La propuesta de Manuel Camacho expresada a La Jornada y publicada el pasado domingo, debe ser recogida, debatida, profundizada. Aún más: compartida en sus bases por quienes genuinamente apuestan a la política como forma de hallar las convergencias que produzcan un acuerdo nacional.
Las bases a las que me refiero son varias. La principal es su invitación a terminar con el simplismo maniqueo y el ``argumento'' ad hóminem que nos ahoga cada día y no hace sino polarizar a la sociedad. De no ser así, no habrá proyecto nacional alguno ni posibilidad ninguna de gobernar, ni en su sentido político, ni en su sentido técnico, ``gane'' quien gane en los comicios de ahora o del 2000. A cada paso, nos topamos con la elemental postura de calificar todo, lo que sea, según quien sea la persona a la que se atribuyen actos o decires cualesquiera. Desde una cierta combinación de puntos de vista, si lo dijo o lo hizo Salinas o Córdoba, o creemos que lo hizo o lo dijo, está podrido por definición; nada puede ser peor, procede la más acre de todas las ex comuniones civiles: la absoluta descalificación moral. Desde otra combinación de miradores, si lo hizo o dijo Castillo Peraza, Diego Fernández o Lozano, lo mismo. Desde otra más, algo análogo ocurre con Cárdenas y sus asociados y seguidores. Y en sentido inverso se atribuyen las virtudes todas (aunque hoy muy pocos se atreven a defender algo de Salinas).
No se diga que es ``natural'' que ello ocurra en épocas de contienda por el poder. Aquí estaba con nosotros esta barbaridad antes de las campañas políticas, si bien está siendo ruinmente acentuada por las mismas. Este cáncer corrosivo sólo es remediable mediante un esfuerzo de objetividad, evaluando los hechos o las tesis en sí mismos y no por los individuos a quienes los asociamos o atribuimos. Nada es blanco o negro. Nadie es ángel o demonio. Nadie tiene siempre la razón. Nadie está equivocado siempre. El mundo es mucho más complejo que las simplificaciones maniqueas. Si hemos de superar esta excrecencia, en ello la principal responsabilidad recae en los políticos, los intelectuales y los medios.
Nos es indispensable ``resolver el pasado'', es cierto; por nuestra conveniencia como sociedad. Pero adviértase que toda postura maniquea será un duro obstáculo. Es también obvia la necesidad para todos de no ofuscarnos más, de mirar el riesgo de intentar hundir un régimen, en lugar de construir uno distinto. No hacerlo con ahínco equivale a abrir la puerta de nuestra casa para que se apoderen de ella y reinen sin freno las muchas mafias que padecemos (narcos, dinosaurios, y las que quiera usted sumar). En mi opinión, estas bases de la propuesta de Camacho convienen a la mayor parte de la sociedad.
Disiento de él en varios puntos. Anoto por ahora dos. Saber ``toda la verdad'' sobre el salinismo no equivale a ``resolver el pasado''. No existe una verdad posible de establecer para todos. Debe ser establecida la verdad jurídica sobre los crímenes y delitos cometidos, y es el caso que nunca la situación fue más confusa en relación con esas abominables fechorías. Tengamos en cuenta, además, que aún si fuera establecida limpiamente, es tarde para hacerla creíble a la sociedad.
Los graves problemas de credibilidad de casi todos frente a todos que nos disocian y debilitan como nación, y otros, de otro orden y más importantes aún, sólo serán zanjados si resolvemos el pasado en su sentido profundo: convirtiendo en hechos la justicia social. Ese pasado debe ser resuelto: el de la injusticia social de siglos agravada por los largos años de crisis irresuelta. En una condición así la verdad jurídica se haría creíble (aunque obviamente no es por eso que la justicia social es exigible, ni implico que pueda darse de modo instantáneo).
Para ello, los acuerdos por un nuevo régimen no pueden sino consistir en formas equilibradas e incluyentes de crear las representaciones políticas de las que surja el poder del Estado. No habrá justicia social de otro modo. Nuestra nueva norma electoral debe ser el inicio de un diálogo político por un nuevo estatus.
Discrepo también de la tesis según la cual la estrategia de Salinas fue ``fortalecer al régimen del que el PRI es pieza central'', pero no tengo espacio ya para argumentar. Creo que Salinas intentó crear las bases de otro régimen, inaceptable en mi concepto, pero otro. Intentaré volver al tema.