como se recordará, el decreto donde se cataloga la obra de Orozco como ``monumento histórico'', señala que sólo con la autorización de la Secretaría de Educación Pública ``podrán los propietarios o poseedores de las obras a que se refiere este decreto llevar a cabo reparaciones o restauraciones, por lo que deberán darle aviso de cualquier alteración, cambio o deterioro que observen en ellas''.

La situación se complica cuando en la atención de un mural, situado en un templo, se involucran instancias como la Dirección de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural, el Instituto Nacional de Bellas Artes y las autoridades eclesiásticas.

El antiguo hospital

Fotografías y un croquis enmarcados en uno de los muros dan cuenta de las señas particulares del Templo del Hospital de la Concepción y Hospital de Jesús, ubicado en República de El Salvador casi esquina con 20 de Noviembre, en el Centro Histórico.

Según la cédula proporcionada por la Comisión Nacional de Arte Sacro, éste es el primer hospital en el continente y el único que cuenta con un artesonado del siglo XVI. Hernán Cortés lo fundó en 1528 y su construcción se atribuye a Alonso García Bravo. A cargo de franciscanos, el papa Clemente VII le confirió los privilegios de que gozaban los hospitales en Roma y Zaragoza.

Las obras en el templo datan de 1587, bajo la responsabilidad de Diego Aguilar y Alfonso Pérez de Castañeda. En 1663 se recibió la imagen de Jesús Nazareno, que le da nombre al recinto.

Los primeros trabajos de consolidación se realizaron en 1712, encomendados a Pedro de Arrieta y a Miguel Custodio Durán. En 1950, por los trabajos realizados en la calle Pino Suárez se perdió una sección.

En la iglesia se albergan retablos barrocos, como el principal de 1792; óleos y estofados de la Virgen del Apocalipsis, San José, el Cristo de Santa Teresa y la Santa Trinidad; tallas de Jesús Nazareno y cuadros atribuidos a José Miranda y José Páez.

Alegoría del apocalipsis

En el libro José Clemente Orozco. Una vida para el arte (Conafe, 1984), escribe la crítica Raquel Tibol que fue a mediados de 1941 cuando, a iniciativa del artista jalisciense, comenzó un intercambio de opiniones con la Sociedad de Estudios Cortesianos para decorar la iglesia del Hospital de Jesús.

A sugerencia de Justino Fernández, el pintor jalisciense entregó un informe de su proyecto al presidente de dicha sociedad, Rafael García Granados, donde no ofrecía propiamente un boceto de la pieza sino su idea de plasmar en los muros ``los grandes dramas de la humanidad (que) no tienen por qué ser glorificados''.

Añadía Orozco: ``Al problema de la Conquista de México hay que acercarse, creo yo, con verdadero espíritu crítico, con respeto y serenidad. Por otra parte, el tema en el arte es sólo un medio y no un fin''.

Agrega Tibol que para realizar esta pintura no historicista, Orozco ``no sólo no habría de recibir honorarios por su trabajo, sino de su cuenta corrió el gasto de andamios y materiales, habiendo aplicado inicialmente un sobrante del pago recibido por las pinturas de la Suprema Corte''.

Apunta además que la preparación de los muros inició en noviembre de 1941 y José Clemente Orozco dio comienzo a su trabajo en 1942. En enero del 44 las labores se interrumpieron y el autor no las retomó.

``Comenzó por la bóveda del coro, siguió con el muro del fondo del coro, para abordar después la bóveda del primer tramo de la nave. La tardanza en la ejecución se debió a los múltiples compromisos surgidos durante ese tiempo, así como una intensa dedicación a la pintura de caballete''.

En la pieza, describe Tibol, Orozco utiliza ``un lenguaje simbólico sin nexos con historia concreta alguna, practicado ya en el Prometeo de Pomona y en The Dive Bomber del Museum of Modern Art. Pero aquí la dinámica visual es llevada al paroxismo.

``La tragedia de la Segunda Guerra Mundial ha consternado a Orozco y las metáforas del libro de San Juan le dan pie para una composición sarcástica, angustiada, irritante. La divinidad, el dolor humano, la piedad, lo angélico, lo demoniaco, la guerra, la ramera apocalíptica.''

¿Qué sucede hoy con el mural?

El dictamen del Instituto Nacional de Bellas Artes respecto a la obra orozquiana revela --según testimonio de Boelsterly-- pérdida de capa pictórica, fisuras y humedad en diversas áreas. Tareas a realizar: limpieza profunda, restauración de partes desprendidas y atención de fisuras que ``no son tan graves como aparentan pues son estables''. Tiempo estimado de duración de las obras: entre seis y ocho meses.

Las intervenciones anteriores datan de 1980 y 1987, esta última, fecha única en que se ha atendido el mural después de los sismos del 85, aunque Boelsterly asegura que se monitorean éste y todos los murales de la ciudad cada vez que ocurre un movimiento telúrico.

En el 87 se encontraron afectaciones de humedad, pérdida de color, afloraciones salinas, abombamiento en el aplanado y fisuras. Situación similar que el mural vive 10 años después.

Y aun cuando no coinciden las fechas de inicio de los trabajos, tanto los funcionarios de la Dirección de Monumentos como del Instituto Nacional de Bellas Artes anuncian que sí se atenderá a Orozco en esta metáfora apocalíptica.

Zaldívar indica que próximamente se iniciará la impermeabilización de los techos y el arreglo de coladeras y bajadas de agua. Sin embargo, asegura que sí se adelantarán a la temporada de lluvias.

Boelsterly aclara que luego de la actuación de la Dirección de Monumentos, y que pase el tiempo de afloración de sales y secado del muro, ellos harán la restauración de la superficie pintada.

Habla de tres meses más para comenzar las labores y también para buscar fondos. ``Los procesos de restauración son caros y no hay presupuesto''.

Mientras, el creador jalisciense José Clemente Orozco y su apocalipsis esperan.