La Jornada martes 20 de mayo de 1997

Horacio Flores de la Peña
Las elecciones inglesas: ¿el fin del cinismo?

Cuando abandonaba la embajada de México en Francia, fui a despedirme del presidente Mitterrand. En el curso de la conversación le dije que el triunfo de la Thatcher para mí representaba el triunfo del neoliberalismo en muchas partes, y para quedarse por mucho tiempo.

El me contestó que no sólo era el triunfo del neoliberalismo sino del cinismo elevado a la categoría de modelo económico, y me comentó que en última Reunión de los Ocho a la que había asistido, le había dicho a la Thatcher que para él era un misterio que la clasificaran como enemiga de los impuestos, a lo que ella repuso: es que tú no entiendes de política; para lograrlo hay que bajarle los impuestos a los que tienen voz y se dejan oír, y subirlos a los que no tienen voz ni medios de hacerse oír.

Es posible que el triunfo de los liberales signifique el principio del fin del cinismo como modelo económico, pero no hay que hacerse muchas ilusiones, las ideas caducas se defienden para morir, y esto dependerá del efecto que tenga en el resto de las economías europeas.

A mi juicio, la trascendencia de las elecciones inglesas tiene una amplitud mayor que el impacto local, porque puede influir en la política y en la economía de muchos países. Esta trascendencia radica en que:

1. Les infligió a los conservadores una derrota sólo comparable a la que sufrieron en 1830. El electorado le dio el 63 por ciento a los laboristas y el 25 por ciento a los conservadores; los otros partidos, que no votan con los conservadores, alcanzaron el 12 por ciento del total. Los laboristas y sus aliados tienen 200 escaños de ventaja y puede que aun más.

2. Una votación de este tipo, no sólo significa un repudio al partido conservador sino también a los aspectos más brutales del neoliberalismo como son la política antiobrera, el desmantelamiento de la economía del bienestar y la supervivencia de las ganancias como determinante del funcionamiento de la economía de mercado.

3. Un partido como el laborista, que junto con los liberales democráticos tiene una mayoría de 200 escaños, puede implantar los cambios políticos necesarios para lograr lo anterior y el electorado pidió cambios, no ``más de lo mismo'', como hemos tenido en México por ya 15 largos años.

4. El efecto que tuvieron estas elecciones fue muy grande en el resto de Europa, es algo que por inesperado para los neoliberales, causó una gran sorpresa. Así en Italia, el gobierno del olivo (antiguo partido comunista), pronto se declaró abierto para apoyar a Blair en su políticas; el presidente Chirac, que mucho aprendió en las derrotas políticas, convocó a elecciones, para confirmar políticas o soltar amarras del Bundes Bank alemán. Después del triunfo de Blair, las fuerzas de izquierda tienen igualdad (37 por ciento) con la derecha, aunque al gobierno alemán sólo le quedan 72 semanas de vida tranquila, tendrá que enfrentarse a los liberales (SPD) alemanes, aunque éstos carecen de un buen candidato.

El gobierno del contador Aznar es cada día más frágil, y el próximo triunfo socialista podría ser tan arrollador como el de Blair en Inglaterra. En fin, parece que se inició el cambio en el mapa político de Europa y que vale la pena esperar el futuro con un mayor optimismo.

5. Cuando el triunfo comunista en Italia, se mejoró el tipo de cambio y subió la bolsa; otro tanto ocurrió en Inglaterra, la bolsa subió y el tipo de cambio se mantiene. Si ocurriera lo contrario significaría que hombres de negocios tienen derecho de veto sobre las decisiones del pueblo, y eso sólo ha ocurrido en gobiernos totalitarios y no en la democracia. Con el petate del muerto de la confianza empresarial y de los inversionistas extranjeros parece que ya sólo se espanta en México.

Un periodista inglés escribía algo muy interesante sobre los neoliberales ingleses, y que podemos aplicar al caso mexicano, sin temor a equivocarnos. Dice que si los neoliberales no sólo pusieran atención a los aplausos de sus empleados y jefes, se darían cuenta de que el otro ruido, más fuerte que el primero, es el grito de impotencia de los que desean trabajar y no tienen empleo, de los que desean comer y no pueden hacerlo por falta de ingreso y, en fin, es el grito de los niños a los que le ha faltado todo y así continuarán para que el modelo siga adelante, tal como lo desea nuestro secretario de Hacienda.