La Jornada lunes 19 de mayo de 1997

Iván Restrepo
Derrota de la industria tabacalera

Para la poderosa industria tabacalera, es la noticia que marca el fin de un ambiente de impunidad creado gracias a la defensa que de sus intereses han hecho lo mismo congresistas, gobernadores y altos funcionarios federales de Estados Unidos, que los gobiernos de otros países: la firma Liggett Group, fabricante de los cigarros Chesterfield, reconoció que fumar es adictivo y causa cáncer. A la vez, firmó con 22 estados de nuestro socio y vecino colocar en las cajetillas de sus productos advertencias claras para prevenir daños a la salud. También admitió haber vendido sus nocivos productos a adolescentes y hasta a menores de 14 años. Confesar públicamente todo lo anterior es una derrota para las grandes firmas del sector, como Reynolds Tobacco, Williamson, Lorillard y Philip Morris, y el anuncio de más medidas oficiales para proteger la salud de la población.

Un adelanto de lo que vendrá corre precisamente a cargo de la Liggett Group, pues en el citado acuerdo con los 22 estados de la Unión Americana se comprometió a pagarles por adelantado 25 por ciento de las ganancias que obtenga. Hará tal cosa durante el próximo cuarto de siglo como una forma de compensar parte de los gastos que esas entidades federativas hicieron para atender enfermedades vinculadas con el tabaco. Y, por si fuera poco, ofreció dar a conocer las discusiones sostenidas por los dueños de la industria, en las que se precisan los daños que produce la nicotina y otros compuestos químicos originados en los cigarros. Esto, cuando hace tres años las principales compañías sostuvieron, bajo juramento y ante comisiones legislativas, que la nicotina no era adictiva. Sin embargo, nadie les creyó y, para proteger a los jóvenes, el presidente Clinton dictó el año pasado diversas medidas contra la industria tabacalera sin importarle la influencia política, electoral y económica que tiene en algunas regiones.

Mientras tanto, las autoridades sanitarias de Texas revelaron que el tabaquismo causa más muertes en esa entidad (26 mil en 1995) que el alcohol, el sida, las drogas, los suicidios, los incendios, los accidentes y los crímenes. A esa noticia se suma el reporte oficial del gobierno estadunidense según el cual el consumo de cigarros aumentó notablemente entre los jóvenes, luego de disminuir en la década de los 70 y de nivelarse en la de los 80. Lo grave es que cada vez más personas menores de 14 años se inician en el vicio, en tanto que cálculos confiables de reconocidos investigadores señalan que, a los índices actuales, 5 millones de personas que ahora tienen menos de 18 años morirán por enfermedades relacionadas con el tabaco. Agregan que las campañas contra la adicción no alcanzan el nivel deseado ni convencen a quienes a temprana edad comienzan a fumar por ``cuestión de imagen, de seguridad, de estar a la última moda''. En tanto, las empresas tabacaleras anuncian la aparición de una revista para promover subliminalmente sus productos; algunos analistas sostienen que naufragará ante nuevas revelaciones sobre el comportamiento poco ético de la industria y las medidas cada vez más estrictas para proteger a los no fumadores, igualmente víctimas del humo del cigarro.

Si una compañía, aunque pequeña, ya confesó el daño y el engaño, la declaración de una agencia gubernamental desató otra polémica, al calificar al cigarro como una droga, con todo lo que ello significa. Conscientes de que las normas para proteger la salud serán cada día más estrictas en EU, Canadá y la Comunidad Europea, las trasnacionales refuerzan ahora su presencia en los países del Tercer Mundo, donde los gobiernos hacen tibias campañas contra el hábito de fumar, pues éste deja una buena tajada vía impuestos, tanto por la venta de diversas marcas como por los espectáculos deportivos y musicales que patrocinan las compañías, que también tienen un aliado en la televisión, favorecida por la publicidad y la transmisión de esos espectáculos.

En México, especialistas de hospitales oficiales y privados, como los doctores Raúl Cicero y Fernando Cano Valle, han advertido sobre los daños que causa el tabaquismo y la necesidad de medidas radicales para proteger la salud pública. Máxime si los jóvenes son los más propensos a consumir cigarros, y que en ello tiene mucho que ver la publicidad de las trasnacionales y la tolerancia oficial. Hace falta entonces la presión de la sociedad para contrarrestar los intereses de la poderosa industria, y evitar un hábito que cuesta mucho en vidas y en la atención médica de las enfermedades que contraen tanto los fumadores activos como los pasivos.