Poco a poco, con grandes dificultades para superar anteriores condicionamientos y temores, el electorado del país ha ido juntando pareceres y razones para dar sustento a sus preferencias partidistas. Formar una conciencia colectiva que impulse a los votantes para decidir, con base en sus reales intereses, ha sido un proceso lento, penoso y disparejo. Para ello, el pueblo ha tenido que desprenderse de esa manera ingenua de endosar sus adhesiones al paradigma de una patria mejor que heredarle a sus hijos. Paradigma que se convertía en espejismo. El individuo, por lo general, carecía, y todavía no tiene normal acceso a los recursos y canales con los cuales evaluar y formar su criterio ante diversas alternativas.
La promesa era repetida. El camino único, el de un modelo cierto, del México fuerte, soberano, libre y con un destino de grandeza, parecía al alcance de un simple voto pero que siempre se posponía. Un sendero en donde ellos, las mayorías, quedaron a la vera.
No siempre fue así; hubo otro tiempo en el que, con parsimonia e injusticias, es cierto, a la vez que la riqueza se creaba algo se repartía en la base. Por eso la participación del factor trabajo en el ingreso avanzó, durante años, de manera consistente. Pero las actuales generaciones de mexicanos, cuando menos de unos 20 años para acá (con precisión y certeza desde hace 15), sólo han sabido de crisis, tribulaciones, estancamientos y retrocesos. El precio pagado por cambiar de reglas para evaluar gobiernos, ofrecimientos y liderazgos ha sido, para muchos, monumental en términos de bienestar y oportunidades de participar en las decisiones.
Grandes capas de la población, sobre todo las menos informadas, con mayores necesidades y menores retribuciones, han orientado sus preferencias y partidarismos con respaldo en la búsqueda de un mejor país a futuro o la exaltación de un rudimentario patriotismo. No tenían, ni todavía en verdad tienen si es que persisten en esa actitud, bases y medidas con las cuales puedan evaluar ofertas y candidatos. Tales criterios sólo los encontrarán apegándose a sus experiencias personales directas. Y de ellas, extraer los criterios para escoger partidos, conductores, rumbos y horizontes. Esto parece estar ya ocurriendo entre la ciudadanía, ya bien desparpajada, de la gran ciudad de los mexicanos: el DF y su área conurbada. Pero también se puede observar una tendencia parecida, aunque todavía menos firme, en el resto de este México tan grande, desparramado, disímbolo y grotescamente dividido en clases, etnias, regiones y grupos económicos.
Sin embargo, los atavismos que se aferran a los caminos e instrumentos ya trillados y obsoletos, están presentes y luchan por su continuidad. En estos días, los previos al momento decisivo del julio por llegar, el sistema establecido echa mano de su arsenal de mañas, obsesiones y trampas para imponer su prolongación. Lo más notable es el propósito de inocular a la población con el miedo al cambio. Le sigue la intentona de preparar la conciencia pública con suavizantes ``legitimadores'' ante la factible necesidad de forzar la soberanía ciudadana.
Repetidas son las citas, los hechos y personajes que han entrado a escena. La dramática experiencia del salinismo, los quiebres financieros o el reciente y ejemplar caso inglés, donde el thatcherismo fue apaleado, no han sido absorbidos. Este fin de semana apareció, en forma de desplegado periodístico (Reforma, El Universal), lo que se trata de hacer pasar como resultados de una encuesta, a nivel nacional, de expectativas de voto. El Sindicato de la Industria de Radio Televisión es el ``neutro y desinteresado'' vehículo de dicho esfuerzo. El trabajo fue encargado a una ``muy conocida'' empresa: Incorp, S.C. La muestra es simplemente fantástica, más de 13 mil entrevistas efectivas. Detrás de ello, por su costo y manipulada publicación, difícilmente se esconde el casi inneludible objetivo de lograr un 42 por ciento para el PRI. Se pretende, por esta vía, asegurar la mayoría relativa en la Cámara. Al mismo tiempo, Roque ya usa tan ``científica'' información en Estados Unidos para reforzar sus posturas, relaciones y esperanzas. La maquinaria de trampeo ya está montada en varias de sus conocidas vertientes (IFE desconcentrado, presiones a medios, uso ilegal de recursos, etcétera). Los métodos de ``legitimación'' para adecuar la realidad con la conveniencia bien pueden tornar en pesadilla y conflicto aquello que se espera como tránsito y esperanza democratizadora.