Recientemente, la computadora Deep Blue (Azul Profundo), fabricada por la compañía IBM, le ganó un torneo de ajedrez al campeón mundial Gari Kasparov. Al respecto, se han dicho una cantidad extraordinaria de tonterías, por ejemplo: que ``el ruso'' Kasparov ``es el hombre más inteligente del mundo'', y que, por ende, ``un cerebro artificial le ganó al cerebro más privilegiado del planeta'' (sic!), que es ``la victoria de la máquina sobre el hombre'' (resic!!). Kasparov no es ruso, sino armenio y nadie que yo separ ha definido la inteligencia como la capacidad de jugar ajedrez. Por último, eso de que la máquina le ganó ``al hombre'', es en sentido estricto, porque Kasparov es hombre, ¡NO MUJER!
Sin duda a muchos este suceso nos ``movió el tapete'', y ya se han manejado varias ``explicaciones'': que Kasparov jugó bajo mucha presión y la máquina, en cambio, es ajena a emociones; que la máquina sólo hace lo que los hombres le enseñan pero muchísimo más rápido; Kasparov afirma que la computadora fue programada específicamente ``para ganarle a él'', y se queja de que nunca le permitieron analizar los algoritmos (el razonamiento) que usó Deep Blue en las jugadas previas.
A mí, lo que me interesa, es compartir con los lectores un par de reflexiones que me ha despertado este acontecimiento. Debo empezar por confesar, que a pesar de los esfuerzos de mi marido por enseñarme a jugar ajedrez, nunca pude pasar más allá de aprender como se mueven los peones y los alfiles (ya lo de los caballos fue mucho para mí).
Cuando anuncié que me iba a meter a la Facultad de Ciencias a estudiar física, mis familiares, amigos y maestros dijeron ¡Aaahh! y algunos hicieron reverencias. Los bien intencionados decían con orgullo ``es que Deborah es muy inteligente''. Algunas ``amigas'', lo usaban para bajarme a los galanes: en cuanto veían que un muchacho se interesaba en mí, le decían ``se saca puros dieces en matemáticas'', y eso era suficiente para que el muchacho no me volviese a sacar a bailar o a acercárseme siquiera. Por fortuna, las cosas cambiaron cuando entré a la Facultad de Ciencias. Dejé de sentirme ``un bicho'' y me dí cuenta de que entre alumnos y maestros había de todo. De esa época es la famosa frase de mi amigo Alipio: ``lo doctor no quita lo pendejo''. Y precisamente ese es el punto. Según las estadísticas, la mayoría de los grandes músicos (compositores) ha tenido un desempeño escolar de mediocre a malo. La incidencia de enfermedades mentales y suicidios entre poetas y matemáticos es mayor que la media, y para llegar al ejemplo extremo: existe lo que los neurólogos y ``psis'' llaman les idiots savants (del francés: idiotas sabios): autistas y otro tipo de personas con deficiencias mentales y emocionales muy severas para la mayoría de los actos humanos y capacidades de memoria, de cálculo, etcétera MUY por encima de la norma humana y aun de personas ``superdotadas''. El lector pensará que todo esto lo digo ``de ardida'' porque no aprendí a jugar ajedrez. Todos los campeones mundiales de ajedrez han sido hombres.
Sin embargo, hay muchas grandes ajedrecistas mujeres: una de ellas, la húngara Susan Palgar, hermana de Judith Polgar quien se encuentra entre los diez mejores ajedrecistas del mundo, acaba de retar a los directivos de la IBM afirmando que a ella no le podría ganar Deep Blue. En su declaración, Susan habló de ``intuición femenina''.
Lo anterior me lleva a la segunda reflexión. ¿Son los hombres más inteligentes que las mujeres o al revés? recientemente se ha puesto de moda que hay dos tipos de inteligencia: la racional y la emocional. Según esta visión, la mayoría de las mujeres tendríamos más inteligencia del segundo tipo y menos del primero. Captamos y comprendemos mejor las emociones de los demás y las propias, sabemos que hacer con ellas, etcétera. La mayoría de los hombres, en cambio, tendrían más de la primera y menos de la segunda, o como dice Angeles Mastreta, ``tienen los sentimientos mal acomodados''. Los hombres (dicen ellos mismos) son más predecibles, es decir, funcionan más con base en algoritmos lógicos. En este esquema, aun cuando Kasparov se puso nervioso y la computadora no, su inteligencia es más parecida a la de Deep Blue.. Habrá que ver si los directivos de la IBM le toman la palabra a Susan Polgar. Deep Blue le ganó al hombre... pero está por verse si le puede ganar a la mujer.