La Jornada 21 de mayo de 1997

Apologías, bromas y muchas fotos, al despedirse Prigione

Salvador Guerrero Chiprés Ť Todos quisieron estar con Girolamo Prigione.

Seguro de ser un recto intermediario ``del polo entre Cristo y el hombre'', equidistante de la eficacia amoral de Maquiavelo, a quien citó, y del ``sabio realismo'' que le permitió esperar y actuar para presionar por la reestructuración de la Iglesia mexicana y encabezar la restauración de las relaciones entre el gobierno mexicano y El Vaticano, escuchó su biografía a micrófono abierto y una larga enumeración de su labor en tierra guadalupana.

También oyó comentarios comprensivos, cuando no apologéticos, y hasta una porra de quien comparó el momento con el entusiasmo popular generado en una visita papal y ahora compartido por cuatro quintas partes de los 45 obispos que consagró, sus colegas del cuerpo diplomático, los representantes del gobierno federal y personajes de los partidos políticos.

En 1978 en el aeropuerto, recordó sonriente, ``un grupito me recibió''. La noche de la recepción para su despedida ante el término de su gestión en México el próximo 31 de mayo, una larga fila rodeó la nunciatura en la calle Juan Pablo II, para saludarlo, abrazarlo, fotografiarse con él.

A María de los Angeles Moreno, la política más cercana a Carlos Salinas de Gortari, la despidió deseándole ``mucha suerte, hasta que llegue a la Presidencia''. Con el subsecretario de Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobernación, Rafael Rodríguez Barrera, bromeó sobre la pertenencia de Campeche a Yucatán y viceversa.

Se congratuló de la compañía del arzobispo primado de México, Norberto Rivera Carrera, y de la presencia del cardenal Juan Sandoval Iñiguez. Recibió del decano del cuerpo diplomático, el embajador libanés Fahky Saghiyyah, la bandeja de reconocimiento a los embajadores que se van.

A su amigo personal Gabriel Rosales Hueso, caballero de la Orden Pontificia de San Gregorio Magno, con quien ``compartí con él los momentos difíciles que tuve que pasar'', le concedió leer el que parecía ser su autorretrato:

``Labor fecunda, trascendente, entrega generosa, trabajo incansable y efectividad en el servicio, la Iglesia católica lo recordará como el gran renovador de las estructuras eclesiásticas y promotor de obispos, arzobispos y cardenales''.

Prigione promovió durante su estancia en México la constitución de los arzobispados de Acapulco, San Luis Potosí y Tlalnepantla y quince diócesis. Participó en 89 nombramientos episcopales, trató a cuatro presidentes mexicanos, tres pontífices y centenares de actores de la política y las finanzas que conocieron de la habilidad del doctor en derecho canónico, nacido el 12 de octubre de 1921. Rosales Hueso recordó la cercanía de Prigione en las que llamó ``las grandes tragedias'' del pueblo mexicano: ``Los terremotos de 1985, las crisis económicas recurrentes, las muertes del cardenal Posadas y de destacados líderes políticos, los levantamientos armados en Chiapas y Guerrero''.

Prigione, continuó el laico más cercano a sus diecinueve años de estancia en México, ``ha sufrido incomprensión y críticas, que ha soportado con resignación y caridad como parte de su cruz''. Audacia, rectitud doctrinal, logros y actor histórico fueron atributos cantados a Prigione.

Rosales se adjudicó la voz de una ``gran mayoría del pueblo que lo conoció por sus obras'' y que estuvo ausente en la nunciatura. Pidió ``que nos siga llenando de su luz, fuerza y gracia''.

En su intervención, el nuncio reivindicó la diplomacia preconizada por Paulo VI, alejada del formalismo y la etiqueta y cercana a los problemas reales, especialmente el de la paz.

El hombre por quien, según Pablo Latapí, no debiera derramarse una sola lágrima a causa de sus ``errores'' en el conflicto chiapaneco o en la recepción de los Arellano Félix, concentró la atención y dos ocasiones escuchó aplauso breve y consistente.

Rodríguez Barrera consideró que Prigione ``tuvo una estancia intensa en México y, como todo lo que se vive con intensidad, no puede estar exento de controversia, no es raro que la haya generado: vino a cumplir una labor y la cumplió''.

A Prigione se acercaron jefes de congregaciones, empresarios y hasta diputados considerados hasta por legisladores perredistas como radicales: Luis Sánchez Aguilar y su esposa, Cecilia Corona, le desearon felicidad y suerte.

El secretario de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados, el perredista Cuauhtémoc Sandoval, consideró que Prigione fue actor central en ``el amasiato entre Carlos Salinas de Gortari y la Iglesia''.

Aludió a su pertenencia al tipo de diplomáticos que ``en lugar de practicar el arte de tener éxito a toda costa, según Maquiavelo, incluso en detrimento de la moral, practica el arte de fundar y mantener un orden internacional, el arte de instaurar relaciones humanas y razonables entre los pueblos''.